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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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CINE Y AMOR A PROPÓSITO DE LAS ELECCIONES FRANCESAS.

Harold y Maude al Elíseo

Harold y Maude al Elíseo



Ningún cinéfilo que se precie ignora la irreverente historia narrada por Hal Ashby con maestría y la libertad de los años 60/70 del siglo pasado. Tampoco, Mourir d’aimer, con su trágico sello de intolerancia, y la inolvidable Annie Girardot dirigida por André Cayatte.

Estos recuerdos cinematográficos emergen a propósito de la “fascinante historia de amor” de Emmanuel Macron, presidente electo de Francia, y su esposa, Brigitte Trogneux, 25 años mayor que él.

Harold, el delicioso psicópata adolescente, enamorado de la casi anciana Maud y de su mundo lleno de amor y desprecio olímpico por los convencionalismos, como mandaba la convulsión saludable de aquellos años, nos enamoró. La escena donde se acuestan supuso un revulsivo casi físico para los espectadores de entonces, testificado ocularmente en el cine Capitol.

En la otra, Morir de amor, una historia verdadera, también de profesora y alumno, se consuman ambos: el amor y el linchamiento gaullista contra Annie, no mucho mayor que su joven pareja; y sucede, en la realidad, entre las barricadas de la más hermosa revuelta del verbo y de la carne.

Esta nueva historia, la de Emmanuel y Brigitte transcurre en un tiempo muy diferente aunque sus ingredientes sentimentales y de dormitorio son formalmente parecidos, menos poéticos, más políticos: el jovencito quinceañero se enamora de su profesora, y viceversa; todo indica que los escarceos amorosos fueron algo más que eso, es decir, que pasó-lo-que-tenía-que-pasar; los padres de él se lo llevaron sumariamente de Amiens a un escondite parisino, pero una vez cumplida la mayoría de edad, el muchacho volvió a los brazos de Brigitte y ahí está hasta nuestros días.

Para que funcione el amor debe haber aprobación social, que no hubo en Morir de amor, o una rebelión de los amantes, como Harold y Maude.

En la línea limítrofe entre la primera vuelta y el ballotage de las elecciones francesas, la prensa estaba un tanto desorientada sobre qué posición tomar respecto a esta relación amorosa. Las primeras noticias y comentarios, cuando Macron no era aún la “salvación” o la disputaba con Fillon y Melenchon, tenían un tufillo de censura solapada, que recordaba a los primeros golpes en la historia de Morir de amor. Cuando la candidatura de En Marche! fue la alternativa a la bruja fascista Marine Le Pen, se convirtió en la “fascinante historia de amor”. Era previsible: todo es bello cuando conviene a nuestros intereses, y el interés del señor Don Dinero que ocupa los despachos de Bruselas, luego del fracaso del socialismo de derecha y el conservadurismo tradicionales, fue, por supuesto, su otra ficha, la derecha liberal de Macron. Entonces, sus medios corearon, Brigitte, ¡qué admirable dama!, ¡qué hermoso amor! , a despecho del neopuritanismo, o tragándoselo. La prensa política se había convertido, por estas semanas, en prensa del corazón.

Y es que el amor, sospechosa derivación de esta aceptación y lisonja, se ha instalado en el argot político francés: la primera declaración del victorioso Emmanuel fue que gobernaría su país… “con amor”.

Veremos en el curso de los primeros meses, si este joven enamorado es capaz de conquistar a la sociedad francesa. Sus intenciones de socavar el poder de los sindicatos y los melindres de la mitad de sus votantes, esos que usaron las urnas para deshacerse de Le Pen, le exigirán toda su capacidad seductora.

Como se prevé ya, los grandes sindicatos, los banlieues y las aglomeraciones industriales que pierden empleos no tardarán en darle la bofetada ante sus propuestas nada galantes, lo que no es precisamente el mejor camino a la cama.

Periodista y escritor - [email protected]