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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Benito Pérez Galdós: la telenovela

Benito Pérez Galdós: la telenovela



Sobre la influencia del melodrama en los autores latinoamericanos antes del boom.

“Es que Lupita viene con regalo” (“La rosa de Guadalupe”, capítulo 380).



Empezaré con esta premisa (a modo de ensayo nada académico): no hay escritor más tóxico que Benito Pérez Galdós. Él fue la fuente (el río, el caudal) del que bebieron los escritores latinoamericanos antes del boom, en temática, en imitación de su prosa. También en el vestir y en el tallado del bigote (menos Jaimes Freire, claro está).

Digamos que Galdós fue el precursor del melodrama. Con esto debemos citar a Monsivais: «El melodrama, en una síntesis forzada pero tal vez no inexacta, es la expresión frenética y al fin de cuentas divertida de una necesidad: el espectador quiere hallar en su vida el argumento teatralizable o filmable o radionovelable o telenovelable cuya mayor virtud es la garantía de un público muy fiel, él mismo».

A esto hay que sumarle que el melodrama es la lucha entre el bien y el mal, que es lo mismo que decir que el bien es la riqueza y el mal la pobreza. El bien es el ingeniero con tres apellidos y el mal es la mujer de clase baja que luchará para cambiar su clase (desclasarse) y vivir feliz y con dinero.

Todo esto es Galdós. Pondré de ejemplo algunas de sus novelas, por ejemplo «Marianela» (chica fea conoce chico guapo, pero ciego y con mucho dinero; la chica se enamora del chico; el chico recobra la vista y deja la chica por fea y pobre). Está también «Fortunata y Jacinta» (joven rico embaraza a mujer pobre e iletrada; el joven se casa con otra joven de su misma clase; la mujer está enamorada con ceguera metafórica del joven; el joven a veces hace sus escapadas donde la mujer; la esposa del joven sufre esas canas al viento, como estoica; al final la mujer se suicida por el bien de la clase dominante: que es lo mismo que decir «El hombre»).

Generación X

Un día un amigo (que se dedica a la piratería de series) me dijo que había un imitador de Luis Miguel que sacó su disco. «¿A quién prefieres?», preguntó. «Al imitador o al verdadero». Le dije que a ninguno porque no era fan de Luis Miguel. «Pero digamos que eres fan de Luis Miguel». «No escuché ningún álbum completo», dije. «Pero digamos que los escuchaste, todos», dijo impaciente. «Entonces preferiría al original».

Esto también es válido con la literatura: la preferencia del original, a menos que el escritor se nutra de un escritor anterior, lo revise, lo arregle, lo transforme, sea su motor pero al mismo tiempo cometa parricidio, y sepa que nunca podrá salir de esa influencia, pero podrá vivir con ella. Es el caso de los escritores del boom (casi todos) frente a Faulkner; un caso que renovó nuestra escritura.

El caso de mera imitación o copia pirata, como diría mi amigo, son los escritores preboom frente a Galdós. En Bolivia con mayor ahínco. Tenemos a Alcides Arguedas, a Medinacelli, a Adolfo Costa Du Rels (que ahora solo se le recuerda en La Paz porque es el nombre de un colegio perdido en la zona norte). Tenemos a Augusto Céspedes, a Antonio Díaz Villamil. Tenemos al máximo ejemplo que fue alcalde de La Paz: Raúl Salmón.

Todos ellos son una generación perdida y sin rumbo. Con una prosa cargada de melodrama y sin un camino por definir. Ellos son nuestros padres o tal vez el escritor boliviano aún está huérfano.

Periodista y escritor - [email protected]