Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 21:24

La picardía en Cochabamba: a manera de introducirla

La picardía en Cochabamba: a manera de introducirla



Compartimos un fragmento del prólogo del libro escrito por Rocha Monroy y Montero Lara

Cada departamento de nuestro país tiene su forma de picardía popular en los rubros propuestos e incluso una provincia de un departamento es distinta a las otras provincias, porque tiene su forma popular de decir y nombrar las cosas y hechos. Este es el reservorio de la diversidad cultural, de la identidad, de la denominación de origen de cada pueblo. Lo que postulábamos como La Picardía Boliviana es un imposible porque no se puede uniformar el tema en 1 millón de kilómetros cuadrados y tantas culturas juntas y distintas, pero embarcadas en un solo  colectivo. Por eso se llama Estado Plurinacional, y nada mejor que estudiar la picardía local para entender porqué somos una plurinación y de ninguna manera esa consigna franquista que dice: una sola nación, una sola bandera, una sola religión. Como decía Diego Rivera: ¡Mamadas!

Si opinamos que el mejor escabeche de los lunes lo prepara la Khuchi Hocico, evitemos decírselo en su cara y sólo pronunciemos la sentencia a sus espaldas, no vaya a ser que se enoje. Lo mismo pasa con la Chota Flora, la Fiera Valica, la Potoca y tantas otras versiones nuestras de la picardía. ¿Qué era si no apodo el verso de Quevedo,”Soneto a una nariz” o el soneto de Salvador Novo a Tristán Marof?

Origen de la picardía

Conjunciones y disyunciones, un ensayo del mexicano Octavio Paz, que tiene poco menos de 200 páginas, nació como un prólogo, más bien un introito, nunca mejor dicho, a La Nueva Picardía Mexicana, de Armando Jiménez. La nueva picardía es una feria, una fiesta con todo el colorido mexicano, tanto por su encuadernación variada como por la inclusión de folletos y fanzines de diverso tamaño y forma. Este libro maravilloso y su antecesor, Picardía Mexicana, tuvieron prólogos de 3 premios Nobel y un polígrafo mexicano de enorme valía. Ellos son: Octavio Paz, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez y Alfonso Reyes.

Al escribir el prólogo (introito a guisa de carpocapsa saltitans), Paz se refiere a algo tan opuesto al rostro humano como es el culo, y más aún, el ojo único o ano, que ha sido remontado a sus orígenes mitológicos como el ojo de Polifemo. Su proximidad con la vulva hace que el ano sea objeto de la picardía popular, como en aquel chiste que escuchamos y dice que un varón quería meterle a su pareja por donde no debía. La niña reacciona: “Mi mamá dice que no es por ahí. El varón le contesta: Tu mamá no va a saber más que el hermano…”.

Las referencias al ano son ya viejas. Quevedo escribió una prosa inolvidable citada por Paz, donde se refiere a ese tema escabroso y polifémico en un lenguaje vigoroso y, diríamos, secreto (como esas enfermedades secretas, las venéreas). (Ver Quevedo: Gracias y desgracias del ojo del culo. Dirigidas a doña Juana Mucha, montón de carne, mujer gorda por arrobas. Escribiólas Juan Lamas, el del camisón cagado.).

La picardía mexicana

Según cuenta Armando Jiménez, quiso terminar su larga carrera de arquitecto con una novela, pero no pudo escribirla y en cambio recordaba muy bien los albures de los albañiles que conoció, famosos por esa vieja forma de la picardía popular. Entonces poligrafió el primer manuscrito, buscó a sus cuates en las pulquerías y al cabo le devolvieron el manuscrito con añadidos que sirvieron para un segundo borrador. Con éste buscó la sanción de la Academia, y quién mejor que el polígrafo Alfonso Reyes. En su visita a don Alfonso, se sorprendió que él conociera más chascarrillos y picardías que los albañiles juntos e incluso supiera los orígenes de cada chiste. Sefami da ejemplos sobre los rubros que contempla el citado libro.

La picardía popular está llena de alusiones al cuerpo, al ojo que no se ve (el de Polifemo o el ano) o al sexo.

Todas las flechas, todos los picos y aguijones del verbo picar, disparados contra un blanco que es, a un tiempo, indecible e indecente. ¿Indecible por indecente o indecente por indecible?... todos hablan de “aquello de lo que no debe hablarse”, sólo que lo hacen con un lenguaje cifrado o alegórico: nada menos realista que los “cuentos colorados” y los “albures”.

En nuestro modesto lenguaje, diríamos que la picardía popular es como el locoto, que pica pero no mata; es como el humor popular cargado de cuerpo, de sexo y de “hacer de cuerpo”, tal como abundan ejemplos criollos que hemos recopilado; pero mientras la burguesía y la clase media urbana letrada disimulan sus sentimientos y en eso no se distinguen de otras burguesías y otras clases medias que se reparten por el mundo, el pueblo ríe a carcajadas, llora a moco tendido, grita, cuida a sus padres viejitos, los entierra y el velorio como las sucesivas misas dan lugar a la profusión de chicha y fiesta, aunque no se baile. Con eso teje la identidad de cada jirón, que, en esencia, no es otra cosa que la picardía popular.

Lenguaje y sexo siempre han estado juntos. En esto Camilo José Cela se lamenta que palabras con viejo linaje como culo, carajo, cagar o la diversidad de menciones al coito sean sustituidas por ·el lenguaje elegante” que suele usar eufemismos como cola, trasero, popó, hacer del uno o del dos, hacer el amor, miembro u otros más inciertos y evasivos.

“Domine meo es término muy feo; decid domine orino, que es término más fino” y atribuye (Rodríguez Marín) el dicho a una abadesa que quería desterrar del rezo lo que no le sonaba bien; Cicerón decía que cum nobis se presta a una enojosa asociación en el oído con cunnus; durante el preciosismo francés, en el siglo XVII, las preciosas se abstenían de pronunciar concilier, poner de acuerdo, porque la mala intención quería entender pestañeo del coño o coño pestañoso (con, coño en argot; ciller, pestañear; cillé, pestañoso, con pestañas) como evitaban decir ridicule porque les asustaba el sufijo.

Cela extraña que en el diccionario de la Real Academia no haya la palabra coño, no obstante su ilustre linaje: “La vetada voz a que vengo aludiendo tiene una ilustre etimología (la misma que el francés con, el italiano conno, el portugués cono, el catalán cony, el gallego cona, el slang cunt, aparece en nuestra lengua hacia la primera mitad del siglo XIII, y es registrada por Nebrija. ¿Qué rara suerte de maldición pesa sobre ella?”

En un colegio de curas franquistas radicado en Cochabamba, se instruía no usar la voz paralelepípedo y sustituirla por “prisma de base cuadrangular”. Circula en Argentina un chiste conocido: Un forastero pregunta por dónde puede coger un autobús y el porteño le contesta: Y, como no sea por el escape… En México, la palabra alhaja, alhajita significa ficha, prostituta, mientras en Tarija es sinónimo de bella.

En el prólogo al libro de Jiménez, Octavio Paz dice: “Nueva picardía nos enseña nuestra otra cara, la oculta e inferior. Lo que digo debe entenderse literalmente: hablo de la realidad que está debajo de la cintura y que la ropa cubre. Me refiero a nuestra cara animal, sexual: al culo y a los órganos genitales. No exagero ni invento; la metáfora es tan antigua como la de los ojos “espejo del alma” —y es más cierta—”. Quevedo afirma que el culo es como la cara de los cíclopes. Pasamos del mundo humano al mitológico: si la cara es bestial como el culo, la bestialidad de ambos es divina o demoniaca. Para saber cómo es la cara de los cíclopes, preguntémosle a Góngora; mejor dicho a Polifemo, en el momento en que, al contemplarse en el agua, descubre su rostro: miréme y lucir vi un sol en mi frente/ cuando en el cielo un ojo se veía/ neutra el agua dudaba a cual fe preste:/ o al cielo humano o al cíclope celeste. Polifemo observa su cara disforme como otro firmamento. Transformaciones: el ojo del culo: el del cíclope: el del cielo. El sol disuelve la dualidad cara y culo, alma y cuerpo, en una sola imagen, deslumbrante y total. Recobramos la antigua unidad pero esa unidad no es animal ni humana sino ciclópea, mítica”.

Escritores