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  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
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FERIA LIBRE

El rostro de Mahoma

El rostro de Mahoma
Para armonizar con el espíritu de Semana Santa, a una amiga se le ocurrió indagar acerca del Islam y su origen. ¿Por qué no? Cristianismo e islamismo son religiones hermanas, retoños del mismo tronco, el judaísmo. Empezó por buscar datos acerca de la figura de su profeta mayor, Mahoma, un equivalente de Jesús de Nazaret, aunque sin la pretensión de autocalificarse “hijo de Dios”. Mahoma, de quien hay bastante más bases históricas que del nazareno, por ser más reciente (nacido el año 570) y por la existencia de auténticos historiadores árabes que estudiaron su vida y obra, aparte de profeta (tema de hagiografía, no de historia), fue orador, legislador y guerrero. Durante su relativamente larga vida (murió a los 63 años) destacó como el conquistador que fundó un imperio, cuyos seguidores, los califas, extendieron por Arabia, África y una parte de Europa.

La conquista de Egipto llevó a la fundación de una ciudad, El Cairo, donde existe una de las mezquitas más antiguas del mundo. Una ciudad árabe, no faraónica. Según los expertos la llegada de los mahometanos fue recibida con júbilo por los cristianos coptos, abrumados por la mano dura e intolerante del imperio bizantino. Esos mismos cristianos que han tenido que soportar en estos días brutales y sangrientos ataques a sus templos durante las celebraciones de Semana Santa. Había conocido varios, los recordaba bellos, de fina estética, frugales y acogedores. Un profesor retirado de esa creencia fue su guía en Tebas y los valles funerarios de la otra ribera del Nilo, con quien conversaron mucho acerca de esa iglesia fundada en el siglo I por San Marcos, el evangelista.

El rostro de Mahoma está registrado en varios libros de época, como una Historia de los profetas de Ishaq al-Nishapuri. Se le ve de talla mediana aunque robusta, más bien rechoncho, rostro oval y sonrosado, ojos negros y barba breve. Casi siempre aparece representado con un halo de llamas. En algunos libros la cara ha sido borroneada. El Corán no da demasiadas luces de su aspecto y vida. Mahoma significa “el alabado”, así como Jesús fue irónicamente apodado Cristo (“el ungido”) por sus torturadores.

Según la leyenda, el rostro de Mahoma se oculta ya que fue motivo de persecución por crímenes. Como sea, quedó para la posteridad en tanto creador de “un culto sin imagen” en palabras del poeta Lamartine. Lo suyo fue el comercio de caravanas, lo que le llevó de su Medina natal a La Meca y luego de vuelta, de donde salieron diversas expediciones punitivas que terminaron con La Meca en manos de Mahoma y sus seguidores. La ahora ciudad sagrada del Islam era el centro de cultos politeístas que fueron arrasados por el profeta, con excepción de la Kaaba, un cubo de granito de 13 metros de largo, ancho y alto, donde se guarda una piedra de meteorito calificada por Mahoma de “regalo de Dios”. Alrededor del cubo desfilan los creyentes durante la peregrinación que el Islam les impone realizar al menos una vez en la vida.

El islamismo, como el cristianismo, se dividió a la muerte del profeta, que no dejó herederos aunque sí caudillos. Irreconciliables, han dado lugar a grupos fanáticos cuyas hazañas mortíferas son temibles. Malcolm X, el líder afroamericano escribió en sus memorias: “América tiene necesidad de comprender al Islam porque es la única religión que ignora el racismo”. ¿Suficiente para parar la violencia?, se preguntó mi amiga.

Escritor chileno - www.bartolomeleal.cl