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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Ghost in the Shell

Ghost in the Shell



Sobre la actual —y mala— adaptación al cine del anime de Mamoru Oshii estrenado en 1995.

Abre los ojos y está viva (¿qué es la vida?); Major respira, jadeante, convulsiva. «Este no es tu cuerpo», le dice una doctora. Pero dentro de él está Major, todavía humana. «No eres totalmente robot», dice la doctora. «Ni totalmente humana», piensa Major; en su mente está su espíritu: ¿qué es la vida?

El cineasta Rupert Sanders (Blanca Nieves y el cazador, Black Hole) fue el elegido para adaptar la película anime Ghost in the Shell; mala elección.

El anime original fue dirigido por Mamoru Oshii y fue una adaptación del manga dibujado por Masamune Shirow (editado en España bajo el título Patrulla Especial Ghost). Se estrenó en el Festival de Cine Fantástico de Tokio en 1995; pero se convirtió en una obra de culto, a través del ya casi olvidado VHS.

Varios directores occidentales se interesaron en esta película. James Cameron (Terminator, Avatar) dijo que era un trabajo impactante de ficción especulativa, “la primera película de animación para adultos que llega a un nivel narrativo y visual de excelencia”. Los hermanos (ahora hermanas) Wachowski dijeron que lograron vender The Matrix a los estudios apelando a la reverencia que Hollywood tenía por la creación de Oshii (de hecho, las letras verdes que aparecen y desaparecen en The Matrix son una copia exacta de la introducción de Ghost in the Shell; casi toda la película es un homenaje a este filme).

Este anime inspiró varios clásicos modernos, pero también bebió de muchos otros previos, como Metrópolis, El vengador del futuro, Robocop y, principalmente, Blade Runner (la película parte de una pregunta filosófica: ¿qué hace humanos a los humanos y qué vuelve humanos a los que no lo son, como robots/androides/replicantes?).

Entonces, Ghost in the Shell es una inspiración directa del escritor Philip Dick, quien aportó a un subgénero de la literatura de ciencia ficción: el ciber punk.

Steven Spielberg fue el primero que adquirió los derechos para hacer Ghost in the Shell en 3D. Este proyecto quedó trunco e hizo que cayera en manos de Avi Arad, el productor de El sorprendente Hombre Araña, que contrató a Sanders como director (aquí está el problema: el guión desde un principio no iba a plantear problemas filosóficos, sino que debía ser mero entretenimiento para adolescentes; así lo es).

Primero: Major no cuaja como personaje, sino como una carcasa para mostrar las capacidades del director de colocar neones y efectos en 3D a cada paso (es como un spot largo donde se muestran efectos que están gratis, no aportan nada en la trama). En ningún momento uno se siente compenetrado con la historia de Major.

Segundo: No existe el elemento más importante del ciber punk: ahondar en preguntas filosóficas de la existencia humana. ¿Quiénes somos?, ¿podemos ser dioses creadores?, ¿los objetos piensan y tienen alma?; terrible error pensar que el ciber punk es mostrar robots y ciudades hacinadas por diferentes culturas.

En la serie Ghost in the Shell: Stand Alone Complex (2002), el villano (El Hombre Que Ríe) es un hacker que manipula la información para llevar a Japón a una guerra contra los refugiados asiáticos. El grupo Anonymous utiliza el mismo logo que el villano que pareció inspirar la paranoia de la era de Assange y Snowden. En el mundo de la serie Ghost in the Shell, Estados Unidos es un imperio aliado de Rusia y está en guerra contra México. La fantasía se hace eco en la realidad.

El Ghost in the Shell de Rupert Sanders no está vivo; no todos los objetos tiene alma.

Periodista y escritor - [email protected]