Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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FERIA LIBRE

Mapuches

Cuando Chile llevaba poco más de medio siglo de independencia de la corona española, una guerra de expansión territorial hacia el norte fue emprendida contra Bolivia y Perú, la llamada “guerra del Pacífico”, aunque más bien debió llamarse “guerra del salitre”. Eso es historia conocida. Sin embargo, no es tan conocido que en esa misma época Chile estaba en otra guerra expansionista de larga data en el sur, contra la Araucanía, el territorio perteneciente a la etnia originaria, el pueblo mapuche. La Araucanía había sido reconocida como territorio independiente desde los gobiernos coloniales. Sin embargo, para nadie era un secreto que allí estaban las mejores tierras agrícolas y los extensos bosques australes, lagos y ríos de agua dulce, fauna silvestre y lluvia abundante para acoger la vida en forma casi ilimitada. Por eso los “indios” se defendieron con bravura.

Fue el triunfo sobre Bolivia y Perú, más el pillaje de sus recursos minerales, lo que provocó una bonanza que permitió a Chile reforzar sus capacidades bélicas y consolidar lo que el historiador Vicuña Mackenna llamó la “guerra a muerte” contra los mapuches pro realistas de la Araucanía. Ya habían sido diezmados por los conquistadores, un tercio del millón de habitantes primigenios aniquilado por un sistema de esclavismo llamado “encomienda”; más las brutales faenas mineras, la fuerza de las armas y una sórdida guerra bacteriológica con tres armas letales: la fiebre tifoidea, el sarampión y la sífilis. Un cuarto flagelo, el aguardiente, ayudó a degradar a esa sociedad que no conocía gobierno central, que funcionaba con clanes familiares que sólo se unían para grandes acontecimientos, entre ellos la guerra. Los mapuches no construían ciudades, pero asimilaban los conocimientos de sus invasores, fueran incas, españoles o chilenos.

Los mapuches fueron aplastados en el sur, como lo habían sido en el norte y el centro, obligándolos a someterse. El despojo de sus tierras se hizo institucional y se importaron colonos desde Europa para entregarles sus posesiones colectivas. Para los mapuches quedaron suelos marginales, reservas indignas y folklore, formas hipócritas con que los conquistadores republicanos han pretendido mostrar respeto a la etnia original por más de dos siglos. Amén de misioneros y una educación miserable. Pues la guerra continúa y los mapuches actuales no se dejan domeñar y ahora han pasado a formar parte de una nueva forma de demonización: “terroristas”. Una ley antiterrorista que apunta directamente a ellos los está acosando, y la respuesta mapuche ha sido y sigue siendo violenta en muchos casos. Los políticos están desorientados. Carentes como son en la actualidad de valores éticos, pues sólo el dinero manda, no hallan qué postura asumir frente a esta nueva ofensiva contra los legítimos habitantes ancestrales del territorio.

Los historiadores de los siglos XIX y XX, más interesados en las hazañas bélicas e institucionales del Chile republicano, como Barros Arana y Encina, menospreciaron el legado mapuche y legitimaron el abuso. Sólo algunos como Bengoa han reconstruido su historia. Vive por cierto en la sangre mestiza y en el corazón de los chilenos. Colo-Colo, el nombre de un cacique mítico del poema épico La Araucana de Ercilla, es un popular equipo de fútbol. Catrileo es el triste superhéroe de un comic. Hay un errático político de centro, un par de futbolistas, un notable autor de literatura noir, algunos académicos y un farandulero de la tele. El mapuche no tiene quien le escriba su secular soledad…

Escritor chileno - www.bartolomeleal.cl