Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

Pastel de peras con lavanda

Pastel de peras con lavanda



Reseña de la comedia romántica francesa que dirigió Éric Besnard y se estrenó en 2015.

Louise está preocupada. Debe pagar la hipoteca del banco en menos de una semana, si no perderá sus tierras (las tierras que le dejó su marido antes de morir), donde se recostaba en las tardes, feliz (porque todo pasado es feliz) al lado de su esposo, que ya no está; así se siente la soledad.

Miraban el cielo, ahora gris y triste, a través de las hojas de los perales. Mi tierra es mi esposo, piensa, y deja de mirar la carretera (apenas un segundo) cuando suena el celular. Regresa la mirada, pero su mente sigue atrás, en los perales, en las tierras; en ese instante pisa el freno, algo tarde: atropella a un hombre y el polvo se levanta hacia adelante.

Pastel de peras con lavanda es una comedia francesa escrita y dirigida por Éric Besnard (600 kilos de oro, La sonrisa del payaso), desconocido en Bolivia: es muy posible que jamás se estrenen sus películas en las salas de nuestros cines (los dueños o gerentes prefieren blockbusters que tiene de protagonistas a superhéroes o personajes de videojuegos o animales que hablan o animales que no hablan).

Pastel de peras con lavanda (esta película la vieron más de 500 mil personas en Alemania) tiene de escenario a los campos de la Provenza francesa y hace un homenaje al cine silente (el cine de Buster Keaton y Charles Chaplin).

Pierre se levanta de súbito, no puede explicarse lo que pasó. Está lleno de polvo y tiene una mirada perdida. Tiene síndrome de Asperger. ¿Estás bien?, pregunta Louise. ¿Estás bien?, vuelve a repetir. Pierre agarra su laptop (adornada con círculos de colores) y escapa hacia los pastizales, lejos de la carretera.

En los años ochenta apareció una nueva tecnología en el cine: el olorama. En las salas de cine de Europa se esparcían aromas que acercaban al espectador a tener una experiencia más completa de la película (sobre todo en comedias). En Pastel de peras con lavanda se vive una experiencia similar sin necesidad de artificios. En palabras de Éric Besnard: “Quise hacer una película sensorial, que se pueda disfrutar con más sentidos que sólo la vista”.

Pierre es superdotado: es ajedrecista, hacker y experto en matemáticas; y también está enamorado de Louise. ¿Por qué?, pregunta. Porque no, responde Louise. No es una respuesta, dice Pierre. Quiero quedarme en tu casa. No puedes hacerlo, responde Louise. Puede hacerlo, mami, dice su hijo. Así me seguirá ayudando en las matemáticas.

A pesar de ser una comedia romántica no posee los clisés del género (chica que conoce a chico, persecución antes de un final feliz). En todo el metraje no existe un contacto entre Pierre y Louise: no hay besos ni caricias (pellizcos sí); sin embargo, cada escena está impregnada de un amor que crece a través de entender al otro (¿acaso no funciona así el verdadero amor?).

Es diferente, ¿verdad?, pregunta Louise a Félix, un librero con quien vivía Pierre. Es honesto, de confianza, fiel y no le desea mal a nadie, responde. Sí, desde luego que es diferente a los demás. Louise sonríe (la actriz Virginie Efira que le da vida es hermosa y plena).

Uno de los retos del director fue que en la película no exista ese contacto que muchas veces se espera en un film romántico de Hollywood: “Desde que vi La edad de la inocencia (M. Scorsese, 1993), donde la cumbre del erotismo es un momento en el que se acarician las manos, tenía ganas de rodar una historia de amor en la que los dos personajes no se van a tocar”.

Será difícil, dice Félix. Pero el amor es difícil. Louise mira el campo de peras, enorme y lleno del recuerdo de su esposo, y le llega el aroma de la lavanda, pronto será invierno y el banco debe cobrar la hipoteca o embargar las tierras. El amor es difícil, responde, y luego mira a Pierre con esperanza.

Escritor y periodista - [email protected]