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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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“Es fácil para ti el abandonarme” [O sobre la pérdida de patrimonio]

“Es fácil para ti el abandonarme” [O sobre la pérdida de patrimonio]



Al ritmo de cumbia, la autora recapitula las circunstancias que dieron lugar al desplome de una casona patrimonial en la plaza Murillo (La Paz) y analiza los problemas en la gestión del patrimonio arquitectónico en Bolivia.

El pasado 8 de enero del presente año, del cielo paceño cayó una intensa lluvia, como siempre sucede en esta época, pero con ella también cayó el muro frontal y parte del lateral de una casona antigua ubicada en las calles Ballivián y Bolívar. La que está al lado del palacio legislativo y le pertenece a la familia Campos; esa que está(ba) en plena plaza Murillo, esa donde alguna vez Lorini fundó la Botica y Droguería Italiana, esa, la amarilla que está a 20 pasos del Kilómetro 0.

Tal noticia me llenó de pena y compartí en mi cuenta de Facebook la foto de los daños que subió el periódico de La Razón. En mi publicación yo responsabilizó al Presidente y al Gobierno central de esta pérdida, pues no se preocuparon por desarrollar un plan de rescate del centro histórico de la ciudad de La Paz, por andar invirtiendo en cosas como el Dakar o un palacio, que creo yo no necesitamos.

Dicha publicación llamó la atención del señor Luis Oporto Ordónez, director de la Biblioteca del y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa. Él discrepó con mi postura y permitió que se abra un “diálogo”.

Al ver que no podíamos alcanzar una koiné de opiniones, aproveché la situación y le lancé un guante blanco. Quise retarlo a un duelo de baile, cadera contra cadera, pero recordé que el “Bailando por un sueño” había cerrado sus audiciones, así que no me quedó de otra que retarlo a un duelo de textos. Él aceptó mi desafío, estipulamos solo verter datos concretos; más información que opiniones y mandar estos textos, una vez terminados, a la opinión pública. Él me concedió lanzar la primera piedra por haber sido mi idea, y aquí está mi primer vidrio roto.

¿Cuál es la entidad responsable de la conservación del patrimonio cultural?

Para responder a esta pregunta, antes se debe averiguar qué regula la intervención de patrimonio. La respuesta es simple; una ley: La Ley del Patrimonio Boliviano se la elaboró en la gestión 2013/2014, y fue una “ley prematura”, vio la luz un 27 mayo sin haber sido socializada previamente con los expertos del área. Como resultado, se obtuvo un conjunto de muy buenas intenciones, pero que carecen de presupuesto y una designación de competencias concretas. A la fecha aún no está listo el reglamento de la ley, se prometió su conclusión para el primer semestre del 2016, y se espera que con él se puedan subsanar los vacíos legales y de planificación. Pero como ya fue aprobada la ley, hay que trabajar con lo que se tiene y es en ella que todos debemos ampararnos, pues la ley es la justicia (dicen).

El objeto de dicha ley es el siguiente: normar y generar políticas públicas que regulen la conservación del patrimonio boliviano, ya sea que se trate de registro, clasificación, repatriación, custodia, restauración, expropiación, etc.

Mi argumento en esta primera entrega reposa precisamente en el objeto de la ley. La responsabilidad de preservar el patrimonio boliviano cae enteramente sobre los hombros del Gobierno central. Ojo que el oficialismo tiene todo el poder de delegar tareas mediante políticas públicas, siempre y cuando las proponga, las desarrolle y sean provechosas para los fines de la conservación, cosa que no está pasando en la actualidad.

Mi mayor observación reside precisamente en ello. La Paz (así como otras ciudades) carece totalmente de un plan de rescate patrimonial en caso de desastres o simplemente para la preservación del patrimonio. En Bolivia, las ciudades con declaratoria (antes) tenían un plan desarrollado por la cooperación española: Sucre tenía el PRAHS (Plan de Rehabilitación de Áreas Históricas Sucre) y Potosí, el PRAHP (la última sigla se refiere al departamento de Potosí). ¿Acaso debemos contar con el reconocimiento de una entidad europea como la Unesco para poder tener un plan de conservación?, ¿no es eso colonialismo?

Como la ley no es muy clara sobre quién debe hacer qué cosa, es muy fácil para el centralismo delegar la carga y responsabilidad a otros, escudados en la Ley de Autonomías, pero, ¿qué pasa cuando la misma Ley de Patrimonio impide tanto al municipio como a la gobernación intervenir para conservar?

Analicemos en específico el caso de la mencionada casona. La Alcaldía de La Paz la tiene o la tenía registrada como un inmueble de categoría B: se le asigna este valor a todos los inmuebles y/o espacios públicos que, fuera de poseer valor histórico, ambiental, urbanístico, arquitectónico, tecnológico o artístico, presentan alteraciones irreversibles en su tipología original y son susceptibles de conservarse en forma parcial. Los inmuebles de las categorías A y B se constituyen como bienes protegidos independientemente de contar o no con una declaratoria de patrimonio.

A partir de aquí todo se empieza a poner tan triste y movido como una cumbia de desamor, como la de los Ángeles Azules que suena en el título de este texto.

¿Qué sucede entonces? El ministro Ministerio de Culturas y Turismo entra a la pista de baile con un “pasodoble”, muchas veces antes visto, y le vuelca la responsabilidad al municipio y a los dueños de la casona: marca el ritmo diciendo que la casa no tenía declaratoria, que era “propiedad privada”, que la Ley de Autonomías le da poder al municipio para intervenir y que, por ende, no es su responsabilidad, se retira levantando los hombros de arriba abajo.

El municipio entra con un coqueto paso al costado y dice que para intervenir, necesitan de permisos y amparo del Ministerio, baila bien agarrado y apretadito con el artículo 58 de la Ley de Patrimonio, que prohíbe cualquier tipo de intervención sin una previa aprobación y/o permiso de las entidades competentes, y como buen chuta-cholero, en la otra mano hace dar vueltas el artículo 54, el de Prohibiciones, y en en el que se los deslinda de cualquier acción directa, sin previo consenso o aprobación del Ministerio de Culturas y Turismo.

Los propietarios del inmueble, suavecito para abajo, para abajo, se defienden; dicen que la Alcaldía les prohibía la demolición de la casa, y suavecito para arriba, para arriba, acotan que no les dejaban refaccionar, “maquillaje no más querían que hagamos”.

La Gobernación no vino a bailar esta cumbia triste, la cumbia del desconsuelo patrimonial.

El artículo 56 de la mencionada ley dice que, previa a una indemnización justa, el órgano rector tiene el poder de expropiar bienes inmuebles que se constituyan como patrimonio. Pregunto yo: ¿Qué impedía al Gobierno expropiar esta casona? Si ya estaba abandonada, tenía riesgo de desplome, de demolición y de desaparición total, tal y como pide la ley. Sin mencionar que estratégicamente les conviene ocupar toda la cuadra para fines legislativos.

Con parte del dinero que se está invirtiendo en la Casa del Pueblo (252.4 millones bolivianos) y el nuevo Palacio Legislativo (478 millones de bolivianos), se podrían expropiar todas las casas del centro histórico, incluyendo el anillo del área de transición hacia las construcciones contemporáneas, para restaurarlas, rehabilitarlas y conservarlas. Así se lograría mantener la memoria de la ciudad y, por qué no, el Gobierno podría usar las instalaciones para sus propósitos. Con lo que sobre, pareciera demasiado pedir, se podría hacer un centro para que se abra la licenciatura en conservación de bienes culturales en el país. Eso es hacer gestión para el patrimonio, eso es generar políticas públicas para la conservación de nuestra historia.

Si es deber del Estado resguardar la herencia cultural, no sé cómo se empeñan en responsabilizar al municipio; cómo se pide que sean los del municipio los que ocupen de la conservación, cuando nuestro Estado no da el ejemplo; basta con revisar la rendición de cuentas públicas del Ministerio de Culturas y Turismo para ver que ni siquiera el mísero 2 por ciento que se designa al área de Patrimonio se ejecuta.

El municipio tampoco es inocente. Confiado en los vacíos de la ley, aprovecha para autorizar la demolición de medio Sopocachi y otras zonas para cobrar impuestos de los tremendos edificios que se levantan cada día. Además que bien podría salir de ellos, la iniciativa de un plan y un proyecto para la rehabilitación del área urbana de La Paz y proponerlo en sus POA anuales.

Los dueños de casa son aquí víctimas/victimarios, pues no tienen culpa de haber heredado un bien con una carga histórica, ni que las autoridades (in)competentes jueguen quema quema con la responsabilidad de conservar. Victimarios también, porque en todo su afán de ganar algo de su herencia ponen en sus prioridades el usufructuar antes que mantener la patrimonio. Reducir todo al Código Civil y decir que la casa es “privada” es demasiado prosaico y simplista. La historia es colectiva, es algo que nos pertenece a todos, por más de que esta se manifieste en una “propiedad privada”. ¿Acaso no merecemos que se cuide mejor de nuestra identidad?

Así es como esta cumbia llega a su estribillo final: //Es fácil para ti el abandonarme//, nadie se hace cargo de la conservación del patrimonio boliviano, //Llevándote mis sentimientos//, como hemos visto es muy simple deslindarse las responsabilidades, //Ahora más que nunca te necesito junto a mí //, y hasta que no se tome un rol activo en este tema, no nos queda otra que despedirnos de la historia. //No me abandones amor, que me he entregado a ti //.

Algo que deben tener presente las autoridades es que solo con una declaratoria no se conserva: //No podré sobrevivir, necesito tu calor//, colocar una plaqueta no detiene el paso del tiempo, //Me duele al saber//, generar papelería y show mediático no sostiene los techos y los muros, //que he sido un paso más, en tu sendero de amor//, se necesita un presupuesto fijo y generoso acompañado de una buena gestión para preservar. // Y que te vas marchar sin motivo ni razón// Al tiempo no le importan las leyes de los hombres, y es contra él, la lucha es contra el tiempo, no entre nosotros. //Lo dice mi corazón//.

Me imagino, sin alejarme de la realidad como se alejan nuestros funcionarios, a todas las casas históricas, con sus tejas rotas y sus eflorescencias de sales, me las imagino tristes cantando esta cumbia, con sus líquenes creciendo y los grafitis manchando sus rostros, las veo entontando a los gritos: Es fácil para ti el abandonarme, / llevándote mis sentimientos, / no me abandones amor, que me he entregado a ti. / Es fácil para ti el abandonarme…

Conservadora de Bienes Culturales -

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