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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Neruda, el poeta comunista y salvaje

Neruda, el poeta comunista y salvaje


Dicen que Neruda era tan popular que tuvo que cederle su espacio a Salvador Allende. De otra manera no hubiera sido elegido presidente. Dicen que sus amores dependían de la virtudes maternales que cada una le expresara. Dicen que fue el más grande poeta del siglo XX. La más reciente película del director chileno Pablo Larraín (No, El club), con guión de Guillermo Calderón y protagonizada por Luis Gnecco (Narcos), sugiere al espectador que olvide todo lo que cree conocer del poeta. Es un biopic atípico de los años más beligerantes de Neruda -no por sus acciones, por sus pensamientos-, en una narración que acuña la forma de un artista y senador contradictorio: cobarde en la cama, valiente en el discurso; sucio en la casa, aséptico como político. Gnecco, ahondando en las frivolidades del sentencioso Neruda, da vida a un tipo del que se sabe todo y nada.

Hablamos con el protagonista de esta película que ya estuvo nominada a los Globos de Oro (aunque no lo ganó, pues el galardón a mejor película de habla no inglesa fue para la francesa Elle).



¿Por qué Neruda, en los 40, fue catalogado como un peligro público en Chile?

Por la sencilla razón de que Gabriel González Videla fue electo como presidente, en parte, gracias a Neruda. El eslogan de campaña, que decía “El pueblo te llama Gabriel, porque desde el norte vienen las masas (...) el pueblo te llama Gabriel”, lo escribió Neruda. Después, en su momento, los antiguos aliados en la coalición, integrada por comunistas, demócratas y radicales, rompieron relaciones debido a la opresión que desencadenó Videla contra los trabajadores mineros. Neruda no toleró esa traición y se transformó en su crítico más radical.

Videla engañó a Neruda. En la película se ve que era un líder muy cercano al gobierno de Estados Unidos, y en plena época del macartismo, al comunista chileno no le iba muy bien; entre estos, Neruda como la cara visible del comunismo en el sur tuvo que arrancar hacia la clandestinidad. Fue proscrito. Cabe recordar que en los años 40 Neruda, además de ser poeta, era senador.



¿Y esa persecución potenció su poesía?

Ya lo creo. Buena parte de su poesía en esos tiempos fue política. De hecho, en la película, las personas que fueron relegadas de sus cargos públicos arbitrariamente (el relegamiento injustificado se puede considerar como una suerte de exilio interior), aparecen recitando como acto de protesta el poema de Neruda “Pido Castigo” o “Los Enemigos”. En esta época también estaba escribiendo Canto General, una obra magnífica por su densidad y ambición, la cual fue muy gravitante a la hora de entregarle el Premio Nobel. Es una especie de refundación de América, pero además es un trabajo que llega hasta nuestros días, en el que habla de los dictadores y las personas que se aprovecharon de su poder político para oprimir al pueblo.

Cuando Neruda recibe el Nobel de Literatura en el 63, el discurso abarca su periodo como perseguido y opositor, de cómo ese hostigamiento lo construyó como artista, hombre y poeta.



En la película, el verdadero antagonista, no muy visible, es González Videla. ¿Cuán dañina fue su presidencia para Chile?

Él era un radical, fue un tipo que se aprovechó de la izquierda. Un estilo muy similar, en lo rastrero, al de Pinochet. En la historia de Chile fue nefasto. De hecho, fue absolutamente real que Augusto Pinochet era uno de los que dirigía el primer campo de concentración en Pisagua cuando Videla era presidente. En esa prisión eran recluidos los comunistas víctimas de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia que decretó la ilegalidad del Partido Comunista de Chile. Su presidencia dio luces de lo que iba a ser, 30 años después, el golpe de estado contra el poder popular en Chile.



¿Puede el tinte político de la película decepcionar al espectador que busca al Neruda artista?

Lo interesante del guión es que toma ese momento de Neruda, y toda la ficción que se desarrolla en la película, para hacer una celebración del poder que la ficción tiene en un autor. Entonces, eso hace que los más apegados al realismo se distancien un poco de ella, pues no es especialmente un largometraje biográfico. Sabe recordar un periodo exacto de Neruda en el que está inventando su propio destino, tanto político como poético.

 

Alguna vez la escritora Laura Restrepo dijo que ella no se volvió comunista para comer mierda. ¿Es posible que Neruda pensara algo parecido?

Neruda era un personaje complejísimo porque era un comunista comprometido. Eso de ser senador no era un cargo superficial. Es muy interesante que tuviera esa dualidad: era comunista, pero a la vez era un gran gozador, celebrador, gourmet, todo un hedonista. Esto se entiende un poco a nivel mundial desde su talante artístico, ¿no?, pero en nuestro país siempre provocó que el personaje de Neruda fuera alguien polémico, no muy amable. Hasta el día de hoy la derecha no ve con buenos ojos a Pablo Neruda, a pesar de ser uno de los poetas más grandes que hemos tenido en el siglo XX. Esa dualidad entre el proletariado y la burguesía no lo hacía bienvenido en Chile.

¿Qué había de nuevo para contar sobre Neruda, entendiendo que es una figura ya madurada en el imaginario chileno?

Eso fue difícil porque el imaginario suele ser prejuicioso. En realidad nadie conoció al Neruda intimo. Recabé alguna información, hablé con varios actores que lo conocieron, pero reconocer su intimidad es complejo, porque además las grabaciones que hay sobre él son adustas. Hablaba como sabiendo que una cámara lo grababa. Por ejemplo, existe una interesante conversación con García Márquez donde cada uno está más tieso que el otro. Hasta con esos personajes se veía un tanto fingido.

En Chile, como tú dices, tienen una visión personal de él. Por lo tanto, yo tenía que luchar contra eso; cualquiera que fuera el camino que tomara iba a ser criticado por anta o por manga. Con el director, Pablo Larraín, llegamos a la resolución de que Neruda era como yo, alguien normal. Si bien es cierto que él era sentencioso y hablaba lento, decidimos que solo debía ir hacia ese tono declamativo cuando estaba recitando. Además, como no íbamos a usar efectos especiales, tenía que engordar. Era un licencia muy extrema hacer un Neruda flaco.

Los aspectos que primero me conectaron a él fueron sus virtudes ramplonas y aterrizadas, construidas a partir del guión de Guillermo Calderón. Yo simplemente tuve que ponerle carne a las palabras, que, se supone, es lo que hacemos los actores.  



Ese guión asegura que Delia del Carril, su esposa en tiempos de hostigamiento, lo educó. ¿Por qué?

Bueno, sí, lo educó en lo más superficial. Porque Neruda era un tipo muy salvaje. Alguien que nació en 1904, en lo profundo del sur chileno, en un territorio donde en ese entonces se libraba una guerra entre los militares y el pueblo mapuche; que se había criado con su padre, un chofer de locomotora, en ese lugar candente; y a los 20 años escribió Veinte poemas de amor y una canción desesperada, encontró en Delia del Carril un rol maternal que se encargaba de cuidarlo y enseñarle etiqueta.

Neruda, del sur se fue a Santiago, y de la capital, a la Indochina. Allí llegó como cónsul a fumar opio y a tomar whisky con los ingleses; después fue diplomático en México y ayudó a refugiados de la Guerra Civil Española… En fin, el tipo era todo un personaje. Pero era rudo y agreste. Alguien que no sabía comer, que no entendía los códigos de comportamiento en público. Un pequeño salvaje con alma refinada que Delia supo pulir. A su vez, él la premiaba con un amor maravilloso. No es poca cosa decir que tienes a Pablo Neruda en tu casa escribiendo poemas. Una relación efectiva.



En El club, anterior trabajo de Larraín, aquellos que discuten al poder se transforman en personajes de oscura complejidad. ¿Pasa lo mismo con el Neruda de esta película?

Mira, una de las cosas que hacen de Larraín un buen director es que justamente sus películas no tienen un mensaje único. Él construye historias fragmentadas de un país que se ha tenido que recomponer del trauma producido por la dictadura. Sus personajes son tipos llevados al extremo, marginales que siempre están asumiendo otras identidades. Pasa en Tony Manero, Post mortem, No y El club: los personajes siempre están tratando de asumir otro sentido, y bueno, Neruda es el epítome. Es el artista que inventa su propio destino y al perseguidor.

Lo que Pablo (Larraín) ha hecho con su cine es muy interesante porque ha sacado a la política de esa estética tiesa. El sentido de esta película es una gran reflexión, un canto a la ficción, a la libertad que encierra a la ficción. Neruda se da cuenta de que solo a través de esa “mentira” puede escapar, creando así el mito de sí mismo.

Periodista