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Ciudadelas misteriosas

Ciudadelas misteriosas
L. Sprague de Camp fue un escritor de ciencia-ficción de segunda fila, aunque no por ello carente de interés. Amigo de Robert Heinlein e Isaac Asimov, inspiró a este último para crear a uno de sus Viudos Negros. Es autor de las exitosas sagas de Conan el Bárbaro, los aficionados saben de quien hablo, un personaje de culto creado por Robert Howard que protagonizó novelas, cuentos, películas y comics. L. Sprague de Camp publicó numerosos cuentos en las revistas “pulp” y también biografías de Lovecraft y Mme Blavatsky, la reina madre del esoterismo; uno de sus fuertes fueron los ensayos sobre temas científicos. Era de profesión ingeniero aeronáutico. Su libro Los antiguos ingenieros (1963) es digno de leerse y recomendable para los colegas. Entre sus obras más populares se ubica Ciudadelas misteriosas (1964).

Este libro es una guía a un conjunto de ruinas y civilizaciones de los tiempos antiguos, donde el autor se permite todo tipo de divertidas aunque más o menos fundadas especulaciones acerca de su nacimiento, desarrollo y decadencia, así como señala libros de literatura fantástica que se han inspirado en ellas. Los lugares escogidos son: Tartessos (enclave minero prehistórico en el sur de España), las pirámides egipcias de Giza, las rocas rituales de Stonehenge, la asediada ciudad de Troya, Marib (cuna de la reina de Saba, en Yemen), Zimbabwe (que albergó las minas del rey Salomón), Tintagel (la mítica ciudad de los Caballeros de la Mesa Redonda), Angkor en Camboya, la ciudad maya de Tikal, la ciudad incásica de Machu Picchu, Nan Matol (la Venecia del Pacífico), la perdida isla de Atlántida mencionada por Platón, y Rapa Nui la isla de los Moai... El autor se apoya en los descubrimientos arqueológicos más recientes de su época. Su esposa colaboró con él, como en otras publicaciones.

Era un ateo L. Sprague de Camp y eso lo hace prescindir de las babosadas pseudo religiosas que suelen infectar los fantaseos sobre tales lugares rodeados de misterios. Advierte el autor al inicio: “Muchas personas son románticas al nivel del corazón. Las ruinas antiguas y las ciudades perdidas les fascinan… Parados a la sombra de una pirámide bajo la luna, espiando a través de las defensas de un castillo castigado por el tiempo, o mirando al crepúsculo enrojecer las columnas de mármol de un viejo templo, sueñan con un pasado heroico en el cual todos los hombres eran poderosos, todas las mujeres hermosas, todas las vidas aventuras, todos los problemas simples”.

Para que nadie se confunda, el autor avisa que no compra la nomenclatura A.C. y D.C. (antes y después de Cristo), sino que usa los signos – (menos) y + (más) para indicar años y siglos separados por la convención cristiana. Aprovecha entonces para demoler las tretas judeocristianas que andan viendo justificaciones a las fantasías bíblicas en la vieja historia. Pero también se burla de las teorías ridículas que adjudican a habitantes extraterrestres la creación de tales lugares misteriosos. Uno podría decir que este autor de la edad de oro de la ciencia-ficción se abocó más bien, por un lado a la literatura fantástica y por otro a la divulgación científica, creando un estilo suyo propio que lo ubica sin duda en el panteón de los imprescindibles, sin haber producido obras maestras. Como sea, Ciudadelas misteriosas es un libro para soñar con el pasado y el futuro; y, si hay energía, emprender un viaje iniciático. Para eso no hay edad…

Escritor chileno www.bartolomeleal.cl