Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 21:24

[La Lengua Popular] No en esta vida

[La Lengua Popular] No en esta vida



Desde su aparición en 1985, en el Troubador de Los Angeles, Guns N’ Roses fue una banda que creció vertiginosamente y llegó a dominar todo el estrellato del rock. Al mismo tiempo, sus escándalos, provocaciones y affaires de todo tipo hicieron de ellos un verdadero fenómeno social. Llegaron a lo más alto, consiguieron un éxito como prácticamente ningún otro grupo de rock logró en tan poco tiempo. Y, finalmente, entre cientos de discusiones, enfrentamientos y pleitos, Guns N’ Roses dejó de existir como banda en 1994. O, por lo menos, eso es lo que creíamos todos durante casi 23 años.

Todo aquel que creció a finales de los 80 y principios de los 90 sabe de la dimensión del fenómeno. En pocos años, y con unos cuantos discos, sin llegar a la plenitud de su creatividad, nos dieron momentos gloriosos, tanto en canciones como en conciertos en vivo. En poco tiempo, pasaron de tocar por cervezas en el Troubador a llenar estadios por todo el planeta. Insuflados por las personalidades y talentos avasalladores de sus dos agentes imprescindibles y paradójicamente dependientes: Axl Rose y Slash. El primero, un maniático tan genial como cantante y compositor, y a la vez un idiota mayúsculo. Su ego personal, el resentimiento por todo lo que lo rodeaba y su necesidad obsesiva de que se hable de él, para bien o para mal, fueron sin duda una de las causas de la separación estrepitosa de la banda. El segundo, carismático y talentoso al extremo. Con su sombrero de copa y su amor por la pentatónica, le aportó ese sentido melódico y blusero al caldo cargado de heavy metal de la banda, dándole una particularidad y un feeling inigualable al sonido de los Guns. Es en ellos y sobre ellos que se conforma la médula de Guns N’ Roses. Solos no pasan de músicos exitosos y talentosos. Juntos son dinamita pura.

Al nominal Guns N’ Roses de Chinese Democracy (entiéndase Axl) le faltaba algo, o más bien todo. Ese engendro era cualquier cosa, menos Guns N’ Roses. Y todos aceptamos ese hecho decepcionados. Pero, después de escuchar a Slash decir cosas como: “Me importa una mierda Guns N’ Roses”, o a Axl afirmar que: “Slash es un maldito cáncer”, esa decepción dio paso a una certera resignación.

Por eso, cuando el primero de abril pasado (April Fools Day) corrieron rumores de una reunión de los miembros originales de la banda para el Coachella Festival, todos lo tomaron como una broma de muy mal gusto o un chiste del Día de los Inocentes. Pero no era así. Para delirio de todos los gunners, incluyendo el que escribe estas líneas, todo era cierto. El show del reencuentro se realizó en el mítico Troubador de Los Angeles, el lugar donde hace 23 años debutaron con su formación consagrada: Axl Rose, Slash, Duff Mckagan, Izzy Stradlin y Steven Adler.

Era todo verdad y surreal. 23 años después, no estaban todos, pero sí los más importantes: Axl, Slash y Duff Mckagan. Estaban acompañados por Dizzy Reed (teclado) Frank Ferrer (batería), Richard Fortus (guitarra rítmica) y Melissa Reese, todos de la formación de Chinese Democracy. Pese al escepticismo inicial y a la fractura de Axl, lo más difícil ya había acontecido, y todos esperaban el anuncio de alguna gira. Y afortunadamente se dio. La gira fue nombrada irónicamente: “Not In This Life Time”, en referencia a la respuesta que Axl dio en 2012 sobre las posibilidades de una reunión con Slash: “¡No en esta vida!”.

En este sentido, el resto de este artículo es una pequeña crónica del concierto de los Guns en el Allianz Parque de São Paulo, el pasado 12 de noviembre. Tuve la fortuna de asistir. Es la primera cobertura en el extranjero de La Lengua Popular. ¡En hora buena!

El show estaba marcado para el 12 de noviembre de 2016, segunda fecha paulista para la gira, que ya había pasado por Lima, Santiago, Rosario, Buenos Aires y Porto Alegre.

Mi boleto era de pista, así que estaba relativamente cerca del escenario. Pese a la cantidad masiva de gente, la organización fue espectacular y sin mayor sobresalto. A las 21:30 se apagaron las luces del Allianz. En coro, la multitud aclamaba: “¡Guns N’ Roses! ¡Guns N’ Roses! ¡Guns N’ Roses!”. De súbito, una gran explosión de luminarias y sonido le dieron la bienvenida al opening sagrado de los Guns: “It’s So Easy”. Apareció un Axl Rose menos abrigado que de costumbre, algo subido de peso, pero aún con un dominio indiscutible y espectacular de su oficio. No era aquel del Ritz del 86, pero tampoco era el Axl desfigurado y sin matices de los últimos 22 años. Era un Axl cincuentón, pero definitivamente era Axl.

Después vino la banda engancha con “Mr. Brownstone”, con un Slash en primer plano, omnipresente en las dos pantallas gigantescas del escenario, haciendo chillar su Gibson Les Paul Ocre con su mezcla mágica de estridencia y finesse tan particular. Y carburando a mil todo el tiempo.

El show continuó sin interrupciones con “Chinese Democracy” y “Double Talkin’ Jive”, en el que el nuevo baterista, Frank Ferrer, definitivamente da cuenta del recado. Y en las que Slash reconfigura en su viola y su jam, el toque Guns que no tenían los temas del Chinese, francamente planos e insípidos, sin la capacidad timbrística y melódica de Slash. Un espectáculo. Y una sorpresa agradable. Comencé a adorar el Chinese Democracy.

En una desacelerada brutal, pero atinadísima, le tocó la hora a “Estranged”, acompañada del coro de delfines que saltaban de la Gibson (esta vez dorada) de Slash. Y nuevamente una dislocada de cerebro sin respiro, con “Live And Let Die”, el cover súper afortunado y recargado del tema dulce de Paul McCartney, que en las manos de los Guns adquiere potencial adjetivo totalmente distinto.

El set list del show continuó con varios clásicos de la banda: “You Could be Mine”, “This I Love” (temón de Chinese Democracy), “Coma” y “Civil War”, seguidos de la presentación y los solos de la banda. Seguidamente, Slash comenzó con su solo clásico de The Godfather, que sirvió de preludio a “Sweet Child O’ Mine”, donde todo el Allianz explotó en frenesí y locura. A continuación, la desacelerada vino con una versión semiacústica fenomenal de “Wish You Were Here” de Pink Floyd, que también le sirvió de preludio a la power ballad por excelencia de los Guns: “November Rain”. Y, para darle con todo al aura particular de ese día de noviembre, empezó a lloviznar justo cuando Axl empezó con sus acordes en el piano. Trance y catarsis puras. Finalmente, este show único y descomunal siguió curso con “Knockin’ on Heaven’s Door”, seguido de una versión alucinante de “Angie” de los Stones, “Patience”, y, para el gran finale, un clásico: “Paradise City”.

Al saber que la cosa ya terminaba, por lo menos yo, como espectador alucinado, traté de absorber el último “restito” de lo que estaba a punto de fenecer. Slash tocando con la guitarra en la espalda (a la Hendrix), Axl corriendo febrilmente por todo el escenario, Duff sosteniendo toda la onda, la lluvia, la pirotecnia, la masa enloquecida y el amor de mi vida al lado mío. Fue un momento único que sabes será irrepetible y que, por eso mismo, le debes chupar hasta la última gota. ¿No es eso simplemente la vida? Creo que sí. Y qué delicia poder chupar hasta la última gota de ese elixir fugaz.

Filósofo - [email protected]