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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Cuatro rasgos de Xavier Dolan en sus películas

Cuatro rasgos de Xavier Dolan en sus películas



Una aproximación a la obra del cineasta canadiense, parte de la cual podrá verse en el ciclo que le dedica el Centro Simón I. Patiño esta semana.

Revisitando nuevamente la filmografía de Xavier Dolan se me vienen a la mente algunos de los argumentos por los que este director llamó mi atención, y por los que creo llamó la atención de muchos. Era en su tiempo el nuevo “niño terrible” del cine de autor, audaz y además muy joven. Se decía que rompía con ciertos paradigmas, y a esto se sumaba la bendición de Cannes, festival en el que ha estrenado casi todas sus películas, incluyendo su ópera prima, obteniendo premios en diversas categorías. Cannes, con todo lo que implica esta institución del cine mundial, es conocido por apadrinar este tipo de revelaciones, con mayor o menor suerte, como es el caso de Kim Ki-Duk, quien luego de llegar al pico más alto de su carrera se fue desfigurando, o por el contrario, Apichatpong Weerasethakul, un prodigio del cine, aún inclasificable o en muchos casos, indescifrable.

Dolan es sin duda una criatura que exuda cine por los poros. Tiene una extraña virtud: su imagen parece familiar, pero luego acaba siendo algo único, muy particular, y solamente se necesita unos minutos para validar la fama que le antecede, misma que en muchos casos hizo más ruido que su trabajo mismo. Despojándonos de esa estridencia, que el director franco-canadiense ha usado y aprovechado, las imágenes y los momentos que consigue son realmente conmovedores, una conjunción de varios factores que tocan las fibras más íntimas, una humanidad que explota en la pantalla, de la que es imposible ser indiferente. Aprovechando el ciclo de cine que el Centro Simón I. Patiño le dedica, identifico algo de la personalidad de este director, que da lo mismo decir la personalidad de sus películas.

Vital

Lo vital se puede asociar, en una primera impresión, a la juventud del Dolan, actor protagónico de tres de sus siete largometrajes (uno a poco de estrenarse), precoz cineasta que estrenó su ópera prima a los 20 años. Sin embargo, la vitalidad no solo radica en la osadía propia que brinda la juventud, sino en la particular forma que tiene de concebir el ritmo y tono de sus secuencias, el estar consciente de la plasticidad de la imagen y al mismo tiempo del ímpetu dramático que aportan sus personajes. Esto no es fácil de lograr, en el mejor de los casos se puede resolver felizmente uno de estos factores, logrando intensidad actoral, dejando de lado otros elementos de la puesta en escena, como el decorado, el vestuario, la arquitectura misma del plano, o viceversa. Dolan logra que ambos entren en armonía, pero de una forma completamente orgánica, sin recurrir a impostaciones de ningún tipo que a la larga fuercen simbolismos.

Estos ingredientes solo pueden ser definidos en el momento que todo parece estar en su lugar, en el que se siente que se puso el diálogo justo, con el encuadre y color adecuados, que todo encaja. Las imágenes irrumpen caprichosas, hermosas y completamente vivas

Desacomplejado

La ausencia de complejos es una gran virtud del cineasta en su discurso, tanto en el que construye en sus películas como en el que muestra como personalidad y actitud hacia la idea de lo “artístico”. Xavier Dolan no duda en decir que muchas de sus grandes inspiraciones han sido películas hollywoodenses o que en su trabajo tiene una fuerte influencia de la cultura pop.

Esa naturalidad, en la que al no haber complejos tampoco hay prejuicios, es clave para entender sus personajes. Dolan puede lograr que un personaje homosexual (que puede volverse en un estereotipo fácilmente) no tenga como conflicto en sí mismo su orientación sexual, sino su amor no correspondido o el amor contrariado a su madre. Puede transformar escenas netamente melodramáticas y hasta cursis en poesías visuales que explican, de manera sofisticada, los sentimientos más básicos e intensos.

Audio-visual

El cine de Dolan es muy audio-visual: las cámaras lentas y la música crean una conjunción realmente importante. A momentos parece estar influido por Wong Kar-wai, por sus contraplanos en los que encuadra a sus personajes sin aire en la dirección de su mirada, generando tensión. Por el vestuario y los decorados, además del diseño de sus personajes femeninos, se lo asoció a Almodóvar. Lo cierto es que la conjunción de estos elementos dan algo completamente nuevo.

La música es un elemento particular. La música también puede generar tensión, atmósfera emotiva, un espacio donde la música no redunda en la imagen como usualmente puede pasar, sino que ayuda a entender a los personajes.

Eligiendo momentos interesantes del manejo audio-visual en la cinematografía de Dolan, se puede mencionar escenas que ya van siendo clásicos, como el diálogo de Francis y Marie en Amores imaginarios (2010), en el que justamente uno habla del vestido de la otra, con la música de The Knife de fondo y un plano-contra plano de pulsión constante en el que la cámara poco a poco se va alejando, mientras las luces estroboscópicas nos revelan similitudes entre Nicolas, su amor en común, y una escultura romana. Otro, el gran momento de Mommy (2014) en el que Steve abre simbólicamente el rectángulo de la imagen, mientras escucha “Wonderwall” de Oasis en los audífonos.

Melodramático

Dolan busca muchas veces el exceso o profusión en las muestras de odio o amor de los personajes. Le es muy importante el melodrama como vehículo que canaliza el ritmo de la puesta en escena. Los intensos encuentros entre madre e hijo en Yo maté a mi madre o Mommy tienen una energía melodramática bien canalizada con elementos estéticos que la complementan. Los personajes viven intensamente sus problemas, y casi todos se lanzan desde rascacielos con los ojos cerrados, desafiantes. Han perdido, han sufrido, han sido engañados, pero vuelven a pararse desafiantes, al ritmo de música “telenovelesca”, largos travellings o detalles elegantes en tonos verdes, azules y rojos.

A veces, toda esa conjunción puede darnos tramos de videoclips alternados con momentos dramáticos de la historia, pero finalmente todo va fluyendo y aportando al universo de Dolan.

El recorrido que se presenta esta semana en el ciclo “Los amores de Xavier Dolan” abarca esta emblemática cinematografía en películas clave. Yo maté a mi madre, la ópera prima del director, donde actúa y, de alguna manera, se encarna a él mismo, en una especie de semi-autobiografía, una propuesta de apertura y honestidad que de entrada nos atrae, Los amores imaginarios, segunda película del Dolan, con un guion ya más afinado, lleva la idea de enamoramiento a planos oníricos excéntricos de apasionado diseño. Y Mommy, uno de sus más recientes films y, para mí, es el más logrado hasta ahora, pues si bien tiene un temática similar a su primera película, plantea una trama diferente en este constante ir y venir de amor y odio entre una madre y su hijo adolecente, relación que para Dolan es clave para entender a uno en el otro y viceversa. Si hacemos un balance general de su propuesta, eso es lo que busca, entender al otro, entenderse en las virtudes y miserias del otro, puede ser su madre, amante o amiga; entenderse en el cuerpo del otro y hablar de esas grandes inconsistencias que no se pueden explicar y que solo amando apasionadamente pueden encontrar respuesta.

Realizador audiovisual y crítico de cine - [email protected]