Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

[La Lengua Popular] De lo absurdo y lo feliz: 103 años de Camus

[La Lengua Popular] De lo absurdo y lo feliz: 103 años de Camus



En El Extranjero, la novela más popular de Albert Camus, el filósofo francés nos revela gran parte de su weltanschauung (idea parecida al concepto de cosmovisión). En el inicio de esta novela, el narrador relata: “Hoy ha muerto mamá. O quizás fue ayer. No lo sé”. No quedan dudas respecto a la manera en la que este narrador observa y comprende el mundo y la realidad a su alrededor. Lo que no es tan conocido, sin embargo, es la otra cara de la moneda. El mismo escritor que crea un icónico personaje indiferente ante la muerte de la madre demanda e impone un deber existencial para todo humano: ser feliz. Para Camus, la felicidad no es simplemente un deseo humano, tampoco una necesidad, es algo que va mucho más allá, es un deber moral. Es nuestra obligación como humanos encontrar el sentido en un mundo sin sentido. Él mismo lo expresa en una publicación póstuma, con aquel estilo único al cual nos acostumbró: “Debemos obtener nuestra propia felicidad siguiendo un camino, el cual, a pesar de todo, conduce hacia la muerte”. Esta frase es un resumen, una manera de entender lo que él denomina “El Absurdo”, una variante del existencialismo tradicional. El mismo Camus define al absurdismo como aquella cómica distancia entre lo que uno desea y la realidad. La vida es parte de este gran “Absurdo”, la vivimos sin sentido, en un universo con postura increíblemente indiferente hacia los humanos. Sin embargo, el ser está en constante búsqueda de sentido.

Claro está que Camus no es el primero ni el último en tener ideas de este tipo (¿parte del “Absurdo” quizás?). Franz Kafka expone una idea muy parecida a lo largo de El Proceso. Sigmund Freud cuenta, en un magnífico ensayo titulado “Fugacidad”, un encuentro con el gran poeta austriaco Rilke. Este encuentro tiene lugar en un espacio no identificado, pero sabemos que se trata de un paseo “por un floreciente paisaje veraniego”. Durante este paseo, el poeta admira la belleza del lugar y el paisaje, empero, no se alegra a causa de ella; es más, se entristece.

Rilke reflexiona y se entristece por la idea (conocida o no por él) de lo “Absurdo”. Le deprime el hecho de que toda la belleza que estaba admirando en ese instante, en algún otro estaría desvanecida. Toda aquella belleza estaba destinada a la extinción, al igual que toda la belleza y el esplendor que los humanos han creado o podrán crear. “Todo cuanto él habría amado y admirado […] le parecía desvalorizado por el destino de fugacidad al cual estaba condenado”. Ante la aflicción del joven poeta, Freud nos recuerda que existen dos respuestas posibles, una es la de la depresión de Rilke; la otra es la rebelión ante este hecho. El psicoanalista señala que la depresión de su amigo por la inminente destrucción no es una reacción adecuada. Afirma que, por el contrario, la fugacidad de las cosas aumenta valor a la belleza pasajera.

En otro de los escritos fundamentales de Albert Camus, el ensayo titulado “El Mito de Sísifo”, el escritor y filósofo nos invita a reflexionar sobre las posibles “soluciones” ante la inmensa carga del existir que Martin Heidegger denomina el Dasein, el “ser-ahí”. Camus inicia el ensayo proclamando que existe solo un problema filosófico, el suicido, pues, ¿qué otra salida existe ante un mundo y una vida tan insignificantes? Aquel único problema filosófico se transforma en la manera de encontrarle sentido a lo que, por naturaleza, no tiene sentido. El suicidio, argumenta el escritor francés, es una renuncia cobarde, por lo tanto es descartada. Volviendo a Freud, tenemos la libertad de la sublevación. Otra salida común ante esta absurdidad de vida es lo que Camus denomina el “suicidio filosófico”, o el anular nuestra capacidad de pensamiento crítico. Este suicidio es cometido de diversas maneras, desde acciones tan simples como la de entregarse a una sociedad de consumo excesivo, hasta las menos obvias de tinte filosófico-religioso, que parcializan dogmáticamente nuestra capacidad de razonamiento, pues las respuestas nos son entregadas en bandeja de oro. Vale la pena recordar que, en relación a esto otro filósofo, Søren Kierkegaard, sostenía que, ante un mundo tan absurdo como este, la fe en Dios es el único refugio que tenemos, un refugio que va más allá de la razón.

La novela anglosajona más importante del siglo XIX, Moby Dick, nos muestra, por otra parte, una de las mejores maneras posibles de rebelarse ante el “Absurdo”: “Una risa es siempre la contestación más sabia y oportuna a cualquier problema”. A fin de cuentas, la insurrección, el encontrarle sentido a lo sin sentido, no es una manera de enfrentarse, es una manera de recibir, con los brazos abiertos y una gran sonrisa, al “Absurdo”. Es convertirse en Sísifo durante aquel minúsculo instante de libertad cuando el enorme peñasco que empuja ha rodado hasta la base del cerro y él se encuentra en la cima, observando, a pesar de ser ciego, los hermosos paisajes. Sísifo tiene una sonrisa en la cara en aquel momento, a pesar de su absurdo destino.

Escritor - [email protected]