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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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FERIA LIBRE

Sacré Godard!

Sacré Godard!
A propósito de la película Adiós al lenguaje (2014), Premio del Jurado en el Festival de Cannes, uno queda turulato y se pregunta ¿de qué trata? Mejor ir a las fuentes. Así la resumió el octogenario realizador suizo Jean-Luc Godard: “Una mujer y un hombre se encuentran, se aman, se pelean, un perro deambula entre ciudad y campo, pasan las estaciones, el hombre y la mujer se reencuentran, el perro se halla entre ellos…”. En algún momento se piensa que el punto de vista es el del perro, con visiones borrosas y rápidas, sonidos cotidianos aunque casi incomprensibles. Eso se refuerza por una cita del maestro estadounidense de la ciencia-ficción Clifford Simak (la novela Ciudad) y la referencia al pintor abstracto ruso-francés Nicolas de Staël.

Efectivamente lo que uno ve es la disolución de la imagen, del sonido, el guión y la actuación, aunque también de las convenciones sexuales, el paisaje, el montaje, el color y el blanco & negro; de lo escatológico y lo digital (para Godard la dictadura). Nada con los lugares comunes sobre la animalidad, la filosofía, el feminismo, la poesía… De repente una cita musical familiar, unos compases del compositor alemán Beethoven (séptima sinfonía). No es gratuito, hay un personaje que juega a exmarido violento, en modo género negro, que se expresa en alemán, lenguaje de la opresión. Abundan además imágenes de Hitler y el nazismo, breves flashes descontextualizados.

Agreguemos actores desconocidos y un uso arbitrario del 3D (que no pudimos ver, no hubo sala comercial que osara programarla), además de citas en off, la mayoría apuntando más o menos al absurdo de todo, a la debacle inminente. Por su mirada, solo el perro parece comprender ese despliegue de juegos de palabras, de invectivas mutuas, de monólogos sin destino; o bien no le importa, el perro sabe que eso no conduce a nada, es el único para quien la vida y la muerte son lo mismo. La historia no existe. El paisaje tampoco lo inquieta, es un lugar para correr, ocultarse, nadar o cagar.

No hay bromas en Adiós al lenguaje, aunque sí gags de película muda y citas cinéfilas como la de Frankenstein y una escena con trajes siglo XIX de Mary Shelley escribiendo el libro, mientras la observa con ternura e ironía su marido el poeta. Un barco fluvial va y viene, uno no puede sino recordar a Fitzcarraldo, hermoso en su locura. Pero Godard no se refugia en lo retro, despliega el repertorio de las tecnologías modernas y las disuelve en sus elementos básicos, en lo más primitivo de su aporte al lenguaje cinematográfico. ¿Lenguaje cinematográfico? A tomar por culo parece decir el maldito de Godard, vean lo que sale cuando se lo apropia un loco, un perro, un viejo senil…

Una cita clave, de Monet: “No hay que pintar lo que se ve, ya que no se ve nada, sino hay que pintar lo que no se ve”. Sin embargo, Adiós al lenguaje no es un potpurrí arbitrario, gratuito, irresponsable, hay un sentido detrás que tiende a escapar porque todo es apresurado e intenso; aunque hay retornos significativos, sobre todo musicales, Beethoven, un cántico ruso. ¿Un filme de Godard que se autodestruye en cada secuencia? ¿Un producto de la soledad y la proximidad de la muerte? ¿Una forma de escapar al misterio del más allá? Un adiós a los lenguajes que fueron suyos, sí; aunque el tiempo hará, tarde o temprano, que el filme mismo sea un anacronismo... Hélas!

Escritor chileno - www.bartolomeleal.cl