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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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La fascinación por la extrañeza

La fascinación por la extrañeza



Reseña de un par de libros de la escritora mexicana Carmen Boullosa.

Carmen Boullosa adora su tierra mexicana, pero vive en Nueva York. Su preocupación últimamente ha trascendido lo político desde la ficción para hacerse denuncia pública: Narco Historia es su último libro, escrito junto a su marido, el ganador del Pulitzer Mike Wallace (el historiador, no el tipo de 60 minutos), en el que reclama la responsabilidad de los EEUU en la lucha contra los cárteles que se van devorando México. Pero, sobre todo, Boullosa es una conciencia mexicana, heredera de esa literatura de la que Octavio Paz fue y sigue siendo el lugar de la “educación sentimental”, una especie de conciencia cultural para todo un país.

La literatura de Boullosa es un viento suave. Ella habla casi como susurrando, con una voz casi hecha precisamente para contar historias, de esas historias de extrañeza y complicidad con ciertos espacios, íntimos, escondidos, nocturnos. Es que, como ella misma lo dice, cada persona tiene en su propia historia la marca más importante de su unicidad, más incluso que una huella digital o la retina del ojo; nuestras historias son ese abrazo al lugar de lo privado en que somos…, o más bien, en que pretendemos ser precisamente lo que nos contamos.

Sus personajes son narrados como mirando a través de una ventana semiabierta, momentos de exposición que ponen en evidencia la intimidad que nos conecta con quien observa. Así, a Carmen Boullosa le encanta hablar por ejemplo de quien para ella fue la fundadora de la literatura latinoamericana: “una tal Inés de Asbaje”, a quien, “siguen insistiendo en ponerle el ‘Sor’”. Y Boullosa cuenta cómo para Sor Juana el convento solo fue un espacio de estudio, su única posibilidad de obtener un ambiente académico, para hacer lo que de otra manera era imposible: leer y escribir infatigablemente. La época, el siglo XVII americano, demandaba a las postulantes a la orden religiosa llegar con una “dote” para el convento que las recibiera, y en la medida de las posibilidades propias, dinero para pagarse ciertas “comodidades”: una esclava, o varias, que se encargasen de las labores que las religiosas demandaban. Así lo hizo Inés, quien, cuenta Boullosa, ingresó al convento con una esclava negra (no había esclavos indios en el México de entonces), llamada Inés también, que cumplía con sus obligaciones como sierva de Dios, que era su alter-ego básicamente, rezando por ella mientras la ama atendía su escritura. Es curioso, en Sor Juana, una Inés negra se encargó del “sor”, para que una criolla se pudiese encargar de la posteridad.

Hay una procesión deleitante de figuras femeninas en la narrativa de Boullosa, que es literatura femenina sin ser feminismo. Sofonisba Anguissola, una de las figuras más importantes de la arte del Renacimiento, es otra de sus historias (en La virgen y el violín). La gran Sofonisba, cuyos dibujos habrían sido admirados por el “divino” Miguel Ángel, que se paseaba por Roma seguido de una corte de aprendices y admiradores, y era tan inaccesible como conocida su preferencia por la belleza masculina. Sofonisba, que se mantuvo virgen todo el tiempo que esperó a su amado Renzo (a quien la ficción le atribuye la verdadera autoría de la perfección de los “Stradivarius”), fue dama de la Corte, y enseñó a pintar a la “reina niña” Isabel de Valois, de quien se decía se había casado tan joven con el rey español Felipe II, que no vio llegar su primera regla sino cuando ya el rey la iniciaba en los juegos de alcoba. Así son los espacios de la intimidad en la voz de la autora, que en la narración se hacen casi una exploración voyeur, el ojo atravesando la rendija y recorriendo el espacio de aquellos, todos, marcados por la naturaleza común de un ser, abierto irremediablemente a ser una historia para contar.

La narración de Boullosa es una preocupación por la historia, pero no como certeza, sino como extrañeza, verdad conocida a medias, parte fenómeno de la inventiva. Quizá mi narración favorita sea la de Llanto, una “novela imposible” como la llama la autora, y trata sobre el retorno en pleno siglo XX del mítico Motecuhzoma Xocoyotzin, noveno Tlatoani azteca, quien fue culpable de recibir a los “conquistadores” sin prestarles resistencia, tal como lo hicieron Atahuallpa con Pizarro y Gozioguesa con de Alvarado. Y en ella, un rey azteca que retorna de su asesinato en manos de Cortés y los suyos en plena época moderna, se diluye y desaparece tal como vino, de la nada, de lo inexplicable, luego de pasear los sentidos por un México nunca más comprensible. El Moctezuma de Boullosa es un ser indescifrable, una completa extrañeza para un mundo en que aquellos mitos se vuelven cada vez el escenario imaginado de un equilibrio imposible; el mundo de la historia, donde vive ninguna certeza, solo la fascinación por una irremediable extrañeza, el misterio que parece ser lo único que nos vincula a las cosas.

Literato y abogado - [email protected]