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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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La incertidumbre del sol en el cuarto del Grillo

La incertidumbre del sol en el cuarto del Grillo



Reseña del concierto virtual ofrecido por el rockero paceño Rodrigo Grillo Villegas, desde su habitación en Buenos Aires y para recordar los 20 años de su disco Huye el sol. El recital se puede ver y escuchar en: www.youtube.com/watch?v=LSc4yBm6fKY. 

Prólogo

Cuando el Grillo Villegas anunció que iba hacer algo íntimo desde su cuarto en Buenos Aires, por el XX aniversario del lanzamiento de su primer álbum con su banda Llegas, Huye el sol, no entendía yo muy bien cómo iba a funcionar la cosa. Como buen metiche, le aconsejé en su página de Facebook que haga un concierto simultáneo en La Muela, el Equinoccio y otro boliche en Bolivia. Por suerte, no me hizo caso. Rara vez me hacen caso, así que no era de extrañarse. Como buen cochapaceño, los prejuicios que tenía me parecían lógicos. ¿Iba a tocar solo con guitarra acústica, como en su alucinante unplugged Espejismos? ¿Qué pasaba si el streaming en vivo y directo no funcionaba? ¿Qué sucedería con los fans en Bolivia que se quejarían de la mala conexión? Por fortuna, todos los prejuicios fueron mandados a la chingada cuando el Grillo anunció el día en que iba a realizar el concierto (26 de agosto), pero no la hora. Eso resolvió el posible problema del streaming. El Grillo grabó el recital, lo subió a YouTube y lo lanzó al ciberespacio sin la presión de un concierto en vivo. Problema resuelto.

Huye el sol de nuevo

Vi el concierto dos veces. La primera solo; la segunda con mi compañera Cece por Skype. Lo vi en Virginia, Ciudad de Falls Church, calle Whispering Lane en gringolandia. Simultáneamente, mi pareja lo vio en Cochabamba, zona norte, avenida Simón López. Ambos vimos a un artista que realizó su concierto en Buenos Aires, barrio de Almagro, calle Bulnes. La distancia se volvió cercanía para mí y nostalgia para el Grillo; necesaria intimidad. Disfruté con mi compañera el concierto de un artista que está lejos de su tierra. Mi pareja y yo vimos dos pantallas. En la mía, vi en YouTube el cuarto del Grillo y, por Skype, vi a Cece en el living de nuestra casa en Cocha. Mi pareja me vio en mi cuarto y al Grillo en el suyo. El espacio virtual y todas las posibilidades de sus pantallas dominan nuestra época. Y este es el concierto de nuestra época.

En cuanto a orgullos nashonalistas, lo que tiene más sentido, en lo que a “lo boliviano” se refiere, es el arte. No por nada, cuando volví a Cocha, la vez que me sentí más “vivo” y en “comunidad” con mi ciudad fue cuando fui a ver el concierto aniversario de Cartel Afónico en el mARTadero.

Para preparar esta nota, me animé con miedo a que el Grillo me conteste por el chat del Facebook solo tres preguntas. Me hubiera gustado también preguntarle de qué vive en Buenos Aires; de qué se tratará su siguiente disco; si realmente dejó su proyecto Llegas de lado; si solo tocará temas de esa banda de vez en cuando. En fin, ¿dónde fue a parar la guitarra roja de Lou Kass? Pero no. Solo hice preguntas sobre el concierto. “¿Entre canción y canción, ensayabas o esperabas un cacho? Porque hay cortes en el concierto”, pregunté. “Las toqué en otro orden; algunas más largas y con distintos finales. Luego vi cuál era el mejor orden para presentarlas, así que estaba obligado a cortar”, contestó Rodrigo Grillo Villegas.

El concierto comienza con un Grillo tímido hablando del aniversario del Huye. En su habitación, aparte del Grillo, se ve una guitarra eléctrica, el edredón de su cama, una fina silla azul y una mochila amarilla. “No tengo nada, tengo esta guitarra, tengo un looper que me va ayudar, tengo un amplificador de juguete que capta FM y hace ruido, no tengo ni siquiera un micrófono”, anuncia el rockero creando expectativa.

El concierto comienza con “Cada beso” y “Cuanto tenga miedo”. Al escuchar “Desapareciendo”, comprendo por fin cómo funciona un looper en un concierto en vivo. “¿Tocaste con dos guitarras?”. “No. Es el looper”, me contesta. “Presta atención”. El looper funciona como pedal de guitarra para grabar en el momento y tocar sobre esa pista. En “Desapareciendo”, me acuerdo de las borracheras fatales en la casa que me quitaron en Cochabamba. Vivía solo y cada vez que escuchaba: “Me fallaste tantas veces / No basta con pedir perdón”, tiraba las botellas de cerveza a la terraza. Era divertido ver el vidrio desparramado. Ahora su solo de guitarra es íntimo e intenso. El Grillo ya no bebe ni yo tanto como antes. El tiempo pasó.

En “Sigo mi camino”, me acuerdo de partes de esta canción que estaban en otra del Grillo, llamada “Fuego cruzado”, pieza de entrada de la homónima serie de televisión noventera. Las letras compartidas eran las siguientes: “Y cada noche que la luna se vuelve dueña del lugar / Yo voy pensando. En esta vida. En este sol. Se va acabar”. Rodrigo se siente cómodo con su concierto. Nosotros, también.

A la hora de “Perdón y válvula”, imagino a muchos fans coreándola sin que el Grillo lo sepa. Esta canción me despierta la fantasía audiovisual de grabar, cuando se cumpla el aniversario 21 del Huye, a un grupo de más de 200 fans coreándola en La Muela y en el Equinoccio, mientras vuelven a ver al Grillo en YouTube. Hay magia y sencillez en el video subido a la red desde la intimidad del espacio propio. No sabes a cuántas personas llegarás. No sabes cómo la soledad se volverá comunión con un público silencioso. Esa es la brutal y agradecida magia compartida del YouTube y las redes sociales. Repito, este es el concierto de nuestra época; asimismo el primero de sus características en la historia de nuestro rock. Muchos rockstars tal vez copien este juego; aunque tal vez hagan un negocio y poder ver sus conciertos no será gratis. El Grillo es generoso y nos regala esto sin pedir compensación.

El concierto continúa con “Queriendo entrar”. Es el turno de “Huye el sol”, canción y álbum que fueron un homenaje a la memoria del papá del Grillo quien, en sus trasnoches, se inventaba una especie de recitación que empezaba con la frase que decía: “Huye el sol y pronto acabará mi existencia”. Este bello tema nos enfrenta ante la muerte. Qué valiente hacerlo desde tan lejos.

A la hora de “Raquel”, imagino que tal vez la fina silla azul del decorado del cuarto del Grillo es la presencia en ausencia de Oscar García, Jenny Cárdenas o del Krauss, allá en los espejismos del Teatro Municipal paceño, cuando el Grillo tenía greña y barba. Los textos de las canciones del músico se han vuelto como un juego, entre misterioso y divertido. La frase: “Cuando escribas en tu piel, un silencio te hablará” cobró sentido muchos años después, cuando Villegas empezó a tatuarse. Cuando no haya Grillo, y si nosotros estamos aún vivos, todos sus fans deberemos cantar esta pieza con hermosa melancolía, en una celebración de vida en el Teatro Municipal de La Paz.

En “María Luisa”, el artista nos da una lección musical. Otra vez el glorioso looper hace de las suyas, jugando con dos pistas de acompañamiento, para luego sorprendernos y celebrar con un seco de chela inexistente. Acerca de esta canción fue la segunda pregunta que hice: “¿El ‘María Luisa’ instrumental era para que prestemos atención a la ejecución de la guitarra o porque querías dejar a los fans la linda responsabilidad de cantarla?”. “No sé man jajaja. Salió así. Para que canten un poco, supongo”, me responde por el chat.

En “Viaje a los Yungas”, el Grillo rinde un necesario y urgente homenaje a la banda paceña OM. Cuesta imaginar que en el pasado había fines de semana de tocadas de rock boliviano al aire libre en la zona sur paceña. Las bandas, antes del boom rockero de los 90, tocaban mientras se practicaba motocross en el barrio de Achumani, y también al aire libre en la famosas Cholas, en la jailona La Paz. En esos lugares fue donde los Octavia, los Lou Kass y los Atajo mamaron de la valentía de subirse a un escenario y tocar. Tal vez sin OM y sin esos grupos no habría el rock que hay ahora. Todo viene de algún lugar, y “Viaje a los Yungas” es un justo recordatorio de nuestra historia rockera.

Al final, el Grillo se pone su gorrito nada rockero y hace una venia en señal de agradecimiento. Cece y yo nos enternecemos. El concierto terminó y volverá a comenzar en un cacho más, cuando termine de corregir esta crónica.

Epílogo

Para terminar, la tercera pregunta: “¿Te animarías a hacer un concierto con la misma dinámica, celebrando el aniversario de otro álbum, por ejemplo de Superjuguetes, Almaqueloide o Pesanervios desde tu cuarto? La fina silla azul será una buena compañía”. El Grillo contesta en calidad de primicia: “Claro que me animaría. Cero miedo. Pero no sé, esta fecha me agarró aquí. Quizás, en un aniversario importante de otro álbum, hago un concierto de verdad allá. Lo bueno es que la música está envejeciendo bien, eso me pone feliz”. Existe, entonces, la ilusión de que siga existiendo Llegas, al menos de vez en cuando. Un “Epílogo” desde el cuarto del Grillo en Buenos Aires sería alucinante.

Todas mis obsesiones son temporales, cargosas y apasionadas. Pasé de la Paul/beatlemania a la rockbolmania. Sentí un auténtico orgullo por la historia del rock boliviano. Por eso, con fuerza sigo con la ilusión de dirigir un documental irreverente sobre Cartel Afónico; realizar una ópera rock con la historia de Pepe Morales y La Logia, una de las bandas sucrenses más alucinantes de estos tiempos. Quiero hacer eso y más, como conocer al entrañable baterista de los Blackbirds (banda rockera de los 60) y preguntarle a Dante Uzquiano por qué carajos se peleó con Carlos Daza. Sin ellos dos, Wara es como los Beatles sin Lennon y McCartney.

Hace unos pocos años, el Grillo cerraba el ciclo del Huye el sol con un concierto denominado “Viene el sol”. Con esta celebración, y en el segundo tiempo de su existencia, me pregunto dónde está el sol para el Grillo ahora. ¿Huye de nuevo? ¿Vuelve de nuevo? ¿Será que, en la incertidumbre de la presencia o ausencia, existe una incertidumbre del lugar exacto del sol en la vida actual de Villegas? En todo caso, lo bueno de las habitaciones es que, si tienen ventanas, siempre pueden dejar que venga y huya el sol, una y otra vez.

Cineasta boliviano radicado en Virginia (EEUU) - [email protected]