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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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FERIA LIBRE

Scarlatti en el Hospital

Scarlatti en el Hospital
El escritor llegó al Hospital del Salvador para continuar su largo y doloroso tratamiento, fastidioso ante nada por lo invasivo. Por añadidura le parecía humillante. Esta vez todo pasó sin grandes dramas, se estaba acostumbrando. Salió animado de la enfermería, rehaciendo su camino por los pasillos embaldosados de ese nosocomio público pisoteado durante siglo y medio por millones de enfermos sufrientes y visitantes ansiosos, destinado a la gente más modesta, viejos la mayoría; aunque se halla ubicado en el barrio de Providencia, otrora exclusivo hoy masificado.

Ingresó a la capilla del hospital, situada en el corazón del recinto, para meditar un rato como lo hacía en cada visita. En el pórtico vio el letrero: “Concierto de clavecín. Música de Scarlatti”. Quedó sorprendido. ¿Un concierto allí? La sobria capilla es relativamente noble, estilo neogótico de fines del siglo XIX, bastante a mal traer por los terremotos pero aún resiste. Se apersonó pues un par de días después, un frío viernes de mayo. Alrededor de 50 personas. El clavecín se veía estacionado frente al altar principal, encendida la luz que señalaba la presencia del Altísimo. Arriba, como coronando las dos naves cruzadas, una gran cúpula. El altar está ubicado en un semicírculo, rodeado por estatuas de los 4 arcángeles y a los costados otros yesos, esta vez la Virgen María y San José con el Niño. Al fondo unos bonitos vitrales policromos.

El maestro Edgardo Campos-Seguel se hace presente. Es penquista, de formación inicial autodidacta. Realizó sus primeros escarceos con los teclados en un armonio, luego encontró un clavecín abandonado en un teatro, lo reparó y así inició su vocación definitiva. Aunque también ha tocado el órgano en la iglesia luterana, el piano en grupos y compuesto para películas. En 2009 se trasladó a Francia, donde reside actualmente, para completar su formación. Forma parte de conjuntos y orquestas de prestigio, ejerce la docencia y practica las artes del afinamiento y construcción de clavecines.

El concierto le parece prodigioso al escritor. Un milagro en ese edificio donde la gente luce y se conduce como carne de cementerio. Desde ya no hay un programa fijo sino que lo define el azar. El maestro explica que las sonatas de Scarlatti son varios centenares y que se asocian a alguna carta del Tarot. Pide al público que elija y él tocará las obras pertinentes. Sale primero el Diablo, una coincidencia que golpea al escritor. Luzbel/Lucifer, alguna vez comandante de los presentes arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel. La siguiente serie es la correspondiente al Ermitaño. El escritor cree soñar, es lo que desearía hacer, aislarse del mundo ahora que la muerte lo acecha.

La interpretación es justa y virtuosa. El azar del naipe hace que la elección no sean las piezas conocidas y fáciles, sino aquellas más complejas y abstractas, menos melódicas. Son dos horas de concierto, seguido con unción por el público. Unos cuantos niños ruidosos molestan al escritor pero no logran hace naufragar la magia. La última carta, tras ese largo despliegue de bellas sonoridades, es el Loco. La carta sin número, la de la aventura y los desafíos, los viajes, la alegría de renovarse. El Loco enseña a aprender de los errores, a seguir apostando al futuro aunque sea apoyado en un bastón. El escritor asiente, seguirá el tratamiento y, vencedor o perdedor, jugará sus cartas hasta el final.

Escritor chileno - www.bartolomeleal.cl