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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Tu ausencia ocupa demasiado espacio

Tu ausencia ocupa demasiado espacio

A Carlos Rimassa,  In Memoriam

¿Qué estás leyendo?, era la pregunta clásica de Chaly, e inmediatamente compartía sus apreciaciones sobre el libro, porque si hay alguien que se ha leído más de 20 mil libros en Bolivia es Carlos Rimassa. Yo me preguntaba en qué tiempo leía tanto y aspiraba a poder llegar a su edad, con su vastedad, un anhelo utópico, por supuesto, porque la vida de Chaly es inimitable e infinita.

Había leído de él en revista Kanata, pero recién a inicios de siglo nos presentó el escritor Freddy Ayala en el café Kivon de la Heroínas, en Cochabamba. Yo acababa de regresar de Europa y le resultó espantoso que una chica llegada de París vistiera de una manera que parecía una “profesora de inglés” -palabras textuales del artista-. El vestuario y la producción eran importantes para Chaly, tanto que me sugería vestir como las estrellas de cine; por su parte, él solía usar camisas de discretos colores, pantalones y zapatos bien cuidados y, debido al frescor cochabambino, una infaltable chaqueta. Me contó que fue director de teatro y puso en escena, entre otras obras, La cantante calva, del teatro del absurdo que yo adoraba. Nos hicimos bien amigos, tanto que me decía que yo era su única amiga y él fue mi mejor amigo y consejero, además de ilustrador de portadas de varios de mis libros; pero, la noche del pasado martes 17 de mayo, a consecuencia de un malhadado accidente en la avenida Villazón de la ciudad donde residía con su familia, a los 81 años de edad, nos dijo adiós.

Numerosas voces se han pronunciado rindiendo homenaje al artista reconocido a nivel mundial por su obra pictórica, su pensamiento y su poesía. Un artista que profundizó en el paisaje y lo sintetizó para descubrírnoslo. La madurez del lenguaje plástico de Rimassa se aprecia en la transición del paisaje externo como referencia a un paisaje interno y subjetivo. Viendo su obra en global encontramos el hilo conductor que une las etapas del artista en una lógica interna de su arte. Rimassa no solo pintaba, sino, sobre todo, leía, y desde la nostalgia y su reflexión existencialista, escribía poesía. Veamos el poema 32 de su libro Perfil de un tiempo (2009):

Hay días

que no creo en nadie ni nada

ni siquiera en los pasos

para llegar a un vaso de agua

miro por la ventana

y veo árboles que añaden

sombras a las sombras

las emociones fueron cayendo

a lo largo de la vida

y cuando abro la puerta

el atardecer cae sobre mí.

Roberto Laserna, en su muro de Facebook, resume el sentimiento compartido por quienes los conocimos en persona: “No puedo, no quiero confirmar si es verdad que Carlos Rimassa ha muerto (sic). No quiero saber que se llevara sus colores y su enorme creatividad. No quiero aceptar que esa gran obra que deja en pintura, acuarela, poesía, cuento y teatro no tendrá más la compañía de su sonrisa irónica y sus comentarios, a veces mordaces pero siempre precisos. No quiero que me digan que se lo llevó un accidente de tránsito. No quiero empezar a pedir que le otorguen un sitio de honor en el cementerio, un homenaje póstumo, el nombre de una calle. No quiero hacerlo porque lo que él merece es seguir viviendo. No quiero llorar su ausencia, pero aquí estoy, haciendo eso, Chaly, escuchando esas llamadas que confirman que ya solo tenemos tus colores para consolarnos”.

Hay teorías afirman que la muerte no es el final de todo, la muerte no es más que otra transformación, que hermosas flores retoñan pero eventualmente mueren, como las estrellas todo muere, y hasta algo como este universo. La vida del hombre es tan efímera como un abrir y cerrar y abrir de ojos, todos caemos en el sueño transitorio llamado muerte. Por supuesto que no celebramos la muerte, pero es inevitable para pasar a otra vida, y lo que queda por celebrar es la vida de Carlos Chaly Rimassa.

La poetisa Rosario Arzabe asoma a su semblanza: “Él nació al final del arco iris y cada día de su vida fue un tesoro que se brindó en forma de arte, de pintura... de poesía, de un amor de tantos quilates... que generosamente se repartió en casa, en sus aulas, entre sus niños, en la calle, al tomar los pinceles y desbordar su alma de colores y prolíficos lienzos.

Él fue un canto a la vida, un espectro solar y gotas de lluvia en el cielo. Un ser de luz, un pacto de paz, un peregrino en el que encontramos el valor mayor, el amor, la pasión y la libertad de ser un legado familiar, un patrimonio nacional, un habitante del cosmo, un maestro del arte de vivir y amar”.

Por su parte, su sobrina Carol Komadina escribe: “Lo que ha probado con su vida, es que esta no tiene que tener la trayectoria de un arco, sino la de una línea que continúa ascendiendo hacía el infinito”. ¿En su casa? En su casa hay indescriptible vacío, como siente su hija Moira: “Tu ausencia ocupa demasiado espacio”, frase que tomamos como título de la presente nota… Así, acogojados, retrotraemos a Jorge Manrique (1440-1479), en un fragmento de su Coplas a la muerte de mi padre:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el placer,

cómo después de acordado

da dolor,

cómo a nuestro parescer,

cualquiera tiempo pasado

fué mejor. (sic)

Carlos, el irreemplazable amigo, el artista, el poeta, el crítico recibió un sencillo homenaje en 2007, organizado por Taller de Creación Literaria Neruda y el impulso de don Guido Subieta, entonces gerente de la cooperativa Sarco. Ahora, desde la distancia no hacemos más que recordar y también llorar, no por su partida, sino porque Cochabamba ya no podrá ser la misma sin su presencia, sin sus tertulias, sin su amistad. No fue mi padre, pero sí mi mentor. ¡Bendito seas, Chaly!

Tus obras viven. Descansa en Paz.

Escritora- [email protected]