Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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FERIA LIBRE

Cachagua

Correr el tupido velo (2009) se titula un abigarrado y tenso libro con la biografía del novelista chileno José Donoso, hecho por su hija Pilar a partir de diarios y cuadernos del autor guardados en una universidad norteamericana. Pilar Donoso se quitó la vida tras haberlo publicado. Tenía 44 años. Un aspecto que la farándula literaria explotó gozoso fue el dato que durante la investigación ella descubrió un proyecto de novela de Donoso, acerca de la hija de un escritor que se suicida tras haber leído los diarios íntimos su padre, llenos de confesiones indigeribles para la pacatería nacional.

En la página 159, Pilar escribió tras un viaje a La Paz en 1981 para visitar a sus abuelos maternos: “A la vuelta de Bolivia fuimos a pasar el resto de nuestro segundo verano en Chile al balneario de Cachagua. Mi padre había arrendado una casa simpática, pero muy pequeña; su gran ventaja era que quedaba en primera línea sobre la playa. Como no había espacio al interior de la casa, hizo construir en el jardín una ramada de eucaliptos fragantes, mirando hacia el Pacífico, bajo la cual puso un mesón. Ahí se sentaba a escribir vestido con su tradicional chilaba, espectáculo que llamaba la atención de quien pasaba por delante, ya que ese camino era uno de los obligados para acceder a la playa”.

Un libro salió de esa breve estadía playera del autor de Coronación, El obsceno pájaro de la noche, Casa de campo y otras novelas de la decadencia familiar. Se trató del libro de relatos Cuatro para Delfina, de los que “Jolie Madame” se refiere específicamente al mundo snob e incordiante de ese balneario que hasta hoy es codiciado por los nuevos ricos, que anhelan contar a sus parientes pobres y a sus subordinados que veranearon en Cachagua. En los tiempos que Donoso se instaló a escribir en esa pequeña cabaña, el balneario era todavía un lugar un tanto secreto.

Pues aquella casa pertenecía a mi fallecido suegro Carlos “Charlie” Johnson, destacado escenógrafo, académico y ex condiscípulo de Donoso en el colegio The Grange. El propio Charlie la construyó, enteramente de madera y con materiales tradicionales. Allí mismo pasé muchos veranos y fines de semana cuando mis hijos eran pequeños. Bajo esa misma ramada escribí dos de mis primeras novelas, bajo la sombra levantada por Donoso con ayuda de los pintorescos maestros locales, según me contaron. No pretendo compararme con el gran escritor, por cierto, sólo señalo ese feliz detalle del azar.

Teníamos derecho a pasar allí un mes todos los veranos, y mis hijos gozaron de esa oportunidad que su abuela, la Buba, nos daba. Creo que están entre los recuerdos más queridos para ellos, las caminatas por los roqueríos y bosques (¿hay lobo papá?), las playas de blanca arena, los paseos en burro, las machas a la parmesana, las humitas que llevaban en canastos unas viejitas, los juegos en las dunas (pródigas en lagartijas, culebras, alacranes, flores y huevos de pájaros), el circo ambulante, los petirrojos, en fin todo ese material que forma parte del bagaje sentimental de la infancia.

Hace pocos días falleció mi suegra la Buba, un personaje perceptivo, culto y gentil, que estimuló siempre mi gusto por la novela policial, su género predilecto y en el cual poseía una erudición amplia y liviana. Valga pues este recuerdo de los tiempos idos.

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