Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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ENTREVISTA CON EL DESTACADO FOTÓGRAFO FRANCÉS QUE POR ESTOS DÍAS VISITA BOLIVIA

La obra fotográfica de Depardon o cómo huir de lugares comunes

La obra fotográfica de Depardon o cómo huir de lugares comunes





El presidente François Mitterrand, la modelo Twiggy, la actriz Brigitte Bardot, las cantantes Edith Piaf y Aretha Franklin, residentes de áreas suburbanas de Glasgow (Escocia), Harlem (Estados Unidos) o Saigón (Vietnam), además de deportistas de la talla de Nadia Comaneci en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 fueron algunas de las miles de personas que pasaron por el ojo del fotógrafo francés Raymond Depardon (1942).

Quizás la cara o el nombre de Depardon no sean tan populares como sus fotografías en blanco y negro. En esta ocasión, el francés llegó a Bolivia por sexta vez para presentar ‘Testigo de su tiempo”. Oportuno nombre de la exposición que se inauguró en el Museo de Arte de La Paz. Y es que este testigo de su tiempo retrató mucho del siglo XX a través del fotoperiodismo, viviendo en su labor asimismo los cambios del formato fotográfico.

“Tengo a unos fotógrafos referentes que son los de los años 30. Eran muy solitarios, eran consientes de la mirada colonizada. No eran vendidos, pero después nos dimos cuenta de que al final el artista estaba solo. Por eso digo que el fotógrafo tiene que trabajar para él mismo. Tengo mucho respeto por fotógrafos de revistas, pero con el tiempo me di cuenta de que los fotógrafos deben trabajar con independencia, deben trabajar para ellos”, explica Depardon, en francés, mientras su hijo Simon traduce las respuestas casi pisando las palabras de su padre.

Depardon trabajó desde inicios de los 70 como fotoperiodista. Fue fundador de la agencia Gamma en 1974, y fue parte durante 30 años de la agencia Magnum. De esa experiencia rescata -ahora desde su ojo de documentalista- la ética fotográfica.

Apunta que, si bien en su época había la conciencia del mensaje connotado de la fotografía, solamente los latinoamericanos lo hacían mucho más evidente. “Pero hubo un momento en que varios fotógrafos de diferentes tendencias y nacionalidades decían que la fotografía es otra cosa. No hay malos ni buenos y eso está ligado a la estética. Siempre hay un conflicto entre lo estético y lo político”, dice Depardon tratando de explicar su manera de trabajar.

“No conocía absolutamente nada de Bolivia cuando llegué por primera vez. Mi formación como fotoperiodista es importante, pero no hay que olvidar que vengo del mundo rural francés. Estoy acostumbrado a esa realidad, a esa manera de ser del campesino que encontré también en este país”, indica. Reconoce que esta forma rural de ver confluye en su caso con una estética francesa quizás en algún momento demasiado dominada por Cartier Bresson, estética en la “que hay que sacar fotos muy rápidamente, mentalmente no hay que reflexionar, no hay que pensar, es la foto que va a dirigir el acto”.

Depardon se autodenomina un campesino francés, pero a través de la fotografía desde los 18 años ha ido explorando por curiosidad distintas formas de ver en sus muchos recorridos por diferentes lugares y situaciones. Afirma que la “pérdida del espíritu” y el recelo por la cámara en el campo son las que condicionan de cierta manera su trabajo en fotografía.

El francés explica que la soledad de la fotografía deviene de cierta manera de la soledad del ser humano y de la conformación de la construcción de una mirada. Por eso busca, a través de sus fotos de Bolivia, poder responderse lo que este país es para él, sin un sesgo o un filtro premeditado. “Aquí los campesinos del altiplano tienen su orgullo como los campesinos franceses. No les gusta que les saquen fotos. Siento que la gente no ha querido vender su alma a la modernidad”, afirma el fotógrafo. “Es por eso que hay que sacar fotos sobre todo con un sentido estético, no con un sentido político. Tiene que haber un rigor. De momento, no he conseguido completar la reflexión sobre Bolivia, por eso estas fotos que a mí me encanta enseñar son solo unas maneras de preguntarse sobre lo que es Bolivia”, acota.

En la exposición sobre Bolivia, Depardon seleccionó 30 fotos en blanco y negro y 30 en colores. “Las de colores afirman más un punto de vista y las en blanco y negro preguntan cosas. Una foto en blanco y negro siempre pregunta algo, pero nunca responde a nada. Por eso a mí siempre me ha gustado el blanco y negro. El color llegó como una reflexión muy poco a poco. Hay gente que me pregunta: ¿Usted, don Raymond, ha pasado al digital? Pero eso no tiene que ver en absoluto con esto”, dice Depardon. Continúa afirmando que el color que existe en Bolivia es increíble pero también tiene una trampa: “El color da una connotación exótica que no es cierta. Y, como en Bolivia hay muchos tejidos coloridos, se puede caer en esta trampa”.

Depardon hizo una exposición en París titulada “Un momento tan dulce”. “Aquí también en Bolivia he encontrado también estos momentos dulces y esta dulzura pasaba por el tema del color. Cuando estoy enojado y reivindicativo, prefiero el blanco y negro”.

Huir de los lugares comunes, alejarnos de nuestra mirada a través de la cámara es el objetivo de las imágenes de Depardon. “El fotógrafo es un animal con muchos complejos. Está acomplejado por la pintura, por la escritura, por la televisión, y es muy solitario, aunque en Bolivia, como en todo el mundo, la fotografía sea algo muy popular”. Para el francés, es elemental encontrar medios para cambiar la idea “facilista” de la que son presas las imágenes que se vuelven fotografías a publicarse. “Las cosas no se deben quedar en los clichés o los prejuicios”, apunta.

Consultado sobre si enfrenta a sus fotografiados con la cámara para lograr una reacción o vuelve a la maquina en un personaje más de su trabajo, indica: “No hay que ser demagogos. A veces una foto robada da más información auténtica que una foto arreglada. Esa es la contradicción y es un problema. A mí no me gusta ser agresivo con la gente. A veces hay que hacer un negociación, depende de la gente. A mí me sacan fotos y detesto posar, mirar aquí o allá. Pero, cuando me capturan hablando con las manos, me parezco más a mí, aunque no me conozco bien porque no me he visto nunca desde afuera”, explica entre risas. Aunque Depardon señala que su acercamiento al país ha cambiado desde aquellas primeras veces en los 90, explica que es fundamental para su trabajo, ahora que tiene 73 años, volver a situaciones “simples, brutas, nada organizadas”. “Hay que ser lo más transparente posible, sin esconderse, hacer que la gente esté ocupada en otra cosa, porque a veces, cuando la gente está ocupada, se olvida de la cámara. Hay que tratar de ser austeros y silenciosos, no andar en grupos como turistas”, añade.

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