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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Cuentistas bolivianas. La otra tradición literaria de Willy Muñoz

Cuentistas bolivianas. La otra tradición literaria de Willy Muñoz


Willy Muñoz, con su obra Cuentistas bolivianas: La otra tradición literaria, nos invita a realizar un recorrido por la extensa producción literaria de nuestras más connotadas escritoras, muchas de ellas, sino la mayoría, ignoradas en otras reseñas o antologías. Bajo una rigurosa crítica literaria, Muñoz enriquece la misma con una mirada que involucra el discurso de género trasgresor del orden simbólico masculino y patriarcal. En esa línea, el autor no se refiere más a una escritura femenina -para algunos críticos literarios inexistente y falaz- sino más bien a una escritura feminista. El mismo aclara que este término lo aborda en un sentido más amplio, como aquella narrativa cuyo propósito es poner en tela de juicio el sistema patriarcal y subvertirlo para mejorar la condición social de la mujer, que comprende también una búsqueda para definir su propia identidad. Incorpora a las autoras según una división tripartita: las precursoras, que comprende la producción literaria desde principios del siglo XX hasta 1944; la transición desde 1945 hasta 1984 y las contemporáneas a partir de 1985.

Dedica en la primera parte un extenso análisis a la obra de Adela Zamudio. La aguda mirada crítica de Muñoz nos devela infinitas luces, sombras y matices que irradian de la prosa irónica, profunda y sentimental de “Soledad”. Destaca la voz narrativa de la autora tornada discurso contestatario contra el verbo hegemónico, la violencia doméstica, la injusticia social, la explotación de los más desamparados y excluidos, particularmente de las mujeres, los niños y los animales. Asimismo, permite percatarnos de sutilezas pasadas por alto, que afirman que estamos ante la presencia de una inteligencia inscrita bajo las voces libertarias de la modernidad, racional, práctica y escéptica que no duda en dejar caer por la borda los milagros de frailes, santos, vírgenes y de todo ser fantástico producto de la imaginación del pueblo llano. En esta parte, Willy Muñoz incluye también a Gloria Serrano y su pluma pintora de “imágenes que materializan el alma de todo un pueblo”, germen de la literatura neo indigenista; y a Geraldine Byrne de Caballero, cuya virtud es presentar por primera vez en la literatura boliviana un personaje femenino motivado por el deseo sexual al cuerpo de un hombre.

En el segundo apartado, denominado “la transición”, aparece María Virginia Estenssoro, escritora dotada de gran cultura e inteligencia que describe a sus personajes con inigualable ironía y mordacidad pero a la vez con entrañable ternura y compasión. Ada Castellanos, portadora de hondas preocupaciones sociales. Esther Murillo de Puña Calderón, reveladora de defectos de la sociedad boliviana desde una escritura costumbrista. Elsa Dorado de Revilla, portavoz de la vida del minero. Y junto a ellas, Yolanda Bedregal, Velia Calvimonte, Consuelo Lazzo, Edith von Borries, todas pioneras en el abordaje de temas complejos para la sociedad como el divorcio, el aborto y el incesto; y otros nunca hollados por la literatura masculina como la gravidez y la gestación.

Finalmente, en el sector dedicado a las contemporáneas, Willy Muñoz inicia un extenso recorrido literario: Beatriz Palacios, Erika Bruzonic, Giancarla de Quiroga, Beatriz Kuramoto, Ximena Arnal, Blanca Elena Paz, Lupe Andrade Salmón, Roxana Selum, Giovana Rivero, Virginia Ayllón, Galia Yaksic, Centa Reck, Gaby Vallejo, Claudia Peña y sus respectivas obras serán analizadas y valoradas por el crítico literario. Los argumentos giran ahora en torno a la reterritorialización del espacio doméstico, la revaluación de las relaciones familiares y especialmente la toma de posesión de su propio cuerpo. Este último punto en particular abre un nuevo campo narrativo exclusivo de la condición de la mujer que incluye temas como la gestación, la píldora, el aborto, la menstruación y el erotismo que les permite descubrir su dimensión erógena codificada escrituralmente como una manifestación del deseo de la mujer y de su derecho de sentir placer. A partir de la narrativa, nos dice Muñoz, la mujer recupera su cuerpo colonizado, libera su sexualidad restringida por las normas patriarcales que literalmente las enferman, enloquecen o matan. De esa manera -para nuestro crítico- la escritora boliviana se posesiona de la palabra, semantiza el discurso patriarcal y, al hacerlo, deviene agente de su propia escritura, construyendo una literatura de claro propósito subversivo y revisionista.

A través de este amplio recorrido literario, Willy Muñoz reivindica la sistemática exclusión de las escritoras bolivianas del canon literario. Por tanto, la importancia de su obra radica en el análisis crítico sustentado en una rigurosa academia, pero también en la validación estética de una “otra” tradición literaria constelada por la polifonía de voces femeninas que a través de su propia narrativa discursiva subvierten el orden patriarcal del discurso construido sobre un falogocentrismo monológico. Un otro discurso, que como dice el autor, pretende construir un nuevo orden social, que convalida otras posibilidades mítico-históricas y que instituye otros poderes y saberes. Polifonía de voces que a la vez desbaratan el engañoso binomio esencialista hombre/mujer, chacha/warmi, al revelar en los hechos la imposibilidad ontológica de construir el ideal de “la mujer boliviana”.

Sin embargo, rescato en esta reseña su posición crítica que, si bien valora dichas voces emergentes, especialmente desde el altiplano y el trópico, reconoce en ellas (posiblemente por su pertenencia social inscrita en la clase media y por tanto cercana al imaginario occidental), la ausencia del “otro”. Muñoz reclama en su narrativa la expansión de temas que incluyan el carácter pluriétnico y multicultural de la nación. Para el autor, el indígena y las diferentes etnias, “todavía no han sido incorporados satisfactoriamente al imaginario de las escritoras bolivianas, aún no se han extendido los nexos literarios a ese ‘otro país’ que existe más allá de la hibridación cultural que palpita en la periferia urbana”. Aunque -y acoto-, considero más bien que esas voces extrañadas han sido también silenciadas, ignoradas o aún no han nacido a la narrativa literaria. Para terminar, Cuentistas bolivianas de Willy Muñoz nos incita a nuevas lecturas y suscita reencuentros con entrañables narrativas escondidas en el desván de la memoria, todo ello bajo un prisma estético, académico y por qué no, feminista, que indudablemente enriquecerá nuestro goce y disfrute de esa “otra tradición”.



(*) Es docente de la UMSS y la UCB.



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