Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 11:18

Julieta Camila Capuleto Rocha

Julieta Camila Capuleto Rocha


Publicamos una reseña de la obra Romeo y Julieta, escenificada recientemente por Kikinteatr, bajo la dirección de Diego Aramburo. La temporada del elenco continúa con Morales, hoy a las 20.00 horas, y La Santa cruz de Sade, el 13 y el 14 de abril en el mismo horario. La sede de las presentaciones es el mARTadero (C. 27 de Agosto casi Ollantay), a donde el ingreso tiene un costo de Bs 70.







“Ese nombre... ¿qué es un nombre?... no es nada…. ¡cámbiatelo Romeo!”, es la increpación más fácil y conveniente de recordar de Julieta-Camila a su amado, porque lo demás tal vez se prefiera olvidar.

Olvidar sí, para no ver el cuerpo -desnudo- y desde ahí llegar al alma y las miserias viscerales, los vicios propios y los de otros y de la sociedad, no esos del deseo y el amor, sino los de la debilidad y la conveniencia o convivencia social. Vicios que Camila-Julieta los muestra y nos los restriega en la cara con una voz y un canto sensual capaz de conmover y encantar, pero también de despertarnos a cada grito, para obligarnos a mirarla a los ojos y reclamarnos la falsedad y la mojigatería.

Camila Rocha, que hace el papel de Julieta Capuleto, además luce una formación en danza clásica, para mostrarnos, con su pasos en punta y sus piernas desnudas, la fragilidad del equilibrio, de la no locura.

La obra Romeo y Julieta dirigida por Diego Aramburo, casi un monólogo de Camila Rocha, es a la que se llega con el ímpetu de la curiosidad y de la que se sale casi muda, mirando apenas de reojo a los demás, percibiendo el propio silencio y las vergüenzas comunes.

A lo largo de la pieza, Camila-Julieta mira fijamente a los ojos, a cada uno del público, todo el tiempo, con los labios siempre recitando o gritando versos crueles por su total coincidencia con la realidad, mientras su cuerpo va desnudándose, literalmente, hasta hacer transparente el alma, no sólo la de ella, sino las de todos los presentes que, por decisión del director, nos debemos mirar frente a frente. Así vemos las caras y los gestos, hombres y mujeres; él haciendo uso de su conocida fama de volver a los espectadores objetos de sus puestas en escena.

Y el golpe mortal, para casi morir en esa misma silla (con la respiración y el pudor contenidos) lo da Diego Aramburo, entrando en escena, para morir él mismo en nombre del amor, pero sin antes dejar en evidencia la manipulación de la mujer y sus sentimientos, de todas las mujeres, en este caso de Camila-Julieta (dos entrañables nombres que además están llenos de felicidad y experiencias en mi vida: Julia y Camila).

Así, la secular tragedia de Romeo y Julieta de Shakespeare vuelve a ser evocada, pero el amor puro e imposible de entonces, ahora, en la obra de Aramburo, se desmitifica en la mentira, la manipulación, la dominación y la violencia contra la mujer a nombre del amor. La mujer que muere por amor y el hombre que mata por desamor.

Con ese antecedente, lo que vendrá con Santa cruz de Sade y Morales, dos obras que se presentan del 11 al 14 de abril en el mARTadero, ya es otro cuento. Por más prevenida que una vaya, cabe recordar que Aramburo, el premiado director del teatro boliviano, es capaz de destruir cualquier sentimentalismo y moralina, para remplazarlos por transgresiones, esas que perturban.

Lo que también se puede resaltar es que la fama no ha cambiado el genio y figura del director de Kikinteatr, que -según se lee- causó conmoción en Santa Cruz de la Sierra, al poner en las tablas Santa cruz de Sade y rememorar al marqués que alborotó a su sociedad con sus escándalos sexuales y gozó públicamente su ateísmo.

Se adelanta que, en esta obra, se hacen visibles las debilidades cambas por los concursos de belleza, la identidad idiotizada y la fanfarronería. Y, para no arder ante la Santa Cruz, se dice que pueden ser también las debilidades de cochabambinos o de cualquier hijo de urbe, perdido en su propio ego regionalista.

De Morales, ya por el nombre de la obra, se adivina que está relacionada con el indigenismo, la plurinacionalidad, la discriminación y el presidente Evo Morales, personaje ya de tantos libros. Pero es difícil y arriesgado imaginar cuál es el planteamiento teatral de Aramburo en este caso. Entonces, no queda más que asistir y en hora puntual, cumpliendo con otra de las exigencias de director.

[email protected]