Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

La Bella Durmiente no sirve para nada

La Bella Durmiente no sirve para nada


No un castillo pero sí un palacio, el Palacio Portales, no dos princesas pero sí dos mujeres, no hay ratoncitos hablando, ni madrastras tramando, aunque sí los dichosos pajaritos chillando en los árboles, como si no nos hubiéramos dado cuenta de que ya es de día y que es demasiado temprano para estar despiertas en un viernes. Las dos mujeres, yo y mi entrevistada, la directora de teatro Claudia Eid, caminamos hacia una salita del palacio para hablar de Princesas, la más reciente obra de teatro contemporáneo que Eid presentó en el Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño el 9 y 10 de abril y que se presentará nuevamente el 16 y 17 de abril en la Alianza Francesa (calle La Paz casi Lanza), a las 19:30.

“La Bella Durmiente no sirve para nada”, dice una. “Cierto, no hace nada”, piensa la otra. “Solo duerme. No dice nada. Nada la mueve”. En las películas de Walt Disney esta princesa no dice nada y los príncipes tampoco, no dicen nada, solo besan y bailan. Pero por suerte hay más princesas, siempre las habrá. Walt Disney, con su mega imaginación y talento como caricaturista, creó todo un imperio de la fantasía y apostó por las princesas y un ratón, el ratón se quedó en ratón, pero las princesas hasta hoy siguen y siguen alimentando una industria que se basa en la ilusión. La ilusión de un mundo perfecto, en el que todo se puede lograr solo soñando lo suficiente. No por nada una de sus más conocidas frases es: “todos nuestros sueños pueden convertirse en realidad, si tan solo tenemos el coraje de ir tras ellos”.

Princesas va de eso, del precio que se paga por seguir los sueños de Disney, de sus princesas y no los propios, de la ilusión como construcción de nuestro cuerpo y nuestra mente. Cuatro princesas Disney: Blancanieves (Daniela Gabela), Cenicienta (Isabel Fraile), la sirenita Ariel (Gabriela Melendres) y Pocahontas (Lía Cecilia Michel) se encuentran y conversan, evolucionan, cuestionan su cuerpo, su ser, se divierten, luchan, se dan golpes, mientras un hombre (Álvaro Eid) se transforma en escena, se reconoce y se define como mujer (Bianca Shalow). “Eso es lo que él hace, es una ilusión pero al mismo tiempo es lo que es, entonces era muy importante que la transformación sea en vivo, paralela a todo el camino de las actrices de esto que es preguntarse: cómo me he convertido en esto, en lo que soy ahora”. El Álvaro ha sido el último en integrarse al elenco, él es muy valiente”, dice Eid cuándo habla de su hermano y personaje de la obra.



-De Princesas me sorprendió la frescura de los textos y las conversaciones de las princesas, un juego entre la ficción y la realidad. Ya metidas en nuestra privada entrevista, Claudia me explica mejor el proceso de creación del texto de sus princesas:

Princesas tiene un guión que es un poco particular. Porque los diálogos no están escritos, es improvisado o sea que cada función es distinta, lo único que he hecho es la construcción de la estructura. El sustento dramatúrgico digamos que lo he empezado a trabajar en septiembre del año pasado.

En realidad es desde junio a partir de un Taller de Nuevas Dramaturgias que hice, solo para mujeres, en el Martadero. A partir de ahí es que ha salido esto de la obra y la estructura que tiene que ver con el proceso que va desde que aprendemos a reconocer nuestro cuerpo cuando somos infantes hasta que renegamos de nuestro cuerpo cuando somos adolescentes. Y es también en esa etapa de la pubertad y adolescencia que está todo esto de querer encajar en algo que nos han dicho que tiene que ser nuestro cuerpo. Y vamos combinando todo esto con el Álvaro, que es un performer travesti y su principal línea de acción durante la obra es que el género es una ilusión, solamente estamos condicionados pero en realidad yo soy como yo me nombro y no como los demás me nombren.



-A medida que transcurre la obra se nota que las actrices y el Álvaro, así como tú, hablan de cosas personales, sacadas de sus propias vidas, las entregan al público. Te van lanzando cosas de su propia vida, lo que se agradece por cierto. Pero ¿por qué hacerlo?

Creo que he llegado a un punto en que necesito desdramatizar mi trabajo porque a mí siempre me ha gustado mucho el drama, el grotesco, pero en determinado momento me doy cuenta que eso crea demasiada distancia con el público. Claro esto también tiene que ver con una serie de talleres de escritura en los que he estado en Bogotá el año pasado y en los que más o menos se me ha abierto la cabeza para desdramatizar el teatro, es una tendencia digamos. Pero en ella estoy encontrando una voz propia y entiendo también que las personas que acompañan el proceso encuentran algo más auténtico en este sistema que es más improvisado; estructurado pero improvisado. Hay una exposición, sí, de hecho, el Álvaro y todas las actrices están ahí expuestas pero creo que es mucho más humano y creo que acerca mucho más al público con el trabajo que al final eso es lo que más me interesa.

El Juan Carlos Valdivia decía la otra vez, cuando hablábamos de Ivy Maraey (2013), que el arte tiene que exponer. Creo que nuestra búsqueda se está yendo un poco más a ese lado y está siendo muy satisfactorio para nosotros. Hay que tener mucho cuidado obviamente en que no se vuelva una vitrina terapéutica para nuestros pedos mentales (risas, muchas), es una línea muy delicada.



-Hay una tendencia en el mundo del arte de desmitificar a los íconos de la niñez, sobre todo a los de los cuentos de hadas o a las princesas de Disney precisamente. ¿De cómo llegas a ellas y cuál ha sido el proceso de la obra y de los actores para terminar hablando de cosas tan alejadas de las vidas perfectas de las princesas Disney, como es el cuerpo, el ser mujer, la violencia, los miedos y el género?

En julio comenzamos la primera etapa, después del taller, y el trabajo se estaba yendo a un lugar muy peligroso porque estábamos hablando solamente de feminicidios, entonces, no dejábamos de ser víctimas. La intención era ponerme en el lugar de la mujer agredida y tratar de hablar a través de ella y era demasiado peligroso porque era muy pretensioso no iba llegar a ningún lugar que no sea demasiado panfletario digamos, ¿no? Entonces ahí empezamos a abrir. Invité a otras actrices que trabajan mucho tiempo conmigo que tienen como una cosa muy fuerte y tomamos a la princesas de Disney para irnos hacia al otro lado que no sean las víctimas del feminicidio y para hablar más de construcción de género y no tanto para victimizarnos y revictimizarnos, aunque ha quedado algo de eso. Pero pensábamos que era más interesante hablar a través de las princesas de Disney en que cada una asume un papel y a veces habla a través de la princesa y a veces a través de su propia vida. Entonces hay de los dos lados. Lo que encontramos de interesante al analizar lo que nos estaban diciendo las princesas es que estas princesas eran el retrato de una mujer ideal de cierta época comenzando con Blancanieves (cantan los pajaritos afuera como si recordaran su vida pasada con Blancanieves), que es la primera princesa Disney y es de los años 30 y ver eso: ¡Dios mío! Es grave, es grave. (Blancanieves y los siete enanitos se estrenó en 1937, fue el primer largometraje de animación de Walt Disney y trata de una princesa desterrada que encuentra alojamiento en la casa de unos enanos a los cuales ella les agradece siendo su sirvienta).

Ahora, en cada función se les da un tópico distinto por ejemplo hoy día, a Blancanieves se la va interrogar más sobre vanidad y la siguiente función se la interrogará más sobre servilismo. Y así va cambiando lo de las princesas. Sí hay algo de la ficción pero también mucho de ellas (las actrices), es que el proceso no ha sido tanto ensayar o aprenderse un texto. Ha sido como un entrenamiento de boxeador, saber dónde tienes que dar el golpe y cómo tienes que esquivar golpes, y si recibes un golpe cómo caes y te vuelves a parar. Ha sido un entrenamiento más así, y el entrenamiento sigue, constantemente se va transformando y ellas siguen recibiendo golpes.



-Claro, golpes como los que reciben las mujeres que inundan los periódicos en estos días. Esas mujeres víctimas que han popularizado la palabra “feminicidio”. Sabemos que vos trabajas en la prensa y que estás en relación con la coyuntura. A lo largo de Princesas escuchamos del acoso de Percy Fernández, del caso de violación de la UTOP, nombres de mujeres muertas o violadas. ¿Cómo ha influido tu relación con los medios, con la coyuntura, en los textos de la obra?

Sabes lo que pasa para mí con lo de la coyuntura: desde que ha empezado esto de la ola de los feminicidios, como que se ha vuelto tendencia en los medios. Evidentemente hay feminicidios, hay violaciones, sé que siempre ha habido, pero ahorita estamos en alerta roja, hasta se ha declarado una alerta roja en la ciudad por la cantidad de esto. Y a mí como mujer me da la sensación de que estoy en peligro constante, de que mi cuerpo es un acceso para ser violentado y eso me parece terrible, porque yo sé que me puedo defender, pero si todo el tiempo me están diciendo a través de los medios: eres víctima, la mujer es una víctima, eres una víctima, la mujer es una víctima, entonces yo empiezo a creer que soy una víctima con patas. Eso me molesta mucho y me afecta.

Y claro, era agarrar eso, estas noticias que nos afectan para nuestra investigación que ha sido paralela: como princesas de Walt Disney y toda la coyuntura, junto a la investigación del Manifiesto de SCUM de Valerie Solanas (Solanas es escritora feminista radical estadounidense famosa por haber disparado a Andy Warhol en 1968), con toda esta cosa del feminismo, pero que son cosas que nos afectan y que nos interesa decir.

Claro, hay esta parte también de que si fuera la Bella Durmiente me hubieran violado entre cinco en un bus y me hubieran lanzado de él mientras estaba en movimiento que esto ha pasado, ¿no ve?

En realidad a lo que vamos es a la idea de víctimas que es lo que está flotando en el aire alrededor, a las culpas porque además eres víctima y encima tienes la culpa, que es una cosa que uno asume cuando ya eres grande, mientras más mujer te vas haciendo es como que más culpa tienes de todo; claro los hombres dirán lo mismo pero estamos hablando a través de las mujeres. Agarrar la coyuntura era importante porque es esta coyuntura la que contribuye a todas estas cosas, ¿no?



Así como un boxeador recibe golpes, las Princesas de Eid reciben golpes que las cuestionan y las alertan sobre su condición, su cuerpo, sus deseos, su sexualidad. Con estos golpes se intenta desvictimizarlas, desacomodarlas, despeinarlas y desvestirlas. Con estos golpes ellas crecen y aprenden, muy a pesar de don Walt Disney que una vez dijo que precisamente “ese es el gran problema con el mundo, mucha gente crece”.

[email protected]