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[LECTURAS SABROSAS] SEMBLANZA DEL AUTOR DEL CÉLEBRE CUADRO “CRISTO AYMARA”

Cecilio Guzmán de Rojas, precursor de la pintura indigenista

Cecilio Guzmán de Rojas, precursor de la pintura indigenista



Cecilio Guzmán de Rojas figura en la Enciclopedia Universal Ilustrada, Tomo IV. La Enciclopedia de Arte en América, en el tomo II, dice: “Este artista boliviano es uno de los exponentes más sólidos del arte pictórico en América Latina, junto con el peruano José Sobogal y los mexicanos Ribera, Orozco y Siqueiros”.



El célebre pintor boliviano Cecilio Guzmán de Rojas, “El brujo de Llojeta”, entre 1937 y 1939, aún impactado por los horrores de la Guerra del Chaco, dio un giro radical en su obra pictórica, lo que coincide con la creación de muchos escritores de la época que priorizaron la temática indígena en sus diferentes facetas. Es que eran tiempos de “Gesta Bárbara”, el movimiento cultural de principios del siglo XX más emblemático e influyente del país, que revolucionó las manifestaciones artísticas.

Las pinturas de Guzmán de Rojas muestran rostros de hombres y mujeres con los rasgos indios muy acentuados: ojos pequeños y rasgados, cejas muy arqueadas, narices y pómulos protuberantes, labios grandes y carnosos, cuellos robustos. Eran las características de una raza que respetaba y que el artista retrató.

Sin embargo, en una época en la que el indio era despreciado, su obra era un desafío para Bolivia. Consecuente con su respeto al indio, Guzmán de Rojas decía: “Pintar al indio con dignidad y al paisaje con gratitud”. Representaba en sus obras indios solos, en parejas o en grupos de bailarines. Su “Cristo Aymara”, obra rechazada en su momento, es ahora una de las más representativas de la pintura boliviana. “Es Dios que se ha hecho indio”, expresaba con orgullo el pintor.

Una historia fulgurante

Según Amparo Miranda Castro, autora de un opúsculo sobre la vida y obra de Guzmán de Rojas, éste nació en Potosí, tierra mágica llena de leyendas, donde se dice que el que no es minero, es artista.

Guzmán nació el 24 de octubre de 1899, aunque algunos biógrafos sostienen que fue en 1900. Fue hijo del cochabambino Cecilio Guzmán Blanco, profesor de castellano, y de Justa Rojas, mujer muy hermosa y aficionada a la pintura. Su madre motivó sus aptitudes artísticas desde su niñez. Al trasladarse la familia a Cochabamba, Guzmán de Rojas, a la edad de 12 años, estudió con el genial Avelino Nogales y con George Mattewie. Su formación le permitió tener, a los 19 años, la capacidad suficiente para preparar una serie de pinturas y óleos entre los que destaca, innegablemente, su primer autorretrato. Considerado en la corriente del decadentismo modernista, el primer autorretrato de Cecilio lo presenta dominando su arte, en su taller de pintura, con los pinceles y óleos que utilizaba, con un cigarrillo en los labios, una rosa en el ojal de la solapa y un bombín en la cabeza.

Todos sus críticos y biógrafos coinciden en que fue un pintor exquisito y bohemio. Sintió como muchos otros artistas que debía crecer, llegar lejos, por lo que decidió ir a Europa. Con el apoyo de su familia llegó hasta España en 1919. Allá, Guzmán de Rojas ingresó con una beca a la Academia Real de San Fernando de Madrid. Fue uno de los pensionados -como les llamaban- más jóvenes y destacó por méritos propios.

Se formó con los maestros Julio Romero de Torres, José Moreno Carbonero, Manuel Benedito y otros de renombre en el medio artístico español que, al finalizar su curso, lo apoyaron y escribieron al entonces presidente de Bolivia, Hernando Siles, señalando que Guzmán Rojas era “uno de los valores más sobresalientes de ese culto país. Inteligente artista que, en repetidas exposiciones nacionales en España, ha sobresalido grandemente”. También en España y como parte de su preparación, el boliviano hizo copias de cuadros de los grandes pintores del Siglo de Oro: Velázquez, El Greco, Zurbarán y Valdez Leal. Después viajó a Francia para inscribirse en la Escuela de Artes y Oficios de París. Por entonces en ese país europeo ya se manifestaban las tendencias “fauves”, y Guzmán de Rojas practicó también la pintura “impresionista” y “cubista”.

Su genio creador

Según Miranda, el maestro Guzmán de Rojas, a los 29 años, ya era un triunfador. Había logrado que lo reconozcan como un pintor distinguido fuera de su país. Las obras que España pudo apreciar eran sobre la patria que él vio de lejos: paisajes y motivos bolivianos, entre los que Guzmán de Rojas iniciaba su pintura indigenista.

Destacan como sus cuadros más afamados: “El beso del ídolo”, en el que Cecilio presenta el embrujo de una raza, al que sucumbe el ídolo pétreo de Tiahuanaco; y “El triunfo de la naturaleza”, en el que expresa el renacer de la raza india, simbolizando la fecundidad.

El Imparcial, un periódico español, indicó que “la civilización europea no le ha quitado el recuerdo de los temas de su país. Muy al contrario, Europa ha hecho revivir en su pintura el fomento de la sensibilidad americana”.

La Guerra del Chaco fue también fuente de inspiración de la obra de Guzmán de Rojas, quien estuvo en el fortín Ballivián, a orillas del río Pilcomayo. Su cuerpo sucumbió a este ambiente hostil y enfermizo, y su alma quedó profundamente lastimada por el horror del conflicto bélico. Guzmán de Rojas trabajó durante los siete meses que permaneció en el frente de batalla aproximadamente 300 apuntes, dibujos, acuarelas y óleos que muestran la desgracia del soldado. El material denuncia el sufrimiento y agonía como un alegato en contra de la guerra. Fue expuesto en junio de 1935 en Buenos Aires, durante la firma del Tratado de Paz entre Bolivia y Paraguay.

La ciudad de La Paz también inspiró al artista potosino. Llojeta, un valle al sur de la ciudad, fue tema constante en sus paisajes. Fue escenario de sus fiestas indias y de su dramática muerte.

Un maestro de la pintura

En agosto de 1983, Carlos D. Mesa Gisbert realizó una encuesta para conocer a los diez pintores más significativos de la historia del arte boliviano. Los resultados presentaron a Melchor Pérez de Holguín en el primer lugar y a Cecilio Guzmán de Rojas en el segundo. Holguín fue el maestro de la época colonial, y Guzmán de Rojas el más representativo del siglo XX.

Otra encuesta de un matutino paceño de junio de 1994 preguntó por las pinturas más representativas de la iconografía boliviana. Aunque algunos encuestados omiten la obra de Guzmán de Rojas, muchos otros se decidieron por elegir el “Cristo Aymara” o la serie “Guerra del Chaco”, pinturas de Cecilio Guzmán de Rojas, como aquellas que representarían la historia boliviana en símbolos.

En torno a la vida y obra del afamado “Brujo de Llojeta” -como le llamaban debido a que se le atribuían prácticas kallawayas de Charazani que le habían transmitido sus poderes adivinatorios-, la prestigiosa arquitecta e historiadora Teresa Gisbert sostiene: “El arte de Cecilio Guzmán de Rojas está muy bien definido dentro de una línea. Ha sido imitado, discutido y finalmente olvidado. Es hora que la obra de este gran pintor sea valorada en su verdadera dimensión histórica. Su arte puede gustar o no, es el desafío del artista, pero nadie puede negar que Guzmán de Rojas encontró una pintura muerta y dejó, al cabo de 20 años de trabajo, una pintura viva y floreciente”. Por su parte, el extinto arquitecto, historiador y crítico de arte José de Mesa afirma que “Guzmán de Rojas es una de las facetas quizás más ignoradas y de mayor fecundidad en su aspiración nacional: la protección al patrimonio artístico y cultural”.

Una decisión fatal

En 1950, Guzmán de Rojas era un pintor famoso, retratista importante y vivía de su arte. Tenía una personalidad irresistible, físicamente era moreno y delgado. Su esposa fue María Luisa Riskowsky, también potosina. Tuvieron dos hijos, Iván y Enrique. Cecilio hablaba quechua, aymara, catalán, francés e inglés.

Era un personaje controvertido, no negaba un cierto misterio en relación a su gestación y nacimiento. Había aceptado en muchas entrevistas que su madre, durante su embarazo, encontró un tapado y el hallazgo la habría trastornado.

Súbitamente, el 14 de febrero de 1950, cuando todos esperaban más de su obra, Cecilio Guzmán de Rojas decidió ponerle fin a su vida. La prensa del 16 de febrero informó sobre el triste hallazgo de su cadáver en el valle de Llojeta, un lugar que le había atraído intensamente y que había perpetuado en sus lienzos.

Uno de los matutinos dijo: “Fue Guzmán de Rojas el que reveló, a través de su paleta luminosa, la grandeza de nuestros paisajes (…)”. Otro dijo que “fue para el pintor genial el indio, el héroe forjador del alma de hierro de la nacionalidad y el santo que dio una nueva mística de la vida”.

Billete inmortaliza su nombre

Cecilio Guzmán de Rojas y Melchor Pérez de Holguín están representados en los billetes del país. Holguín, el maestro de la pintura colonial, en los billetes de Bs 50; y Guzmán de Rojas, el gran pintor de la primera mitad del siglo XX, en los de Bs 10. Varias galerías, salas de exposición y calles de La Paz y Potosí llevan los nombres de los artistas.

En 1929, Guzmán de Rojas ganó el Primer Premio en la Feria Internacional de Madrid. En 1939 obtuvo el Primer Premio Mundial de la International Business Corporation de Nueva York. También recibió el Primer Premio Interamericano en el Salón Oficial de la Feria de Santiago y Viña del Mar. Fue premiado en Estocolmo en 1946, en París y Londres en 1947. El Servicio de Prensa de Estados Unidos distinguió a Guzmán de Rojas junto a cinco personajes mundiales y lo insertó en la “Galería de los Inmortales”. Su nombre figura en la Enciclopedia Universal Ilustrada, Tomo IV. La Enciclopedia de Arte en América, en el tomo II dice: “Este artista boliviano es uno de los exponentes más sólidos del arte pictórico en América Latina, junto con el peruano José Sobogal y los mexicanos Ribera, Orozco y Siqueiros”.

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