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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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EL ESCRITOR PRESENTÓ LA ANTERIOR SEMANA LA REINA DEL CAFÉ Y OTROS CUENTOS POLICIALES

Gonzalo Lema: “Santiago Blanco sabe que guardan el bate de 2007 en el sótano de sus casas”

Gonzalo Lema: “Santiago Blanco sabe que guardan el bate de 2007 en el sótano de sus casas”



Aunque primero los lee y hasta retiene contenidos, se limpia el trasero con los suplementos culturales. Su paraíso personal es un buen sillpancho acompañado de una cerveza fría o tal vez un fugaz encuentro amoroso con una chica del “clande” de la Calama. Punateño y cincuentón, perteneció a la Policía Nacional, de la que salió decepcionado: su pecado ante sus camaradas fue precisamente su eficacia como investigador. Así es Santiago Blanco, el detective más entrañable de la literatura boliviana y quien reaparece ahora en otro libro de relatos de su creador, el escritor Gonzalo Lema Vargas (Tarija, 1959).

La reina del café y otros cuentos policiales (Ed. La Hoguera) es el título de la nueva entrega que fue presentada la anterior semana en el Club Social, por su autor y el sociólogo Fernando Mayorga.

Las ocho historias recientes del también protagonista desde 1991 de libros como Un hombre sentimental, Fue por tu amor, María, Dime contra quién disparo, y Santiago Blanco, serie completa, se ambientan en la Cochabamba del 2012. Sumido en la pobreza absoluta tras dejar la institución, el investigador sin embargo encuentra trabajos temporales que le permiten no solo desenmascarar a delincuentes de toda laya, sino también comer las delicias gastronómicas de mercados y restaurantes y, cómo no, de vez en cuando invitar a Gladis, su amor de juventud.

Con Lema, Premio Nacional de Novela 1998 con La vida me duele sin vos, finalista de Casa de las Américas 1993 con La huella es el olvido y Premio Plurinacional de Novela Marcelo Quiroga Santa Cruz 2012 con Los días vacíos del Raspa Ríos, dialogó la RAMONA.

-Santiago Blanco tiene su misma edad. Los nuevos relatos se inician en una época actual, en la que el investigador, deprimido, tras renunciar a la Policía vaga por las bancas de la plaza, algo que cuando usted era concejal también quiso hacer. ¿Es paralela en su vida la decepción con la entidad pública que sufre Blanco?

Creo que sí. Tenemos una nutrida institucionalidad en el Estado, pero deberíamos estar de acuerdo en que todas tienen muy bajo nivel y sirven poco al ciudadano. Blanco vive, además, una situación especial, porque él trabajaba como investigador adjunto nada menos que en la Policía, que hace años necesita una reforma quirúrgica. Él y yo pensamos que se podría transparentar la institución pública y tenerla en mejor nivel. Lo que sucede es todo lo contrario: permanentemente se oscurecen y demandan reformas que se corroen pronto.

-El detective boliviano tiene con su colega literario Philip Marlowe algo en común: su matrimonio duró unos pocos días. ¿Hay más similitudes entre el suyo y el personaje del escritor estadounidense Raymond Chandler y con su narrativa policial? ¿Qué otras influencias ha tenido usted en la creación de Blanco?

Santiago Blanco es un “hombre duro” como lo fue el detective Phillipe Marlowe, pero al mismo tiempo ambos son sentimentales. Y honestos, veraces... Y es comelón, como Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán. Las fugaces esposas de Marlowe y Blanco son rubias, aunque la de Blanco es “falsa” rubia. Al mismo tiempo, el gran amor de Blanco es una exprostituta, como Charo, de Pepe Carvalho. Creo que sus influencias mayores provienen de Raymond Chandler y Manuel Vázquez Montalbán. En un principio, sin embargo, se presentaba a sí mismo como “Blanco. Santiago Blanco”, al estilo de James Bond.

-En la presentación de La reina del café, Fernando Mayorga dijo que la actual movilidad social se puede apreciar mejor desde la literatura policial, antes que desde la sociología. ¿Cuánto sin embargo complejiza las historias esa movilidad social?

Bueno, parece que la literatura tiene una libertad suficiente como para “pasear” por los contextos mucho antes que cualquier ciencia. Kim, de Kiplin, recorrió toda la India antes que el imperio británico terminara de desembarcar a sus científicos. Son exigencias tan distintas que esto sucede frecuentemente. La literatura camina muy rápidamente, pero se debe recordar que es solo literatura.

-Hace unos años, el historiador Gustavo Rodríguez Ostria planteó la tesis de que Cochabamba dejó de ser una ciudad propicia para el encuentro de clases sociales. Varios pasajes de La reina del café parecen ilustrar esa idea, con una zona norte radicalmente diferente al sur, en sus modos de vida, arquitectura y hasta en el clima. ¿Cuándo cree que se dividió la región?

Advierto que la ciudad “contiene” realidades sociales y culturales muy distintas. La migración masiva hacia la ciudad, proveniente del altiplano y de su propia ruralidad, se incrementó a partir de 1986, quizás debido exclusivamente al Decreto 21060. La ciudad planificada del centro al norte, y la ciudad sin planificación y sin servicios, al sur. Pero el crimen le es transversal: del navajazo al tráfico de influencias del cuello banco. Del secuestro al narcotráfico. La misma corrupción funcionaria nos iguala. Santiago Blanco lo sabe y prefiere sospechar de todos. Cruza la ciudad en colectivo, retorna al norte en taxi. Por donde va encuentra huellas del crimen.

-Una secretaria que interviene en uno de los cuentos piensa para sí: “El dinero estaba sólo con los cholos y no con la gente decente. Esos ya no construían, sino que vendían servicios. Asesoraban. En cambio los otros aplastaban las bellas casitas y levantaban edificios con su dinero”. ¿El clasismo en Cochabamba sigue teniendo un fuerte componente racista?

Muy fuerte. Tenemos grupos sociales con todo el tufillo propio de las élites: son discriminadores, hablan mucho en inglés, les molesta la idea completa de patria (indígenas, campesinos, mestizos, clase media baja) y sueñan con vivir en Miami o en Dubai. No tienen ninguna relación con la sociedad rural, salvo con la empleada doméstica y el batán en el patio posterior. Les molesta que sus amigos no sean los constructores, los cancilleres, los ministros... Han ido comprimiéndose, algunos hacen negocio o prestan servicio al Gobierno, pero Santiago Blanco sabe que guardan el bate de [el 11 de enero de] 2007 en el sótano de sus casas. La mentalidad neocolonial es un quiste que se tritura con contenidos democráticos.

-Santiago Blanco critica duramente a un escritor “jovencito con cara de mascachicle” que se fue del país en busca de lectores, en vez de quedarse a describir la realidad nacional. ¿Comparte la opinión del detective?

Blanco es un lector de suplementos literarios, y yo no. Descreo de quienes buscan la fama, y peor aún si la consiguen, porque normalmente es un malentendido y siguen siendo desconocidos. Aprecio muy de veras el logro literario, y no me importa quién es el autor. Pero Santiago Blanco no es el muñeco del ventrílocuo. Piensa, más bien, por cuenta propia. Habría que preguntárselo a él...

-Y, aunque primero los lee y hasta memoriza fragmentos, el investigador literalmente se limpia el trasero con los suplementos culturales. ¿Qué les hace falta a estos materiales para tener mejor suerte?

Su suerte es diversa, no hay por qué ser tan implacables. Lo que sucede es que el uso del papel higiénico se ha democratizado en esta década. Sin embargo, a veces quedo boquiabierto porque las actividades culturales, literarias en particular, están a cargo de muchachos que piensan que la cuestión es incidir en la irreverencia, la hilaridad, el vértigo, el desenfreno, la rebeldía... Una vez escuché decir a un joven director de suplemento: “A tal escritor hay que leerlo con los oídos abiertos...” Cuando leí el texto citado me sonreí. Es bueno tener conciencia de la rebeldía y el entusiasmo.

-Jak’a lawa, falso conejo, albóndigas y mondongo son algunas delicias con las que se alimenta Blanco. ¿Cree que la gastronomía sigue jugando un importante rol articulador de nuestra sociedad?

Es fundamental. Yo tengo veintiocho años de casado haciendo el menú de la semana todos los viernes. La buena mesa y la buena cama son el secreto para una buena vida. Me conduele la cara de huérfanos de los vegetarianos y el estreñimiento de los que se atascan con mucho pan. La cocina de mi casa compite diariamente con el mejor bar.

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