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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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DIÁLOGO CON LA CINEASTA ARGENTINA, QUE VISITÓ COCHABAMBA PARA EL IV TALLER INTERNACIONAL DE GUION DEL BOLIVIA-LAB

Los dones de Natalia Smirnoff

Los dones de Natalia Smirnoff

 

Uno de sus dones podría ser el de la eterna niñez. Con sus zapatillas Nike rosadas, preciosas, desgastadas, a prueba de todo, sus tranquilos jeans y su melena rubia que cae diciendo “soy libre, vamos a jugar”, la cineasta argentina Natalia Smirnoff desafía al tiempo, y la que parece una niña, es una mujer de 42 con la sonrisa serena y la mirada clarividente, directa, de alguien que ya sabe de antemano quién eres tú y qué quieres saber de ella.

Pero ese don es el de menos.

Natalia está en Cochabamba, ha venido a asesorar a jóvenes guionista que participan en el IV Taller Internacional de Guión del Bolivia-Lab. Antes de entrar en la habitación 715 del Gran Hotel Cochabamba, donde está alojada, me advierte sin ningún signo de falsa modestia:

-          No te vayas a asustar del desorden, ¿eh?

En la habitación amplia hay una cama grande, una especie de salita con dos acolchados sillones y una mesita de centro. Cae el sol y la tarde luce apacible. Me invita a tomar asiento mientras abre la ventana que será el escenario de fondo de Natalia, de su cine y de su melena rubia que cae diciendo “soy libre”.

Su desorden, o su idea de desorden, me complican un poco. No veo desorden y me siento bastante más desordenada de lo que en realidad soy. Quita algunas ropas y cosas que están en el sillón.

-          Todo se desajusta en los viajes, ¿viste?

Encima de la mesita hay unas fichas, piezas amarillas de una especie de lego gigante para armar, unos muñequitos de Angry bird y algunas piezas de piedra negra, como monolitos o figuritas andinas.

-          Son regalos para mis hijos.

Mientras esas piezas reposan en la mesita con cara de estar listas para ser armadas, ensambladas en forma de una casa o de un robot, los regalos para sus dos hijos no dejan de parecer que le han sido de mucha más utilidad a Natalia.  

El orden podría ser otro de sus dones.  Es bastante consciente de cómo se ordenan las cosas, los sentimientos, las vidas, las sociedades.

-          Yo creo que todas las personas tienen muchos dones, no uno solo. Y creo que tienen muchos más de los que en realidad saben. Si yo tuviera hoy 28, jamás hubiera creído que yo podría dirigir, menos escribir, yo no podía pasar de diez páginas. Ahora tengo escritas más de cuarenta. Ahora tengo 42, pasaron años, pero antes realmente creía que no. El tema es que no nos potencian, no nos educan para potenciarnos, nos educan para hacer algo porque está bien, en vez de decirnos: a ver qué te gusta, que sea bueno, etc. Las potencias no se desarrollan mucho, por eso se están replanteando las educaciones y aparecen las escuelas alternativas y es así, porque en general nos matan las potencias.

Y esa preocupación bucea y explora en sus guiones. Los personajes principales en las dos películas de Natalia tienen que lidiar con sus propios dones. En su premiada ópera prima, Rompecabezas (2009), su personaje principal, María del Carmen (María Onetto), una ama de casa dedicada a su esposo y los hijos que están prontos a irse de la casa, recibe en su 50 cumpleaños un rompecabezas de más de mil piezas y va descubriendo que algo le pasa cuando los arma. Tiene una habilidad, un don para armarlos rápidamente y poner las fichas. María del Carmen se entusiasma con el armado del juego, decide comprarse otros y en poco tiempo se convierte en una experta en el tema. Por casualidad se conoce con Roberto (Arturo Goetz), un millonario que quiere competir en un torneo mundial de rompecabezas en Alemania. Maria del Carmen entrenará con él, pero a ocultas de su familia.

En su segunda película, El cerrajero, que se estrenó en Cochabamba en el marco del Taller de Guión, Sebastian (Esteban Lamothe), un cerrajero de 33 años que no cree en los compromisos a largo plazo, ni en el matrimonio y mucho menos en tener hijos, descubre que tiene un don. Cuando Mónica, con quien tiene una relación más o menos larga, le confiesa que está embarazada y cree que es de él, el mundo de Sebastián toma un giro inesperado. Comienza a tener visiones extrañas sobre sus clientes mientras trabaja en sus puertas. Este don, para él, es un castigo, no lo quiere.

No solo el tema de la maternidad en Rompecabezas y el de la paternidad en El Cerrajero parece que son puntos de contacto entre estas sus dos películas.

-          Parece que el don es mi tema. Los dones y las crisis, serían, esas dos cositas. En El cerrajero su don es en contra de sí mismo, él no lo quiere por nada, lo molesta y aprender a aceptarlo es su cuestión.

Se ríe franca, mientras me mira con sus gafas de marco negro, como buscando la confirmación en mis apreciaciones.  

-          Estoy escribiendo una película que se llama La Desconocida, que es sobre la vida de una dibujante, una autora dibujante, también escribe textos, son libros para niños, ¿viste?, que recibe un premio, casi como el Nobel, que le asegura el resto de su vida en dinero y se muda con su familia al campo a vivir. ¿Y ahora qué?, ¿entendés?

En La Desconocida, su personaje también tiene un don especial que lleva a Natalia a otras reflexiones, planteadas como preguntas: ¿Qué hace uno con los dones?, ¿Qué hace con cosas que uno creía que no tenía y luego están ahí? ¿Qué se hace con las cosas que no tienen explicación racional, con los dones que “no sirven” para nada útil, más que ensamblar piezas, como las piezas de un rompecabezas o de una especie de lego amarillo?

-          Bueno, tiene que ver con qué pasa con los dones y a dónde te llevan, ¿no? De alguna manera tiene que ver con eso, porque para ella (la protagonista) su don es escribir y su capacidad. Pero también ahí hay algo de ver qué es lo que se puede forzar y qué no, algo que tiene que correr y que se ajusta a tantos tiempos de productividad ycuestiones. Un poco Rompecabezas tenía algo de eso, donde el proceso productivo se pone por encima de las cosas, ¿no? Y pierden toda gracia en algún punto y me interesaba ver cómo se balancea todo eso.

Y es que jugar, como lo es armar rompecabezas gran parte del día, no tiene sentido. Nadie te paga por eso, nadie espera que de adulta sigas jugando, es tu etapa productiva.

-          Hay algo hoy, me parece que es una nueva era en algún punto. Ya sabemos hacía dónde nos lleva este ritmo de vida y el trabajo infinito no es la solución ni la capacidad, y por otro lado, se está trabajando cada vez más horas por la nada. Entonces, hay personas que tienen tres trabajos para mantener una corrida de cosas materiales, pero nunca viven. Por un y por otro lado, las ciudades se están agotando, están caóticas, agotadas y sobreexplotadas de autos, gente  y demás, no se puede casi vivir. Y hay algo de la naturaleza, creo que aquí hay un concepto de “vivir bien”. Es un ciclo de unión, te conecta con algo más, con el mundo.

Natalia Smirnoff, hace tres años se fue a vivir al campo y ahora no entiende la ciudad. Y  tampoco el por qué dejamos de jugar y de crear en aras de la productividad. Pues esa idea de productividad, de que tenemos que producir, es la que nos confunde y aprovecha el propio sistema. Es la que nos convierte en adultos serios y racionales.  

-          No me interesa nada de la ciudad. No me atrae salir de noche, me duermo a las nueve y media de la noche y bueno, nada, como con otra sintonía en ese punto.

En realidad cuando uno está calmo, o se calma, no necesita mucho, ¿no?

Y lo sabe quizá porque vivió todo ese frenesí del sistema laboral productivo. Ella fue un ser de ciudad hasta hace tres años. Nació y vivió en Buenos Aires, en el seno de una familia que pensaba mucho, muy racional y donde se hablaba y explicaban mucho las cosas. De niña ella jugaba imaginando que viajaba a planetas lejanos montada en una silla y una manta. Luego, estudio ingeniería de sistemas, o lo intentó, fue periodista y viajó por todo el mundo hasta que llegó al cine como asistente de directores de la talla de Lucrecia Martel, Jorge Gaggero, Alejandro Agresti, Damián Szifrón, entre otros.  Quizá en un momento de crisis descubrió que tenía otro don más, el del cine.

-          Bueno, a mí me ahogaba en ese momento la ingeniería, por eso, lo dejé, no terminé. Lo que sí podría decirte es que, a diferencia de lo que creía, utilicé la ingeniería o los sistemas muchísimo en la vida, todo el tiempo. Porque es un ordenador de maneras de pensar. Tal vez yo no necesito de la estructura (de un guión), porque eso ya lo tengo incorporado con los sistemas, ya lo tengo incorporado, entiendo lo que es un sistema, ese pensamiento ya lo tengo incorporado. Me acuerdo de cuando era asistente de dirección y los planes yo los pensaba como variables matemáticas. Las variables eran los inconvenientes, los actores el tiempo y la x-y, las escenas del guión y se movían, y los movimientos hacían que causaran lo que causaran. Entonces yo creo que todos son elementos y que todos son elementos que te dan libertad, todo conocimiento te da libertad en la medida en que uno los utilice a su favor. Lo que traba es cuando uno dice no, esto tiene que ser lógico, esto tiene que ser solamente así y entonces ahí, automáticamente, uno se vuelve tieso, yo tengo que ser así he estudiado esto y tengo que ser así.

Y la reflexión sigue:

-          Pero, de hecho, no. He conocido en la vida mucha gente. Ayer, por ejemplo, murió Arturo Goetz (actor de Rompecabezas y  El cerrajero) de un cáncer de muchos años. Arturo fue economista, me hice muy amiga y viaje con él varias veces. Leí en el facebook sobre su muerte y oí lo que fue su vida, la cantidad de cosas que hizo, la cantidad de idiomas y que eso nunca fue una limitación para empezar a estudiar actuación a los 40 años porque descubrió ahí lo que quería. Había sido economista, había vivido en Roma, en Londres, había sido polista, había vendido caballos, había hecho el plan Caja Pan en Argentina, después de eso se puso una editorial para editar obras de teatro. Hizo montón de cosas y terminó trabajando de actor y administrando su campo. Hablar con él era un disfrute infinito, porque era una persona que entendía esto de las posibilidades infinitas que existen, porque él había vivido una cantidad de cosas. Para actuar, encaraba de muchas maneras posibles y diferentes porque las tenía. Algo así yo siento con la ingeniería con el cine, con ser periodista también y me dieron posibilidades para entender que tengo varias posibilidades.

Como no se puede escapar a los dones, no se puede negarlos u ocultarlos por mucho tiempo y, aunque Natalia siga pareciendo una niña, su mayor don es jugar, jugar con los actores, jugar a inventar historias, jugar a que en el mundo los dones extraordinarios son los instrumentos que al hombre le permiten ser libre, pero sobre todo ser feliz.

-          Si yo pudiera decirte de mi don, una cosa que sí noto es que tengo una buena capacidad de análisis sobre las personas y relativamente capto de las personas. Algo del El Cerrajero yo conozco. No leo la mente o cosas así, pero puedo más o menos en poco tiempo entender algo esencial de la personas. Es más intuitivo que racional, ¿no?

Y luego complementa su idea:

-          Lo que pasa es que lo completo con algo racional y ahí armo mi idea. Pero me es fácil entender a los otros.

-          ¿Cómo el cine?, ¿el cine permite entender al otro?

-          Sí, eso.

 

Al finalizar nuestra charla, mientras dejo la habitación, miro por última vez las fichas amarillas en la mesita y las ordeno mentalmente en forma de una casa con una puerta y una herradura.