Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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A PROPÓSITO DE UNA NUEVA PUBLICACIÓN DEDICADA A LA HISTORIA DE LA CINEMATOGRAFÍA BOLIVIANA

Los aviones en el cine silente boliviano

Los aviones en el cine silente boliviano



El crítico de cine Claudio Sánchez expone las razones que le llevaron a realizar la investigación sobre la presencia de los aviones en nuestro primer cine, que ha sido publicada en forma de libro por la Editorial 3600 y cuya presentación oficial está próxima.

UNO

Hay una pregunta recurrente y una misma cara de sorpresa cuando preguntan por el libro: ¿Por qué? Los aviones en el silente boliviano, libro editado recientemente por Editorial 3600, ha sido –en esencia– una provocación para pensar nuestra cinematografía en su estado más primario. Aquel que exige ser puesto en valor de un modo sistemático.

Este mismo “¿Por qué?” me ha perseguido en más de una oportunidad, teniendo que haberle dado más de una respuesta contundente, aunque muchas otras veces haya volcado mis intenciones en construir el cuerpo de un relato que bordea lo cronológico, y que, sin embargo, se acomoda de un mejor modo en una clasificación temática, la cual permite incorporarse de una manera solvente en una época precisa de la historia nacional.

El proceso de escritura, si bien se sostiene que es una actividad en solitario, demanda la participación de otras personas. Ahí están quienes leen los primeros borradores. Ahí está Jorge Alcoba, que cuestiona y exige una posición política ante el contexto nacional previo a la Guerra de Chaco y durante el conflicto bélico. Sergio Zapata se involucra en la lectura de un segundo borrador y pide del texto una proyección sobre el futuro; en Cochabamba leo sus observaciones y me deja pensando, vuelvo al esqueleto -lo sostengo entre las manos- y, como ejercicio, comento sobre el experimento con Santiago Espinoza en la puerta del mARTadero.

Más sorpresas: Espinoza, quien junto a Andrés Laguna, ha saldado cuentas con la historia del cine boliviano de los últimos 25 años, pone la misma cara de sorpresa y nace en él una nueva curiosidad suya por saber qué es lo que hay entre el cine silente y los aviones. Una ecuación que parece extraña y que, sin embargo, puede sostener todo un ensayo. Miro a Lorena y le digo algo que ya no recuerdo; hay en la mesa del comedor algunos libros de historia, hay en la noche una pizca de alquimia sorda, que no me hace caso.
DOS

Si bien la historia de las primeras tomas tiene como fecha –tentativa– en el registro de imágenes en movimiento de Bolivia el año 1904, la presencia de los aviones en el país todavía demoraría en ser un tema de importancia dentro de la vida social boliviana. El libro recupera ambas historias: la del origen de los primeros registros y el anecdotario de la aviación boliviana.

Deteniéndome de un modo consciente en un hecho concreto sostenido por investigaciones en la prensa de la época y otros libros, se presenta el año 1923 como el principio de esta noble relación entre aviones y cine. Ese año se produjo la caída del piloto italiano Aldo Cornado, y la posible realización de un cortometraje dirigido por Pedro Sambarino –otro italiano que acaba de llegar desde Argentina y que desarrollaría una destacada carrera en Bolivia y Perú– titulado Caída del aviador Cornado, que figura en más de una historia del cine boliviano. Este momento clave sorprende como una anécdota, pero también como una posibilidad cierta de pensar un tiempo del cine de actualidades.

Sambarino llega desde Argentina en el momento conocido como “la época dorada de las Actualidades”. El realizador italiano es un hombre que revoluciona la forma de narrar en el país; sus cortes y sus objetivos lo posicionan como un pionero en la construcción de discursos. Es por esta misma habilidad que el Gobierno del presidente Hernando Siles lo contrata para hacerse cargo de la propaganda en su gestión.      

La investigación entonces deriva en una constatación: que los aparatos de Gobierno empiezan a tener conciencia de la importancia de los mensajes cinematográficos como elementos de propaganda para las clases urbanas medias y altas. Ver las obras de la gestión de los presidentes implica revelar los logros de una determinada gestión. Se va tiñendo el cine con la propaganda por una cuestión contundente: el financiamiento de las producciones cinematográficas es asumido por el Estado, lo que permite un cierto -aunque incipiente- desarrollo de las técnicas y los procesos de producción.
TRES

El libro no está acabado y me invitan al Festival de Cine de Viña del Mar (Ficviña) para presentarlo. Esto es ya una realidad, el libro tiene que estar impreso antes del 14 de noviembre, no hay mucho más tiempo. Hay que acelerar el proceso y no detenerse más en algunos detalles coyunturales. Los aviones en el cine silente boliviano espera unas cuantas líneas que sean también su presentación y otros tantos renglones que cierren el trabajo. Otra vez la pregunta ronda en mi cabeza: ¿Por qué?

Las dos palabras que están entre signos de interrogación se transforman en un principio que habla de otra cosa, un inicio del texto que es más bien una justificación de lo escrito: la importancia del papel en la historia de nuestro cine.    

Es de noche en La Paz y, junto a Gabriel Sánchez, me siento a trabajar en el diseño de las tapas. Claro está, es un avión de papel, una forma de provocar. Se imagina usted que un libro de cine tenga como portada las formas de hacer un avión. Es algo que solo se puede descubrir leyendo el ensayo. Es algo que a mí me provoca una sonrisa, entendiendo que el trabajo es el resultado de otros tantos escritos y descubriendo –con sorpresa– que a lo largo de la investigación he dialogado más con otros libros que con las propias películas. Nace, entonces, la necesidad de reafirmar el compromiso con los procesos de preservación y catalogación de los archivos fílmicos.
CUATRO

Es el 21 de noviembre, ya he hablado con Edgar Doll, el director de Ficviña y él también me ha hecho la misma pregunta: ¿Por qué? Ahora me toca a mí poner la cara de sorpresa y responder: ¿Por qué no? He seguido revisando apuntes, he vuelto a las fuentes primarias y, con sorpresa, he descubierto que un día como ese, un 21 de noviembre de 1921, volaba por primera vez en territorio boliviano un piloto nacido en nuestra patria. Hay mucho orgullo al decir en voz alta: Juan Mendoza.

Y sí, el famoso aviador boliviano, pionero de la aventura aérea continental, también apunta su nombre en la historia del cine al haber realizado un cortometraje titulado simplemente Vuelo sobre Buenos Aires del Aviador Juan Mendoza. Una película pagada por FIAT que hacía pruebas con una nueva aeronave de 380HP y que nuestro héroe desconocido filma para “Actualidades TYLCA” en Argentina, como una más de sus actualidades.

¿Qué puedo decirle al público presente en el Cine Arte de Viña del Mar? Pues que la relación entre aviones y cine es estrecha, ya que son dos de los inventos que han revolucionado la forma de pensar el mundo, dos de los artefactos que han podido jugar con el tiempo y el espacio de una manera única. Y que, claro, su evolución ha sido tan fascinante, que han provocado en un boliviano hablar de ellos.
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