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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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POEMA MEMORIA [SELECCIÓN DE TEXTOS A CARGO DE VILMA TAPIA ANAYA]

Silvia Guerra: “Hay una gracia ahí, en la conjugación del ser, en sido”*

Silvia Guerra: “Hay una gracia ahí, en la conjugación del ser, en sido”*

Silvia Guerra nació en Maldonado, Uruguay, en 1961. Ha publicado los libros de poesía: De la arena nace el agua (1987), Idea de la aventura (1989), Replicantes Astrales (1993), La sombra de la azucena (2000), Nada de nadie (2001), Estampas de un tapiz (2006). También ha publicado una biografía novelada: Fuera del relato. Una biografía aproximada de Lautréamont (2007). Además, es coautora, junto a Verónica D’Auria, del libro Conversaciones Oblicuas/ Diálogos entre la cultura y el poder (2002). Y junto a la poeta chilena Verónica Zondek es coautora de los libros: El ojo atravesado I. Correspondencia entre Gabriela Mistral y escritores uruguayos (Santiago: LOM Ediciones, 2005) y El ojo atravesado II. Gabriela Mistral entre los uruguayos. (Santiago: LOM Ediciones, 2007). El trabajo de ampliación o moderación de la palabra en virtud de su disposición precisa, los vislumbres de imágenes y escenarios plenos y sabios, hacen de la poética de Silvia Guerra una de las más importantes y bellas de la poesía escrita en castellano (VTA.)



ANTES, DESPUÉS

Avenir de lo oscuro, oscuramente un golpe, sordo en lo

abreviado de alrededor que llega: como un mar, como verso, como

recuerdo antiguo y propio, como olor de la infancia.

Y el color que lo invade, siempre invade entre intersticios

del tiempo en la tez, en el aire, en las ínfimas

líneas que circundan los ojos. El color del otoño

desaprensivamente, la mano por la espuma ante el diluvio.

Así la mar se torna en femenino oceánica y los barcos

nocturnos sobre el capote de la sombra crecen se agigantan y

tratan de hacer visible algo en el recuerdo de alguien,

se esmeran por llegar por llevar o traer, sólo en los filos laterales

del viento

se vuelve a gota, a primera inocencia.

PRESUNCIÓN DEL CIELO

Las ramas secas, negras del invierno visto en la velocidad

corren de canto, ven hasta aquí a beber

gotas traslúcidas sobre las hojas frescas

ven hasta aquí, y trata de que encienda ese pabilo.

Si vienes de la cima tarareando, capaz que puedo

verte, capaz que de vuelta encuentro en el recodo

el ojo de agua subsumido manando entre las hojas

de los álamos y hay un nido que canta entre los sauces.

Pero no. Claro. Clara el agua se vierte sobre sí y se hunde

manantial a sí misma, agua en el agua.

El hoyo central es el del viento. Ni tú ni yo

podremos detenerlo, ni tú ni yo, ese aniquilamiento.

Enjoya el espaldar, sabes que el agua también tiembla.

Llevaste el Alma altísima hasta allí, que me retumba

toma, y canta

CANTABA EN EL SILENCIO DE LA NOCHE…

Cantaba en el silencio de la noche. Vi la noche.

El silencio era enorme así que llenaba cualquier parte,

cualquier impertinencia penetraba.

Por algo que no puede entenderse el silencio

construyó su casa.

Como nido su casa, rama a rama.

Lo vi ir creciendo pero no quise irme.

Vi que la noche lo cerraba todo, vi que era impenetrable.

Y aún así la raíz fue creciendo, tomando la morada

haciendo suya la casa y el silencio, vi que suplicaba

que pedía.

Pensé en volar, pasar arriba del desierto ígneo

consultar sobre las aves migratorias

sobre el origen de las tempestades

la boca de los ríos. Traté con las cadenas de mi boca

quise sacar la esposa de mi mano tender la rama

hacer un canto que sacudiera aquel silencio enorme.

Puse la mesa, consentí las flores alisé unos pétalos

de blanca carnadura. La penuria seguía al pie del aire

lo llenaba todo ardiendo en un silencio de película muda.

Corrí, imploré; no hubo gestos que soltaran la pleura.

Siguió la noche, cantando, como siempre.

LA ESPERANZA

Siempre. Como un punto blanco y arrasante

una luz de pura esencia necesaria Incandescente Cegada por la luz, la boca abierta palpita algo en el valle, ruido de agua hojas de eucalipto perfumado Algo de paz se recoge sobre el oro esparcido Algo, parecido a la misericordia

Queda.

OJO DE AGUA

En el campo tranquilo duerme el alba

está tu nombre ahí merodeando la sombra

como eco rozando con la vara los metálicos

mimbres que en ramalazos traen estrías de

luz en el rielar quietísimo del agua recostada

en las hojas de los álamos dulces. Llega hasta

aquí como la misma sombra y al músculo

enaltece sin nombrarlo, otro golpe en el pulso,

finísimo ramaje enardecido, algún pájaro canta

o gorjea, lejos -avisando- agorero. En algún sitio

empieza la lluvia, deliciosa.

Y cuando el blanco del albor tiña las líneas

y suene entre las hojas el aire del estanque

es Alma, estremecida pronunciando

mi amor la sola línea. Sin pájaro

Tu nombre.

___

*De aquel extenso y magnífico poema de Silvia Guerra, “Jota aspirada”.