POEMA MEMORIA [SELECCIÓN DE TEXTOS A CARGO DE VILMA TAPIA ANAYA]
Silvia Guerra: “Hay una gracia ahí, en la conjugación del ser, en sido”*
Silvia Guerra nació en Maldonado, Uruguay, en 1961. Ha publicado los libros de poesía: De la arena nace el agua (1987), Idea de la aventura (1989), Replicantes Astrales (1993), La sombra de la azucena (2000), Nada de nadie (2001), Estampas de un tapiz (2006). También ha publicado una biografía novelada: Fuera del relato. Una biografía aproximada de Lautréamont (2007). Además, es coautora, junto a Verónica D’Auria, del libro Conversaciones Oblicuas/ Diálogos entre la cultura y el poder (2002). Y junto a la poeta chilena Verónica Zondek es coautora de los libros: El ojo atravesado I. Correspondencia entre Gabriela Mistral y escritores uruguayos (Santiago: LOM Ediciones, 2005) y El ojo atravesado II. Gabriela Mistral entre los uruguayos. (Santiago: LOM Ediciones, 2007). El trabajo de ampliación o moderación de la palabra en virtud de su disposición precisa, los vislumbres de imágenes y escenarios plenos y sabios, hacen de la poética de Silvia Guerra una de las más importantes y bellas de la poesía escrita en castellano (VTA.)
ANTES, DESPUÉS
Avenir de lo oscuro, oscuramente un golpe, sordo en lo abreviado de alrededor que llega: como un mar, como verso, como
recuerdo antiguo y propio, como olor de la infancia.
Y el color que lo invade, siempre invade entre intersticios
del tiempo en la tez, en el aire, en las ínfimas
líneas que circundan los ojos. El color del otoño
desaprensivamente, la mano por la espuma ante el diluvio.
Así la mar se torna en femenino oceánica y los barcos
nocturnos sobre el capote de la sombra crecen se agigantan y
tratan de hacer visible algo en el recuerdo de alguien,
se esmeran por llegar por llevar o traer, sólo en los filos laterales
del viento
se vuelve a gota, a primera inocencia.
PRESUNCIÓN DEL CIELO
Las ramas secas, negras del invierno visto en la velocidadcorren de canto, ven hasta aquí a beber
gotas traslúcidas sobre las hojas frescas
ven hasta aquí, y trata de que encienda ese pabilo.
Si vienes de la cima tarareando, capaz que puedo
verte, capaz que de vuelta encuentro en el recodo
el ojo de agua subsumido manando entre las hojas
de los álamos y hay un nido que canta entre los sauces.
Pero no. Claro. Clara el agua se vierte sobre sí y se hunde
manantial a sí misma, agua en el agua.
El hoyo central es el del viento. Ni tú ni yo
podremos detenerlo, ni tú ni yo, ese aniquilamiento.
Enjoya el espaldar, sabes que el agua también tiembla.
Llevaste el Alma altísima hasta allí, que me retumba
toma, y canta
CANTABA EN EL SILENCIO DE LA NOCHE…
Cantaba en el silencio de la noche. Vi la noche.El silencio era enorme así que llenaba cualquier parte,
cualquier impertinencia penetraba.
Por algo que no puede entenderse el silencio
construyó su casa.
Como nido su casa, rama a rama.
Lo vi ir creciendo pero no quise irme.
Vi que la noche lo cerraba todo, vi que era impenetrable.
Y aún así la raíz fue creciendo, tomando la morada
haciendo suya la casa y el silencio, vi que suplicaba
que pedía.
Pensé en volar, pasar arriba del desierto ígneo
consultar sobre las aves migratorias
sobre el origen de las tempestades
la boca de los ríos. Traté con las cadenas de mi boca
quise sacar la esposa de mi mano tender la rama
hacer un canto que sacudiera aquel silencio enorme.
Puse la mesa, consentí las flores alisé unos pétalos
de blanca carnadura. La penuria seguía al pie del aire
lo llenaba todo ardiendo en un silencio de película muda.
Corrí, imploré; no hubo gestos que soltaran la pleura.
Siguió la noche, cantando, como siempre.
LA ESPERANZA
Siempre. Como un punto blanco y arrasante una luz de pura esencia necesaria Incandescente Cegada por la luz, la boca abierta palpita algo en el valle, ruido de agua hojas de eucalipto perfumado Algo de paz se recoge sobre el oro esparcido Algo, parecido a la misericordia
Queda.
OJO DE AGUA
En el campo tranquilo duerme el albaestá tu nombre ahí merodeando la sombra
como eco rozando con la vara los metálicos
mimbres que en ramalazos traen estrías de
luz en el rielar quietísimo del agua recostada
en las hojas de los álamos dulces. Llega hasta
aquí como la misma sombra y al músculo
enaltece sin nombrarlo, otro golpe en el pulso,
finísimo ramaje enardecido, algún pájaro canta
o gorjea, lejos -avisando- agorero. En algún sitio
empieza la lluvia, deliciosa.
Y cuando el blanco del albor tiña las líneas
y suene entre las hojas el aire del estanque
es Alma, estremecida pronunciando
mi amor la sola línea. Sin pájaro
Tu nombre.
___
*De aquel extenso y magnífico poema de Silvia Guerra, “Jota aspirada”.