Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:01

Las audacias de Ramón Rocha Monroy

Las audacias de Ramón Rocha Monroy
Hace 33 años y también en los fríos días julianos, Ramón Rocha Monroy era el promotor de una verdadera -y valiente- audacia político-cultural. Pocos días antes del comienzo de la tenebrosa dictadura de García Meza, el ya entonces destacado escritor y gestor organizó un festival en el pleno centro simbólico de la clase alta de la Cochabamba de la época: El Prado. ¿Que cuál la audacia? Pues que en ese lugar lleno de señoritos y señoritas “bien”, Rocha Monroy promovió, por primera vez en la historia de la ciudad, una entrada musical autóctona de indígenas. 

Y en El Prado precisamente nos citó el literato la semana pasada a los periodistas de este suplemento, para darnos a conocer otras de sus iniciativas que, con seguridad, serán también históricas: un homenaje al poeta Antonio Terán Cabero y la gestación, junto a la editorial Kipus, de un premio internacional de novela que se convocará desde la misma capital del valle. Tales actividades se cumplirán mañana por la noche en la Alianza Francesa. Se aprovechará la ocasión asimismo para presentar los libros Obra poética (del Soldado Terán), Los días vacíos del Raspa Ríos (novela de Gonzalo Lema) y la tercera edición de ¡Qué solos se quedan los muertos! (biografía novelada de Antonio José de Sucre, hecha por el Premio Nacional de Novela 2001 con Potosí 1600).

Sobre la importancia del tributo a uno de los mejores bardos vivos del país está demás hablar (si alguna duda cabe, revisar las notas principales de esta edición). Nos toca referirnos entonces al certamen ideado por Pedro Camacho, director de Kipus, y Rocha Monroy. El autor de El run run de la calavera (Premio Guttentag 1983) hace notar que, si uno se fija la lista de los que recibieron el máximo galardón literario de Bolivia, el Nacional de Novela, 8 de los 14 distinguidos son cochabambinos (contando, claro, al tarijeño-cochalo Gonzalo Lema). Si a los reconocidos sumamos los nombres de escritores que no participan en concursos, se evidenciará que la región tiene la tal vez más grande cantidad de creadores del país, a los que hace falta respaldar.

“Los únicos que estamos atomizados y desarticulados de un modo dramático somos los cochabambinos. Cada uno de los creadores literarios de Cochabamba hace lo suyo por su cuenta, sabe Dios cómo. La amistad que nos une es sumamente casual y al margen de la literatura”, expresó Rocha Monroy (1950). El no por nada nombrado Cronista de la Ciudad va todavía más lejos al referirse a lo que sucede en otros departamentos: “En La Paz son muy provincianos, muy paceños. Solo existe La Paz. El otro día el (escritor) Mauricio Murillo, que es un buen muchacho, dijo que la novela del siglo es Hablando con los perros de Wilmer Urrelo. Si es del siglo XX está jodido, pues hay mucha producción. Si es del XXI, apenas han pasado 13 años. Lo mismo ocurre en Santa Cruz, que tiene una especie de arte centrípeto”.

Por lo anterior, Camacho y Rocha Monroy se propusieron, ya desde hace varios años, lanzar el Premio Internacional de Novela Kipus, muy bien dotado en lo económico, con un jurado internacional y “además abierto a todo el mundo de habla castellana para que nosotros mismos, como escritores nacionales, nos esmeremos un poco más, estemos a la altura”. Los detalles de tan ambiciosa iniciativa se darán a conocer mañana.

Sucre, el fundador de un país

Sobre lo que sí se puede abundar por lo pronto es acerca de ¡Qué solos se quedan los muertos!, novela de 2006 de Rocha Monroy que, editada anteriormente por El País de Santa Cruz, ha llegado ahora a su tercera edición a cargo de Kipus.

La muy probablemente más completa biografía del Libertador venezolano que luego fue presidente de Bolivia, viene precedida de muy elogiosos comentarios. “Esta es una novela mayor, además de un aporte a nuestras percepciones sobre la historia”, dice Alfonso Gumucio Dagrón. “Este libro debería estar en todas las bibliotecas públicas de nuestro país así como en los colegios fiscales y privados, pues tiene la virtud de ‘enseñar’ la historia de una manera entretenida y emocionante” manifiesta Ricardo Bajo.

“Sucre -sintetiza el autor- tiene una estrella de otra magnitud, distinta a la de Bolívar, y por eso no le dan mucha importancia en los países bolivarianos, entre ellos Venezuela. Particularmente el episodio de la presidencia en Bolivia se lo pasan de largo o con una larga elipsis porque no les interesa mucho. Sucre llegó, fundó una república, lo hirieron en el brazo y se fue. No se dan cuenta de las cosas que hizo en dos años, como el fundar de la nada un país, hacer dos paquetes económicos y una serie de esfuerzos por imponer medidas liberales que le valieron incluso la excomunión. Su reforma clerical ha sido la más audaz de todo el continente, y al parecer lo excomulgaron. Y ahora tiene que sufrir una especie de yugo vitalicio, si eso se puede decir porque ya está muerto, porque tiene en su tumba, en Quito, una cruz clavada. Es injusto hacerle eso a Sucre, es como clavarle la cruz a un vampiro”.

[email protected]