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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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RESEÑA DEL RECIENTE POEMARIO DE PAOLA SENSEVE TEJADA

Dios es imperfecta

Dios es imperfecta



“Dios me dibujó/ cuando era niña/ y aún no había aprendido/ a pintar/ dentro de las líneas.”

Este poema no titulado corresponde al segundo cuerpo, denominado “Nuevo Testamento: Apocalipsis”, de Soy dios (Ed. La Hoguera), último libro de la poeta cochabambina Paola Senseve*, quien reside en Santa Cruz. En él se evidencia una sensibilidad especial, sutileza femenina, ternura infante, humor corrosivo y elegante. Una síntesis notable del conjunto de la obra.

Con un tratamiento cotidiano del lenguaje, Senseve nos aproxima a una experiencia corporal, espiritual e intelectual estrictamente femenina. Las palabras perviven entre éstas páginas cual flores, aves, mariposas; la naturaleza exponiéndose al lector. “Si me desabotonas la blusa/ te puedes llevar una sorpresa/ Inténtalo y verás/ cómo de entre mis pechos salen volando mariposas/ y/ caen sin remedio jazmínes”. Esa es Paola Senseve, o lo que es los mismo, dios.

El poemario, dividido en tres partes, nos aproxima lenta y seductoramente hacia el centro mismo de este dios/universo/poeta. Son tres tiempos en los que viajamos, cual Dante, ya de la mano de Virgilio, ya de la mano de Beatriz. En “Antiguo Testamento: Génesis”, la escritora oculta su imagen al interlocutor, trata primero de reconocerse, se construye e intenta adivinarse. “Ver, o mejor dicho,/ adivinar mi cuerpo en el espejo empañado del baño./ Buscar a dios es un poco como eso y como nada”. Omnipotencia y miedo con el halo inoportuno, siempre desdeñado, de la cotidianidad, virtud en Senseve. Una peculiar genealogía de dudas, cuestionamientos, pretensiones, geografías, justificaciones, propuestas y placeres se suceden entre versos profundos e hilarantes. “¿El silencio o un poemita de amor?/ Puedo las dos”. Así la poeta termina por entregarse al lector, exhibiendo su necesidad de él, de cualquiera. Dios necesita estar solo, sí, pero también necesita exaltarse en el otro. En este punto reluce con mayor ímpetu una constante dentro el conjunto: la sexualidad empapada de feminidad. Dios se autosatisface, pero “no es lo mismo mi mano efectiva/ a la tuya intentando”. Dios desbordada en su sexualidad, dios gozando en su necesidad del otro, de esas tentativas y aventuras tan ajenas y propias a ella.

En el capítulo segundo la poeta se devela por completo. Es el Apocalipsis, el libro de las revelaciones. Senseve se expone, se entrega sin previsiones, arremete contra sí misma. La muerte de Dios, lejos de la implacable figura nietzscheana, desde una diáfana convicción literaria de descomposición. Recordando, sin pretensiones teóricas, aquel postulado de Barthes: para que el lector exista, el autor debe morir. Así se construye esta segunda parte del poemario, de las múltiples muertes y resurrecciones de la dios/poeta. Así, “La meta póstuma es transgredir las reglas de esta melancolía”. Éstas revelaciones son también las del cuerpo, ese espacio que igualmente puede ser habitado por el lector. Senseve no deja nada oculto, no se guarda, se entrega a la gloriosa causa de ser apenas nada. “Mis pies son feos/ Y esto es un poema/ porque tú,/ que no los has visto,/ puedes pretender/ que esta declaración/ es solo una metáfora/ Tal vez lo sea”. Grande resulta el arrebato al percatarnos de que este universo es diseccionado por un espíritu pueril, casi ingenuo, de fotografías, bocetos, amores y culpas. “Como emana la tinta de mi pluma,/ con cierto desdén,/ este tren ignora dónde me lleva/ lejos, cada vez más lejos/donde la luna no mengua ni trasluce”. Senseve no se agota/agobia al entregarse desvelada, sin beatificaciones inocuas, contrariamente, se yergue potente, sencilla, monumentalmente contradictoria e imperfecta.

El último filo de este tridente es quizás el más punzante. Evangelios apócrifos, rebeldes, incisivos. Aguzada burla sobre el falocentrismo imperante en las relaciones sentimentales, los estereotipos femeninos en la construcción de ellas. Senseve se presenta enteramente femenina, fértil, generosa, aguerrida. Amazonas adormecidas en el seno de cualquier mujer, prestas al llamado guerrero de dios. “Este mundo de hombres/ no es nada comparado/ con la mujer que soy/ y de la que vengo”. Destaca también el poema “Vehemente disculpa”, parodia cruel al machismo posesivo dominante. Muy cercano al sublime “Nacer Hombre” de Adela Zamudio. Dios/poeta/mujer se muestra arrepentida ante el macho por haber usado su imagen para autosatisfacerse sexualmente. Duro y gracioso alegato contra la sexualidad machista ejercida por mujeres y hombres. Más aún en esta batalla por la recuperación del propio cuerpo, de la propia geografía, Senseve plantea un escenario muy a lo Hilda Mundy (otra gran mujer): “Debo advertir que/ en el juego que estas ganando/ no soy simplemente una pieza;/ soy el tablero”. No es una cuestión de vencedores y vencidos, es un asunto de propiedad, de autoreconocimiento y potestad sobre el propio cuerpo, la propia alma, la propia razón. Y es de esta última región del ser de la que más fuertemente se vale Senseve. Condensa en la razón la experiencia del cuerpo y las emociones, las trasfigura en versos que provocan una inminente cercanía al final, al roce casi directo con la verdad, sea la que fuere. Es por eso mismo que se declara sin titubeos como una “Escritora suicida”, volviendo a Barthes, porque reconoce que esta es la única forma de pervivir en la memoria. “y me/ recordarán como la que decidió/ Quiero ahogarme/ en poesía”.

Soy dios es un poemario inconcluso, contradictorio e imperfecto. Agradecemos tan preciados detalles. Senseve cierra el libro con una sentencia de lucidez estremecedora: “Dios es un eufemismo”. Imposible decir más.

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*Senseve, quien presentó Soy dios en la reciente Feria Internacional del Libro de Cochabamba, es también autora de Vaginario, obra ganadora del II Premio Nacional de Escritores Noveles de la Cámara del Libro de Santa Cruz y Petrobras.

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