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SOBRE EL POEMARIO DEL ESCRITOR COLOMBIANO ÁLVARO MUTIS

Caravansary, fotogramas de un viaje

Caravansary, fotogramas de un viaje



Álvaro Mutis (Bogotá, 1923), quizás menos popular que su compatriota y amigo Gabriel García Márquez, es uno de los escritores de habla hispana más galardonados. Ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1997, el mismo año obtuvo el VI Premio Reina Sofía de Poesía, y logró el Premio Miguel de Cervantes de Literatura en 2001. La mayor parte de su obra poética está antologada en Summa de Maqroll el Gaviero (1992) y su narrativa se concentra en Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero (1993).

Si quisiéramos aproximarnos a la obra de este escritor, Caravansary (1982) sería un buen comienzo. La lectura de este poemario sugiere a la poesía como fotograma, como imagen que promete una transición. Caravansary no es un “racimo”, no es una obra en que los textos están vinculados a un tronco común, se suceden unos a otros del mismo modo que una secuencia de imágenes en una cinta cinematográfica. Su composición nos acerca metafóricamente a un tren en el que cada vagón alberga un universo diferente y la cohesión está dada por la dirección que toman: uno tras de otro, tan variados, tienen el mismo destino y hacen las mismas paradas. En este “viaje” se concentra la obra de Mutis como si se tratara del “trailer” de una película.

Los caravasares de Caravansary

Desde el título esta obra sugiere la idea de tránsito. “Caravansary” hace referencia a lo que, en español, se conoce como “caravasar” (posada en Oriente destinada a las caravanas), remitiéndonos a esos lugares vinculados al viaje, a esas paradas o estaciones significativas y necesariamente “presentes a lo largo del recorrido”, que son pedazos (a fin de cuentas, imágenes) que se concatenan y a partir de las cuales se reconstruye y actualiza la travesía.

Ocho son las paradas, ocho son los poemas que conforman Caravansary (“Caravansary” e “Invocación”, “Cinco imágenes”, “La nieve del Almirante”, “La muerte de Alexandr Sergueievitch”, “Cocora”, “El sueño del Príncipe-Elector”, “Cita en Saburán” y “En los esteros”), todos escritos en prosa poética, ninguno vinculado temáticamente a otro, incluso la voz poética es distinta en cada uno y al interior de aquellos que presentan subdivisiones (es el caso de “Caravansary” que tiene diez partes y una especie de epílogo que es “Invocación” y de “Cinco imágenes”). La construcción de cada texto es independiente: los poemas corresponden a distintas imágenes entre las que no es posible hallar unidad o continuidad, ni temporal, ni espacial. Sin embargo, están relacionados porque subsumen la poética mutisiana, constituyen el preludio de su narrativa, materializada en Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. Por ejemplo, “Cocora” y “La nieve del Almirante” dan título a dos de sus novelas, “En los esteros” tematiza la muerte de Maqroll, al igual que la novela Un bel morir en la que, además, se cita textualmente este poema.

Voces y tracking del viaje

“Caravansary” es, como primer poema, el que nos introduce a la idea de fotograma; las diez partes que lo componen se presentan como estampas vinculadas únicamente por la intuición de que tienen lugar en los ambientes de un caravasar. El fragmento 1 da un panorama general de lo que acontece en ese lugar y de la caracterización de los personajes presentes, la voz se revela como un testigo:

“Están mascando hojas de betel y escupen en el suelo […]. Se habla de navegación, de azares en puertos clandestinos, de cargamentos preciosos, de muertes infames y de grandes hambrunas […]. Navegantes, comerciantes a sus horas, sanguinarios, soñadores y tranquilos”. (Summa, 178)

El fragmento 2 tematiza la conducta del viajante. La voz cambia, se presenta como un conocedor que interpela a alguien más, quizás, a un viajante:

“Si te empeñas en dar crédito a las mentiras del camellero […]; si persistes en ignorar ciertas leyes […], si continúas en tu necedad no te será dado entrar por las puertas de Tashkent […].”

Los fragmentos 4 y 5 son especialmente diferentes pues la enunciación poética ya no corresponde a la tercera persona, singular o plural, se construye en primera persona. “Soy capitán del 3° de Lanceros de la Guardia Imperial […]. Voy a morir a consecuencia de las heridas que recibí en una emboscada […]”, dice uno; mientras que el otro: “Mi labor consiste en limpiar cuidadosamente las lámparas de hojalata […] ¡Y yo que soñaba con ser algún día laborioso viajero por tierras de fiebre y aventura!”.

Desde el caravasar de Medio Oriente, “La nieve del Almirante” nos traslada hasta un “corralón destartalado” que, ubicado en alguna cordillera sudamericana, cumple también la función de acoger a los viajeros:

“Los conductores de los grandes camiones se detenían allí a tomar una taza de café o un trago de aguardiente […]. Las paredes del refugio eran de madera y, en el interior se hallaban oscurecidas por el humo del fogón […]”.

El siguiente poema nos ubica en la escena de “La muerte de Alexandr Sergueievitch” donde, como es característico en la obra de Mutis, la certeza temporal o histórica (que el nombre del personaje y la situación referida podrían sugerir) queda eliminada: Pushkin, que está muriendo por las heridas sufridas en un duelo, pronuncia, bajo el efecto de su postrero delirio, el nombre de una mujer: Natalia Gontcharova, artista que nace varios años después de la muerte del poeta. Es así que, incluso al interior de un solo poema, se pone en evidencia esa forma de construcción textual que pone en contacto espacios, personajes, tiempos (al fin de cuentas, imágenes) distantes. El tránsito entre uno y otro se asemeja a los cambios de escena en los que la relación se establece por el montaje pues que una imagen siga a otra es producto de una decisión estética respecto de la construcción de la ficción.

Con “Cocora” nos trasladamos hasta una mina abandonada en medio del ambiente opresor de la selva. El agua, elemento recurrente en la obra de A. Mutis, hace su aparición y la idea del viaje retorna como una remembranza. La voz, que nuevamente se presenta en primera persona, caracteriza a un hombre que, a pesar de estar anclado en ese lugar terrible de alucinaciones, no se desvincula del acto de viajar pues recordar el viaje es la experiencia misma de hacerlo:

“Y yo que soy hombre de mar […], yo que siento todavía en mis huesos el mecerse de la gavia […]. Un día saldré de aquí, bajaré por la orilla del río, hasta encontrar la carretera que lleva hacia los páramos y espero entonces que el olvido me ayude a borrar el miserable tiempo vivido aquí”.

Con el siguiente poema vuelve el caravasar o, más bien, volvemos a él. Esta vez es “una posada del camino que conducía [al Príncipe-Elector] hacia sus tierras”. El sueño es el mecanismo utilizado para conectar dos fotogramas: el de un Príncipe-Elector que se dirige a la Dieta de Spira y el del río en que éste encuentra a una mujer desnuda de piel cobriza, cuyos rasgos le “eran por entero desconocidos”. La posada de Hilldershut es ese lugar de tránsito en que dos esferas tan distantes, la civilizada y la salvaje, logran establecer una relación.

“En los esteros” tiene por tema el recorrido que Maqroll, junto con cuatro compañeros, realiza a bordo de una barcaza oxidada. La forma en que la vida de este personaje es presentada se asemeja al de la organización del poemario, la estructura de “momentos en secuencia” es trasladada al texto: cada fotograma se articula al otro por la muerte de las personas que viajan en la barcaza y la secuencia resultante se articula con la enumeración de los recuerdos de Maqroll, donde percibimos ese encadenamiento de imágenes al que nos referimos:

“Una moneda que se escapó de sus manos […]

El canto de una muchacha que tendía la ropa […]

El sol que doraba las maderas del lecho donde durmió con una mujer […]

El fuego […]

El entrechocar de los vasos en un sórdido bar […]

Cierto deslizarse de las partes de un arma […]

Aquella noche cuando el tren se detuvo en la ardiente hondonada […]

El párpado del hombre que tuvo que matar […]”

El final del texto y, con éste, el del poemario, nos acerca definitivamente al desenlace cinematográfico. La secuencia de fotogramas se resuelve en la imagen siguiente: “El Gaviero yacía encogido al pie del timón, el cuerpo enjuto, reseco como un montón de raíces castigadas por el sol”.

El destino

Si Caravansary nos sugiere a la poesía como fotograma es precisamente porque monta una secuencia de imágenes cuyo destino se evidencia en relación que con el resto de la obra de A. Mutis: cada poema subsume lo que posteriormente habrá de ser desarrollado. Baste decir que los elementos de la enumeración citada precedentemente corresponden a hechos a relatados o, al menos, referidos en las novelas de este autor.

Los “poemas-fotogramas” construidos como unidades independientes, se dirigen, como al principio dijimos, del mismo modo que los vagones de un tren, haciendo paradas, atravesando paisajes diversos, hasta el destino final que es la narrativa mutisiana, hasta Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero.

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