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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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SOBRE LA PELÍCULA NACIONAL EL PECADO DE LA CARNE, EN CARTELERA DEL CINE CENTER

Tropecé de nuevo y con la misma…

Tropecé de nuevo y con la misma…


Cuando asisto al cine tengo a veces experiencias peculiares. Suelo tener “proyecciones privadas”. A veces porque escojo horarios poco habituales, otras porque se trata de cine boliviano.

En nuestras multisalas, si una película no factura en la taquilla en su primer fin de semana, se reducen los horarios de proyección. Si es que el filme no genera lo suficiente, da paso a otro estreno. Las cintas que normalmente son víctimas de este trato son poco comerciales, independientes (una especie ya muy rara en nuestros cines) y la producción nacional. Es por eso que, al revisar la cartelera de esta semana, me sorprendió que El pecado de la carne, escrita, dirigida y protagonizada por Elías Serrano, haya sobrevivido una semana más al programador del Center (Barbazul, otra película nacional, no tuvo la misma suerte). Me fui a la primera función del viernes, a las 11.50. Y era el único en la sala.

La película narra la vida de un anciano, Oswaldo Chaves (Elías Serrano), que padece Alzheimer. Antes de que se le borre toda la memoria, quiere recordar, por última vez, la experiencia de amor que vivió con Margarita. Fue una relación que surgió en su época de juventud (Nelsón Serrano hace del joven Oswaldo), en los mejores momentos de su vida. Las pasiones que esta mujer logró despertar en él fueron inolvidables.

La cinta está catalogada, de acuerdo al realizador -que brilló como actor en Cuestión de fe (Marcos Loayza), y tuvo menor suerte en otras películas nacionales-, como una comedia romántica, que tiene como tema “el amor más allá del tiempo”. Ambientada en los años 70 y también en 2000, en Santa Cruz, la historia, escrita para teatro en 2002 y estrenada en el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz en 2003, fue adaptada para cine en 2010.

El problema de El pecado de la carne no es que sea una película regional, que pretenda ser “bien cruceña”. Al contrario, películas bolivianas como El Ascensor (2008), Zona Sur (2009) o Dependencia sexual (2003) ejemplifican que es posible contar historias de una región o clase social, retratando sus personajes, costumbres, concepciones de la vida, ideologías, realidades, etc,. sin caer en estereotipos, chauvinismos, tradicionalismos burdos y retratos pueblerinos superficiales.

La cinta de Serrano podía haber sido una historia de época sencilla y disfrutable, contextualizada en los años 70, si se hubiera optado por la naturalidad de los personajes, el contexto en el que se desarrolla, el carisma natural del cruceño y dejando que la trama siga su curso normal. En cambio, se optó por empujar al límite a los personajes, a las expresiones, modismos y al mismo cruceño, como si se tratara de una parodia “camba” que busca seguir la estela de una novela chabacana.

El resultado de esa fórmula es representar por ejemplo a la mujer cruceña como fácil, hambrienta de sexo y sin ninguna aspiración más que casarse y tener hijos; por otro lado al hombre como un sujeto “pícaro” y cavernícola, que todo lo resuelve con la fuerza bruta o a base de pistola.

Otro detalle que no entiendo es el por qué de la musicalización al estilo telenovelesco. La música, para todo estado y situación, quiere en esta película obligar al espectador a que la trama le conmueva, entristezca y, en el mejor de los casos, le haga reír. En este último caso se utiliza el recurso de la comedia musical hollywodense, un recurso muy pobre y que solo demuestra las carencias de una producción que cojea en casi todo.

A grandes rasgos -muy grandes diría-, la actuación es pasable. Los actores intentan sacar lo mejor de seres estereotipados. Puede que no haya formación y/o talento en estos intérpretes o quizá sea la incapacidad de dirección de Serrano, pero, a nivel grupal, la actuación es sosa, plana. No logra empatía por los personajes.

Tecnicamente, la película es pulcra en imagen y sonido, aunque la musicalización no acompañe. Los usos de la luz y claroscuros, además de los colores y tonos, están sobre el margen de lo aprobado. Los movimientos de cámaras, las distintas tomas y secuencias están correctas, con lo justo diríamos.

Se entiende de entrada que la película es cruceña, por una serie de modismos y expresiones típicas del oriente. Lo malo es que el guión no sabe ir más allá de esos recursos. El texto tiene líneas como: “Él (Oswaldo) no debe enterarse que mi miembro está muerto” o personajes con el nombre de “Evelio Palo Blando”. Si la historia no busca la parodia, entonces quiere autosabotearse introduciendo una subtrama cristiana-evangélica para justificar su nombre.

Lo peor de todo es que -ya no es novedad en las salas del Center- la película se congeló en plena proyección. Pasaron unos minutos y el filme saltó a su siguiente fotograma, dejando algunas incógnitas en la trama.

En los últimos años, lamentablemente ir al cine a ver la gran mayoría de las nuevas producciones nacionales, causa siempre un déjà vu. Aunque desde luego hay honrosas excepciones, parece que vemos las mismas películas, las mismas historias, los mismos errores. Como (mal) cantaría Julio Iglesias: “Tropecé de nuevo y con la misma…”.

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