Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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SOBRE EL INESPERADO RETORNO DE JEFF MANGUM A LOS ESCENARIOS

Regresar con la dimensión del mito

Regresar con la dimensión del mito



Jeff Mangum estará presentándose en la próxima edición del festival San Miguel Primavera Sound, a llevarse a cabo en Barcelona entre el 30 de mayo y 3 de junio próximos. Como ya es costumbre, la RAMONA estará cubriendo en exclusiva el evento.



Recordemos un momento del pasado cercano. Paris Hilton acaba de lanzar su carrera musical y da una entrevista en la fiesta de lanzamiento de su primer disco. La starlet explica cómo para ella la música es una afición muy antigua (“toco piano y violín desde los seis años”), y para dejar muy claro que no quiere ser una diva pop del montón, asegura que su principal inspiración es Jeff Mangum de Neutral Milk Hotel. Por si fuera poco, se lleva una copia de “In the aeroplane over the sea” al photocall y posa con ella. Es la clase de noticia que hace a un fan echar llamaradas de furia por las orejas. Naturalmente, se comprobó muy pronto que era un montaje, pero si a alguien le preguntaban qué era más probable dentro de cinco años, una longeva carrera para Hilton o un nuevo disco de Neutral Milk Hotel, la respuesta era obvia. De “Chinese democracy” se sabía que existían grabaciones –de hecho ya algo se había filtrado en la web–, Kevin Shields no tenía el menor apuro por extender el catálogo de My Bloody Valentine, pero estuvo de gira con Primal Scream e incluso participó con material original en soundtracks. En cambio, Jeff Mangum parecía tan terminantemente separado de los mortales como Pynchon –o Salinger. Amén de lo complicado que es mantenerse vigente hoy desde la reclusión, es mucho más difícil lograrlo para un músico que para un escritor. Mangum no había dejado siquiera el recuerdo de una banda rota por los egos o desgastada en su potencia creativa, mucho menos una obra extensa que compensase su ausencia. Se desvaneció abruptamente. Sin explicaciones. Sin más pista que un puñado de canciones preciosas. Hoy existen pocos gestos más poderosos que ese.

Si alguna casa de apuestas estuviese interesada, supongo que pondría la probabilidad de que Bolivia gane el mundial del 2014 en más o menos 1 en 945 millones. Esa también es la probabilidad de que los Smiths se reúnan algún día –no vale usar un Mozz holográfico. Si cheques cada vez más jugosos y el enfriamiento de viejas inquinas han llegado a materializar el regreso de entidades, tan legendarias como dadas por perdidas, como My Bloody Valentine o los Stone Roses, la reunión de NMH estaba fuera de toda discusión. La defección de Mangum no se debía a un hastío de la dinámica grupal –de hecho, continuó colaborando con sus antiguos compañeros desde el colectivo Elephant 6, tras jubilar su banda principal–, y tampoco era la reacción de un músico harto del éxito, que buscaba esconderse de las masas en un impulso ante todo ético. Al momento de retirarse, Jeff Mangum estaba muy lejos de lo que podría considerarse una estrella indie/alternativa. Tanto así que su última presentación en vivo fue en un semivacío pub australiano, ante cinco gatos que no tenían idea de quién era el espontáneo que se había puesto a cantar. Nada que ver con las escenas tipo ‘Jesús entrando en la sinagoga de Cafarnaúm’ que muchas bandas indie generan hoy. Esto nos sugiere dos preguntas fundamentales: ¿Por qué Jeff Mangum decidió volver ahora? y ¿Qué hace que esa decisión sea coherente con su drástico alejamiento a finales de los noventa?

Lo raro es que el momento elegido por Mangum para abandonar su reclusión no podría ser mejor si lo hubiese dictaminado un equipo de ases del marketing. Se suele decir que a partir de los veinte años se comienza a manifestar una nostalgia idealizada por los productos culturales del pasado, pero esa intensidad se percibía con “In the aeroplane over the sea” (1998) ya en su décimo aniversario. Claro que la salud financiera de la maquinaria nostálgica no es el único motivo que invite a Mangum a salir de su retiro; la burbuja indie ha consolidado un sustrato perfecto para que una propuesta como la de NMH alcance un éxito que durante su existencia original parecía estratosférico –hay que recordar que ni la hoy intocable obra maestra que es “In the aeroplane over the sea” consiguió el consenso crítico en su lanzamiento. Hace apenas un par de años, la aparición de Mangum entre el público de algún concierto ya era noticia, ni hablar de los contados shows sorpresa que celebró durante su década eremítica. Es raro que de pronto regrese para encabezar festivales multitudinarios y completar una gira mundial en olor de gloria. ¿No era que no le gustaba que la gente coree sus canciones?, ¿No que no estaba cómodo con la idea del músico reducido a una rocola itinerante?, ¿No era su gesto de distanciamiento tan definitivo como el de Salinger? Puede que en ese giro esté el verdadero misterio de esta historia.

Rectifiquemos, Jeff Mangum no es siquiera la clase de tipo que merezca el beneficio de la duda. Con él debemos estar seguros que no hay ninguna motivación monetaria. Sería igual de necio creer que su reclusión fue promovida por alguna forma de crueldad hacia sus fanáticos. No en vano este retorno es lo más parecido a ver a un músico volver de entre los muertos –una analogía algo mórbida, pero bastante adecuada. Mangum ha regresado para recuperar sus canciones, a reclamar los pedazos de su memoria emotiva que había dejado en el camino. Estas canciones fueron una reacción a la lectura del diario de Anna Frank, y son profundamente intimas a pesar de la naturaleza onírica de sus letras. No me imagino cantándolas en vivo noche sí y noche también; mucho menos a un centenar de tipos gritándomelas de vuelta, por muy afinados que sean. Es probable que, a los 26 años, Jeff Mangum haya experimentado esa repulsión con fatal virulencia. Ahora, con edad y distancia de por medio, ha regresado a desmontar la pesada capa de idolatría que se cierne sobre el disco –cosa que él fomentó con su desaparición–, y que como cualquier seña grandilocuente, le sienta muy mal a un álbum así. Tampoco hace falta activar el mecanismo de defensa cínico, pues es muy probable que Mangum vuelva a bajar el telón tan pronto cierre esta gira.

Ayudados por la nostalgia, se hace fácil ubicar “In the aeroplane over the sea” en el mismo espacio de historias sobre hacerse adulto (coming of age, le dicen) en el que existían –allá por 1998– “The Adventures of Pete & Pete”, “The virgin suicides”, Chris Knox o Mark Mulcahy. No pasó tan así, pero aunque hoy en día Paris Hilton siga amenazando con una secuela a “Paris”, nadie la imagina compartiendo el mismo universo estético que Jeff Mangum. Ni siquiera en una noticia falsa. Lo irónico es que el retorno de Mangum tenía todo el olor de una noticia falsa. Tal vez por eso sus conciertos comienzan en medio de una poderosa tensión, como si nadie quisiera enfadarlo al hacer un movimiento errado, con el público manteniendo el aliento tanto como se pueda. Hasta que Mangum se ríe y pide que la gente cante. Suele pasar que los mejores poetas son a los que peor se les da eso de conversar con otros humanos. Por fortuna, Mangum ha superado esa tartamudez. En ese instante se revela la potencia de su obra. Cuando docenas de individuos se percatan que así como ellos pensaban que cada acorde y palabra en “In the aeroplane over the sea” se habían hecho exclusivamente para uno, en realidad le hablan a muchos más con idéntica fuerza. Ese es el momento en el que nos reafirmamos como humanos. Y Mangum sonríe.

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