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RESEÑA DEL OSCARIZADO EL ARTISTA, EN CARTELERA EN EL CINE CAPITOL

Homenaje a los olvidados

Homenaje a los olvidados



Toda la situación parece sacada de la última ficción de Woody Allen (Medianoche en París). Una película silente y en blanco y negro es el gran estreno de la semana en el cine Capitol. Es como si un carruaje nos hubiera transportado a una época donde no existían las multisalas, los grandes complejos de cine, los blockbusters. Una época mejor, más sencilla y mágica. ¿Fantasía? No, realidad.

Finalmente, después de tanto rumor y especulación sobre si tendríamos o no el privilegio de ver El Artista en la gran sala, su estreno se cumplió el viernes en el cine Capitol. Por comentarios surgidos en las redes sociales, al parecer fue la única sala que accedió a proyectarla. Me imagino que la negativa de los cines Center y Norte pasa por un tema de facturar taquilla ¿Tan poca fe le tenían a la cinta? ¡En fin! Con el estreno podemos decir que, de las nueve cintas nominadas a mejor película en los Oscar 2012, pudimos ver ocho en el cine (la lamentable ausencia es El árbol de la vida).

Era importante ver la cinta del francés Michel Hazanavicius. Junto a Hugo, ambas eran las principales contendientes a las categorías más importante de la gala norteamericana. Al final, el primer filme, protagonizado por Jean Dujardin, Berenice Bejo y Uggie, se llevó las categorías de mejor película, mejor director y mejor actor principal, además de otros dos apartados.

La sinopsis del filme nos sitúa en Hollywood, 1927. George Valentín (Juan Dujardin) es una estrella del cine mudo famosísima. La llegada del cine sonoro marcará el fin de su carrera y lo llevará al olvido. Al mismo tiempo, Peppy Miller (Berenice Bejo), una joven extra se transforma en la figura cinematográfica del momento y su carrera parece no tener techo. El Artista cuenta cómo se entrelazan sus destinos.

Rememorando

Se dice que El Artista hace un homenaje a Chaplin, Buster Keaton, Max Linder o que hay similitudes de la situación con el personaje que interpretaba Gene Kelly en Singin’ in the Rain. El Artista nos retorna a esa época dorada, mágica, inocente, voraz -por el poder y la ganancia de los grandes estudios y esos “pezzonovante” que dirigían las cuerdas-, violenta y sobre todo ingrata. Lon Chaney, Harrison Ford (el nacido en 1884 y muerto en 1957, para que no haya confusión), Roscoe “Fatty” Arbuckle, Harry Langdon, Virginia Bradford, Paola Negri y Edna Purviance son sólo algunos rostros que no pudieron con el cine sonoro, y que, de haber gozado fama y fortuna en un determinado tiempo, pasaron al olvido.

Podemos decir que El Artista es una versión light, reconfortante, tierna y dulce de una película más abrasiva y macabra que toca la misma temática, una de las obras más representativas del cine americano como lo es el clásico Sunset Boulevard (1950). El filme de Hazanavicius no se aleja de características de la mencionada, como son el drama psicológico, la importancia de la música para resaltar las situaciones, toques de humor, humor negro autoparódico a la época (aunque el director no lo admita) y la crítica y representación del latente lado oscuro, glamuroso e ingrato del star-system.

No le quito ningún mérito a El Artista. Sólo quiero señalar que agarra muchas virtudes y elementos de una época que, por sus características, podría pertenecer a un cine de terror “hollywoodense”, si es que vale la clasificación, o al mismo género negro. Al contrario, el gran logro -y llámenlo talento- de un gran director o guionista es el poder invertir una situación que podría pertenecer a un género no apto para todo público, y convertirla en una tragicomedia “mainstream”. Es por eso que el filme es una obra fundamental, apta y necesaria para todo el público. Ayuda a entender una época clave de cambios importantes en el cine. Invita a revivir o desempolvar el pasado para entender y percibir el terrible presente en cual se encuentra la industria cinematográfica. Y esto lo logra a través de la galantería, finura y elegancia de un George Valentin, magnífico Dujardin; la belleza y el corazón de Peppy Miller, o simplemente rendiéndose a un talentoso y carismático can, como es Uggie. Son todos elementos de una puesta en escena delicadamente realizada, con una temática fuerte y violenta, pero vista con una mirada tierna.

¿Por qué no hablas?

“¡No necesitábamos diálogos, teníamos expresión!”, decía Norma Desmond, interpretada por Gloria Swanson, en Sunset Boulevard de Billy Wilder. “¿Por qué no hablas?”, increpan a Geroge Valentin en El Artista, durante su estrepitosa caída hacia el olvido. Aún así, Hazanavicius puede pavonearse y repetir otra línea de Desmond en Sunset Boulevard: “Sigue siendo maravillosa, ¿verdad? ¡Y sin diálogos!”. Es lo que logra la cinta del realizador francés y nos transmite a cabalidad durante todo el metraje.

Por ese motivo, lo que engancha a la belleza del filme son los personajes entrañables que viven una historia de amor y de éxito/fracaso personal. Nos encontramos ante una película sin malos, sin antagonistas, en la que el personaje principal solo se tiene a sí mismo, a su orgullo, como enemigo para superar el escollo que le plantea su profesión.

A Dujardin pude verlo en un trabajo anterior. No me di cuenta hasta que revisé su filmografía y leí la mención que hizo el crítico Ricardo Bajo en un artículo. La cinta de la cual habló es OSS 117: Lost in Rio, donde encarna a una especie de James Bond de comedia, pero sin ser del todo torpe como el Johnny English de Rowan Atkinson. Dujardin es un recurrente en la filmografía de Hazanavicius. Es su actor fetiche. Lejos de ser repetida, en El Artista la actuación de Dujardin es versátil, y a lo largo de toda la película sumerge al público en todos los sentimientos posibles. Es sin duda una gran encarnación que rinde un justo y merecido homenaje a tantas figuras que se las llevó el olvido y perduran en la historia gracias a esta interpretación.

El otro día pasaban Corazón de Caballero, la cinta protagonizada por un joven y ahora difunto Heath Ledger, en un canal de televisión por cable. Grata fue mi sorpresa al reconocer a Bejo en uno de sus pocos papeles en el cine de Hollywood. Su rol, sumamente secundario, no la mostraba como la gran revelación que resultó ser en El Artista, un papel -cortesía de su esposo (Hazanavicius)- que la catapultó al estrellato, como lo hizo Amelie en su tiempo con Audrey Tautou. Pero el éxito de Bejo no se basa en la aclamación que el filme tuvo. Es la estampa de su talento, uno de los factores que propulsó a la cinta. La actriz argentina, oriunda francesa, demuestra que las críticas positivas vertidas sobre su actuación son más que un favor fílmico de su pareja. Si bien no hace frente a las otras poderosas actuaciones a las que se veía enfrentada en su categoría, Bejo es la estampa de bondad, belleza, seducción y parte de la personalidad atrapante que impregna la cinta, sin duda una parte sustancial y acierto de Hazanavicius.

Los secundarios de lujo son otro valor agregado que ofrece la película. Ver a James Cromwell y Malcom McDowel (este segundo más breve que el primero) ya de por sí es un gran detalle y otro apartado más que le añade destellos de brillo que hacen más apreciable la cinta. No se puede dejar de notar a John Goodman, como un correcto y sumamente creible “pezzonovante”-como dirían en The Godfather-.

Prueba fehaciente

El Artista funciona como prueba fehaciente de que se pueden expresar los sentimientos y conflictos con imágenes, sin recurrir al diálogo. Eso quiere decir que, si algo está bien hecho, no importan consideraciones como “tal cosa no vende”, “eso hoy en día no gusta” o “eso ahora nadie lo vería”, que en realidad son baladíes. La fórmula del éxito no existe, como todos ya sabíamos, pero es posible que tampoco la del fracaso.

El Artista es una cinta que nadie debería perderse (sin embargo, aunque parezca contreras, me sigo decantando por Hugo). Además, marca el retorno a una de las salas históricas de Cochabamba, sala que debe mejorar en aspectos técnicos de la proyección para no repetir errores de la premiere. Decuidos como los del jueves podrían llevarla al lamentable destino de convertirse en iglesia evangélica (algo que -por Dios- no queremos que suceda). La cinta de Hazanavicius es una película que quizá en su tiempo hubiera sido una más de aquellas, pero en nombre de la nostalgia y la memoria se goza, independientemente del grado de cinefilia de cada uno, y que se vive con emoción y cercanía. Es una encantadora propuesta llena de momentos brillantes.

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