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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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LA CINTA ECUATORIANA A TUS ESPALDAS MERECE UNA LECTURA SOBRE LA DISCRIMINACIÓN URBANA, APLICABLE TAMBIÉN A BOLIVIA

Quito partida en dos

Quito partida en dos



“La naturaleza dividió a la ciudad de Quito en dos, con una loma que siempre supo lo que hacía, El Panecillo, ella, ubicó al norte a los ricos y encerró en el sur a los pobres intentado que no nos mezclemos, que no nos miremos, por supuesto, las autoridades sellaron el acuerdo y colocaron sobre la loma una gran estatua de una virgen que observa y bendice al norte, mientras da la espalda e ignora al sur”. Con este sutil relato comienza la película A Tus Espaldas, del realizador Tito Jara, que ha despertado recientemente la polémica en cinéfilos y en la sociedad ecuatoriana, pues la cinta, estrenada en abril de este año, devela las disputas simbólicas, la inequidad y la discriminación geográfica. La imagen de la virgen de El Panecillo (loma ubicada al centro de la capital), materializa todo esto, pues nunca vio al sur.

La cinta, filmada con una cámara Red, fue vista en su primera semana por 27 mil espectadores de Quito, Guayaquil, Santo Domingo y Cuenca, batiendo récords nacionales. Demandó una inversión de 450.000 dólares, y ganó varios fondos dentro y fuera de Ecuador. Como la primera película ecuatoriana estrenada en este año, solo en su sexta semana de exhibición logró recaudar más de 13.798 dólares.

Más allá del entretenimiento, el cine es, sin duda alguna, una puerta de entrada hacia la cultura, la sociedad y la lengua de un determinado grupo de personas, pues las cintas expresan y develan relaciones, prácticas y modos de pensar de los individuos. La película ecuatoriana “A Tus Espaldas” muestra, en sus 72 minutos de duración, las disputas simbólicas, las apropiaciones geográficas, la intolerancia y la xenofobia de la sociedad capitalina ecuatoriana.

El diseño arquitectónico, con los monumentos, muchos de ellos emplazados en lugares específicos, dicen mucho sobre la segregación de las urbes modernas latinoamericanas. Al igual que en Cochabamba o cualquier otra ciudad boliviana, las imágenes y los hitos urbanos, como La Recoleta, dividen geográficamente a la población. En el Ecuador, la ubicación de la virgen de El Panecillo divide a los pobres de los ricos y causa molestia e ira en los pobladores del sur. Según Tito Jara, la virgen bendice con una sonrisa al norte, lugar donde habita la clase adinerada, e ignora y da la espalda al sur habitada por gente empobrecida.

Otro de los elementos centrales de la película es la constante disputa de los capitales culturales y simbólicos, a los que hace mención Pierre Bourdieu, para comprender las nuevas diferencias que los grupos sociales adquieren en las sociedades modernas. La cinta, cuya producción tomó alrededor de tres años, además del año y más dedicado a la elaboración del guión, fue una de las más esperadas en Ecuador, según informó su realizador a distintos medios de comunicación local.

La lucha de clases y de individuos por adquirir los capitales culturales de grupos adinerados, a través de la utilización de adjetivos como son los de “cholo”, “igualado”, “longo”, “indio”, propios de Quito, es expresada a lo largo de la cinta para etiquetar a los pobladores del sur.

La película cuenta la historia de Jorge Chicaiza Cisneros, un joven nacido en el sur de la capital, quien, a pesar de huir a la zona norte, cambiar su identidad y asimilar los gustos propios de la gente del norte, vive en piel misma la discriminación y la xenofobia de una clase amenazada constantemente por las reformas que viene implementado el gobierno del país andino.

En una de las penúltimas escenas, Chicaiza, quien a los 18 años se cambia el nombre, de frente a la cámara, le hace una confesión sincera y despiadada que habla sobre el destino y la estigmatización que pesan sobre los moradores del sur: “en el fondo nunca fuimos sus elegidos, siempre esperando (….), usted no nos ve, solo nos oye”. Así, devela el sentimiento, el rechazo de una parte de la población ecuatoriana hacia la mirada de estatua que ignora lo que pasa al otro lado de los enormes centros comerciales, enormes rascacielos y modernas vías.

En una visión comparativa, podría afirmarse que, al igual que Quito, Cochabamba tiene sus propias líneas demarcatorias que separan a los ricos de los pobres, que separan gustos y acciones.

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