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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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LA PASADA SEMANA LA BANDA PACEÑA SE PRESENTÓ EN COCHABAMBA

El acústico de Llegas o cómo silenciar un unplugged con electricidad

El acústico de Llegas o cómo silenciar un unplugged con electricidad

Alguna vez oí decir que el “Grillo” Villegas prefería las guitarras Fender a las Gibson, alegando que para tocar las primeras había que aprender a sentir la música y vibrarla. Como la mayoría de los grandes mitos del rock, tan categórica afirmación no tiene sentido ni para los audiófilos que aseguran poder distinguir el cascabeleo de una Telecaster o el crujiente sonido de las pastillas de una Goldtop. En fin, certezas como esa han trascendido la carrera del “Grillo”, imprimiéndole una personalidad propia y exitosa a su manera. A falta de un relevo generacional en la escena (esto es bandas y público) o siquiera de críticos propositivos, Llegas se ha pasado las últimas dos décadas inmutable en el podio de las bandas más emblemáticas del rock nacional. Con ese bagaje, Villegas y su banda presentaron el pasado viernes su ensamble acústico en los ambientes del Cine Teatro Astor. No hace falta ver demasiados “MTV Unpluggeds” para percatarse que las más de las veces esto de presentarse en formato “acústico” no es sino una excusa para no arriesgar, un facilismo para tirar de repertorio, encender las velitas perfumadas y embutirle al público cucharadas de versiones prosaicas de viejos hits bajo la etiqueta de “intimidad”. Pero bueno, es lo que hay y hasta esto podemos aprender a disfrutarlo.

Una escenografía sencilla pero atractiva envolvía a cuatro de los cinco integrantes actuales de la formación paceña. Acompañan al guitarrista y voz principal: Diego Ballón (Efecto Mandarina, junto a Vero Pérez) en el piano, Julio Jaime (Go Go Blues, Atajo, Pateando al Perro) en el bajo y Benjamín Chambi (Quirquiña) en la batería. Verónica Pérez, inamovible en las últimas formaciones, no estará presente por el retraso de su vuelo desde la ciudad de Sucre. Tras justificar la ausencia se inicia el concierto con arreglos jazzísticos a cargo del joven Ballón. Villegas reconoce que la voz femenina está muy integrada a sus composiciones y varias de sus canciones son inviables sin esa cualidad. Así anuncia la llegada de una sorpresa, en realidad el remplazo improvisado de su corista. Sin embargo, todavía no se ve ni escucha ninguna voz femenina sobre el escenario. Los fans de viejo cuño del Grillo se rascan la cabeza, ¿no sonaban mejor estas canciones en la versión “no más minas” de Llegas, allá por 2006? ¿Entonces, cuál es el problema ahora? Bueno, la cosa es la costumbre, el rodaje. Como querer aprender a caminar con tacones después de haberlos dejado varios años.

La incomodidad es mutua y se siente en el aire. El vacío es tal que imprevisiblemente oímos “Niebla”, una canción de Loukass. Definitivamente algo no va bien. El concierto adopta una informalidad que lo desluce por completo, salvando todos los problemas y derrapes a los que nos acostumbró hace mucho el rock nacional. Aún así Villegas tiene tablas y desde que ha dejado de beber tiene una agilidad mental que hace tiempo se le daba por perdida. Así es capaz de montarse los contratiempos a la espalda y ofrecer un gran despliegue de técnica e improvisación. Hasta sus detractores lo consideran un guitarrista por lo menos digno, si no creativo. Demostrando su temperamental carácter y liderazgo se desenvuelve con humor, disimulando con menos cada vez menos facilidad la ausencia de Pérez y la incomodidad que le provocan los defectos en la calidad del sonido. Ninguna sorpresa para el que haya sido habitué durante años de ese cine. Sí, seguro que tenemos grandes recuerdos de la sala, pero está lejos de ser el lugar óptimo (incluso mínimamente adecuado) para un concierto de rock. A todo esto, y en lugar de preocuparse por la hora a la que cierran los boliches, ¿Quién diablos se encarga de la programación del “Achá” y por qué no abre su delicadísima curatoría (ahem) al rock, cumbia, música contemporánea y afines?, ¿De verdad es mejor tenerlo cerrado y apolillado o monopolizado por academias de danza y los popes del folklore pequeñoburgués?

Volvamos al concierto. En más de 21 años de carrera el “Grillo” tuvo que afrontar diversos contratiempos, un severo accidente automovilístico, otro en la mano, problemas en las cuerdas vocales, desapariciones de discos, la adicción al póker y muchos otros. Recuerdo un concierto de Loukass en el que las cuerdas de la guitarra se le rompieron en tres oportunidades. Como bien dice el “Grillo”, es como si su carrera hubiera sido un completo autosabotaje. Pero hay límites. Aún así, “Espejismos” y “Antifaz” continúan el concierto a pesar de los graves desperfectos técnicos. Se retiran los músicos, dejando sólo a Villegas que anuncia que tocará solo pedazos de algunas canciones, sin acompañamiento, hasta que se solucionen los problemas. No parece la mejor solución pero tampoco se podría tildar la movida de demagógica. El “Grillo” y el público local tienen una complicidad y un respeto que se hacen fundamentales durante esos momentos tensos, en los que el concierto se desdibuja en guitarreada, ensayo público y un engendro que habría que matar por clemencia. Los encargados del sonido entran y salen del escenario sin poder arreglar nada, hasta que es el propio músico el que les proporciona algunas indicaciones y termina por remediar los inconvenientes temporalmente. Todo parece encausarse. Incluso llega Silvana Vargas, cantante paceña que con bastante nerviosismo y timidez se integra al espectáculo. No se esperaba otra cosa.

Ya con la banda completa interpretan una versión especial de “Cada Beso”, quizás la mejor de una noche por lo general nefasta. “Antifaz”, “Diamante”, “Soledad”, completan el repertorio más reconocido. La platea se olvida de todo y corea como si la hubiesen sacado de otro concierto, trasplantada a ciegas a esta tragedia. Y otra vez problemas en las conexiones de los instrumentos. El guitarrista recibe toques eléctricos en repetidas ocasiones. En medio de “Alas”, al tocar accidentalmente el micrófono con los labios, el “Grillo” queda lastimado, sin poder cantar de nuevo. Puede que sea un simple roce, pero decide terminar el concierto y es lo más sensato. Con algunos silbidos, reacciones naturales a su abrupta salida, el concierto concluye sin el tradicional retorno de los músicos a escena, aunque a más de uno le habrá parecido ya más largo de lo que merecía. Otra vez la incapacidad de ingenieros y técnicos de sonido nos roba una velada que pudo ser notable. ¿Se acuerda alguien de las críticas al pobre trabajo acústico en la presentación de Octavia y la Filarmónica? Si las empresas locales de audio no dan la talla, ¿nadie probó pedirle una mano a los estudiantes de ingeniería de sonido de la UPAL? Capaz hasta le meten de onda a cambio de unas entradas gratis. Por lo menos seguro que saben las canciones y se la pensarán dos veces antes de electrocutar a su ídolo. Digo, nada más.

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