Opinión Bolivia

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?CARTA ABIERTA A LA ESTRELLA DE LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO 2011

De un joven idiota a Carlos Cuauhtémoc Sánchez

De un joven idiota a Carlos Cuauhtémoc Sánchez



He leído sus libros, Carlos. No me arrepiento. Juventud en éxtasis (I y II), Volar sobre el pantano, La fuerza de Sheccid y Un grito desesperado, son los sambenitos que cargo a cuestas. Me ratifico, no me arrepiento. Gracias a la innombrable providencia circular que gobierna hasta los más nimios fenómenos de la vida, todos esos miserables minutos que pasé leyendo sus obras me son sumamente útiles en esta redacción. Por ende puede concluirse, estará usted de acuerdo, que tengo absoluta potestad para afirmar que su literatura es basura. Basura para jóvenes idiotas, entre los cuales obviamente me adscribo. Basura que perpetúa un enfermizo mecanismo mediante el cual usted se hace cada vez más rico y famoso, y nosotros cada vez más dóciles y estúpidos.

Con elementos tan sórdidos como violaciones múltiples, drogadictos desquiciados, enfermedades venéreas inexistentes, promotores pornográficos calvos, jóvenes inexplicablemente energúmenos, maestros sospechosamente comprensivos, algún voyeur pedófilo y otros tantos personajes sombríos usted construye argumentos que parecen arrancados de los peores culebrones mexicanos. No desconozco la profunda tradición melodramática de su país natal. Pero, perdóneme usted, sus historias son “La rosa de Guadalupe” elevadas a la enésima potencia (los que no sepan de qué hablo vean Bolivisión por las mañanas). Hago esta comparación para que sus obcecados defensores no refuten mis argumentos arguyendo mi ignorancia respecto a los temas que expongo. Aprovechando que se han mencionado los medios televisivos, le comento que al llegar a Bolivia se sentirá más a gusto que en su propia casa. En la grilla local tendrá telenovelas desde tempranas horas de la mañana hasta muy entrada la noche, con breves interrupciones ocasionadas por noticieros amarillistas, simpáticas revistas “femeninas” y alguno que otro bodrio teenager. Con seguridad encontrará series de las que no tenía ni la más mínima noción. Obviamente estos menjunjes televisivos le proporcionarán algún fascinante catalizador que podría inspirar su próximo best seller. ¡Dios nos guarde!

Volvamos a su trabajo. Es humillante el descaro con el que subestima el entendimiento prístino de seres que apenas comenzamos a conocer el mundo y avanzamos temerosamente por la senda del descubrimiento. El abuso que ejerce sobre nuestra razón, valiéndose de la parquedad intelectual que los caducos sistemas educativos nos otorgan, no puede adjetivarse desde otro ámbito que no sea el criminal. La dicotómica y superflua línea que sus pensamientos trazan, arbitrariamente, sobre cuestiones tan esenciales e indescifrables como la amistad, el amor, la sexualidad, la familia, la muerte, el odio, los vicios, las redenciones y las miserias, confirman la teoría de que sus pretensiones literarias no aspiran más que a entregar relatos completamente masticados, digeridos y, más concretamente, defecados sobre el cuerpo mutilado de cientos de árboles vilmente talados a causa de su ambición. Dicho esto, ¿quién me asegura que no es usted el que anda tras la construcción del segundo tramo de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, con el afán de seguir inflando sus ganancias? Todo su maniqueísmo, sus expresiones coprológicas, su posible injerencia en la destrucción de la Amazonía, ¿para qué? Simplemente para garantizar la certificación de “lectura ágil y gran contenido” y seguir llenándose los bolsillos con nuestro dinero.*

Realizar un análisis de su obra, como ha podido observar, es inútil. En todo caso resulta ser un patético intento por alcanzar lo imposible, un ejercicio alucinatorio ineficaz, un paso en falso dentro los avatares “críticos”. Peor aún, se constituye en un flagrante desperdicio de este espacio que bien podría ser usado para mentarle la madre, como se hizo la pasada semana, o denunciar públicamente el brutal atentado que su ponzoñosa pluma perpetra contra las juventudes de nuestro continente. Optaré por ésta última opción.

Partiendo de una hipótesis que esboce la “literatura” (¿quién podría dar una definición cabal?) como un fenómeno que se construye día a día y en espacios tan diversos como cotidianidad misma, usted y yo podríamos autoproclamarnos “literatos”. La diferencia, querido Cuacthe (déjeme llamarlo así), estriba en que nadie invita al firmante a ferias internacionales y, menos aún, nadie me paga por dictar conferencias destinadas a fomentar la ociosidad neuronal de docentes escolares y universitarios. Déjeme aclararle que no cuestiono el título de “Escritor latinoamericano de mayor éxito en los últimos años”, que usted mismo se otorga. Sus ventas no dejan lugar a dudas. No exagero. Usted mismo podría certificar, y lo hace en repetidas ocasiones con ánimos marketineros, que las tiradas de sus libros llegan a manos de miles de ingenuos adolescentes hispanoparlantes. Es usted un escritor célebre. Pero también es un impúdico embaucador de juventudes oligofrénicas. ¿No le da vergüenza?

Sin embargo, no crea que todas las cartas juegan a su favor. Debo advertirle que los respetables señores de la Cámara del Libro de Cochabamba, esos mismos que lo contrataron, están jugando con usted. No lo admiran como le han sugerido en algunos correos electrónicos (pregunte si alguno de ellos colecciona sus libros o conoce sus cinco leyes para dirigir un hogar), no le guardan el mínimo respeto, no es un placer traerlo, en realidad es muy incómodo, no es un orgullo anunciarlo, es más, algo de vergüenza los invade cada vez que lo nombran. Lo están usando Carlos, esa es la triste realidad. Usted es un patético comodín para propiciarles mayores réditos y sobre todo para perpetrar su fin mayor. Podría jurarle que usted es simplemente un engranaje desechable dentro un plan maestro ideado para alejar a las grandes masas de la buena lectura. Usted será un mero instrumento para dilatar los beneficios intelectuales de cierta élite cochabambina, paranoica por donde se la vea, intimidada por el abrupto avance de las tecnologías de la información, que cada vez resquebrajan con más ímpetu las membranas que durante tanto tiempo han enceguecido a las multitudes a plan de pan, circo, y libros de autoayuda. Carlos, te lo digo de escritor a escritor, no serás el rockstar de la feria. No pasarás de ser un siniestro mico parlante, que con sus payasadas y alaridos enajenará a cientos de familias embrutecidas por un complejo entramado de nefastos intereses sectarios. Aclarada la situación, aún podrás gritar “¡Conviértete en agente de cambio!”. ¿Qué cambio? Claro, hasta ahora no percataste que tus desafortunados affaires literarios consolidan funestas arquitecturas de control y restricción del conocimiento. Soy demasiado condescendiente, lo sabes y ese es tu negocio. Te maldigo profundamente Carlos Cuacthemoc Sánchez.

Con la imparcialidad que demanda el uso de cualquier medio de comunicación, debo realizar alguna acotación positiva. Así, me permito agradecerle por haber despertado, en mis años de infancia, cierta curiosidad por la palabra “tangible” (carta final en La fuerza de Sheccid), por su indudable contribución a muchas de mis ocasionales conquistas y, fundamentalmente, por haber sido usted mismo el artífice del profundo desprecio que le guardo. Por otro lado, debo reconocer la notable contribución económica que la copia ilegal de sus libros ofrece a un número considerable de vendedores ambulantes y consecuentemente al resto de sus familias.

Finalmente hay algo que no le perdono. No le perdono, tampoco a Miguel Ángel Cornejo, el haber engañado sañudamente a mi santa madre haciéndole creer que sus benditos libros me convertirían en un “agente de cambio” o, su equivalente, un connotado y triunfante empresario con dos casas y un auto, que alcanzaría una relación decente y estable, cierta bonanza económica y quién sabe qué favores divinos más. Cuando en realidad, a mis veintitantos años, no tengo mayor oficio que escribir pesimamente (como se comprobará en los próximos días en las redes sociales) en este respetable suplemento cultural que gracias a usted, dicho sea de paso, en las últimas semanas ha sido blanco de duras críticas, insultos y las más burdas amenazas.

Quizás pueda señalarme como un individuo emocionalmente disociado, por los múltiples devaneos en mi escritura, o como un simple muchacho inundado de miedo y frustraciones. No se equivoca. Con su llegada sumaré una triste medalla a la vitrina de mis fracasos (ya casi llena tras dos años sin victorias de la selección boliviana de fútbol) y tengo tanto miedo como el resto de la humanidad. Miedo a no poder vislumbrar un futuro mejor, a causa del empeño que personajes como usted y los organizadores de la FILC 2011 le imprimen al estancamiento de nuestras mentes y espíritus.

Rogándole reconsidere su llegada, me despido con disimulada cordialidad.

Mijail Miranda Zapata (Con Doble “M” y una “Z”)

*http://www.youtube.com/watch?v=F59qp3NxPVs

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