Opinión Bolivia

  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Sarna con gusto no pica (II)

Sarna con gusto no pica (II)

Pulp

Viernes 27, Escenario San Miguel 01:45

“Esta noche no es sobre historia antigua, esta noche vamos a hacer historia”. Siempre me ha parecido que Jarvis Cocker es un tipo demasiado inteligente para creerse la demagogia de la estrella de rock –y en buena parte eso salvó su banda del empantanamiento brit-pop–, así que supongo que debió despertarse con el pie equivocado ese viernes. Cosa que confirmamos cuando prestó el micrófono a una pareja de adolescentes griegos, para que él le pidiese matrimonio a ella como coda de “I spy”. Si bien la movida de la reunión no era algo que nos esperásemos de una banda coherente como Pulp, mentiríamos al negar que la idea nos alegraba, aunque los temores de unos enranciados señores arruinando su propio legado se afilaron con ese par de traspiés. Pero faltaba el tiro de gracia: Cocker arengando a los indignados de Plaza Catalunya con la dedicatoria de “Common people”. Ese es el tipo de cosas que uno espera en conciertos de U2, no aquí. ¡Arg, Jarvis no nos hagas esto, por favor!

Resulta que sí era una cuestión de historia antigua. El show calificó como una máquina del tiempo a 1996, con una banda que sonaba como si no sólo jamás hubiese parado, más bien en la cumbre de sus poderes, con Cocker intacto en esa carismática mezcla de Thom Yorke y Alvaro García Linera que es su marca como frontman y un repertorio anclado en Different Classes y His ‘n’ Hers. Un juego que la banda pareció explicitar con los mensajes que proyectó en pantallas antes de salir al escenario, al arrancar con “Do you remember the first time?” o con un despliegue audiovisual decididamente retro, pero que le funcionó estupendo a la banda y su sofisticado impresionismo vintage. Así que para alivio de unos fanáticos en pleno éxtasis, en lo musical la cosa sí que estuvo perfecta.

Faltaría menos, el de Pulp es uno de los cancioneros mejor logrados de las últimas décadas, combinando ambiciones literarias con un fuerte arraigo en su tiempo y lugar (digamos ‘lo cotidiano’), además de un exquisito acabado pop. Habría que estar muerto por dentro para no estremecerse con “Bar Italia” o “This is hardcore”, no ponerse a bailar a lo bestia con “Disco 2000” o la misma “Do you remember the first time?”, no transportarse al terreno de la memoria emotiva con “Babies” o “Sorted for E’s and Wizz” u obviar la comunión intergaláctica de “Common people”. Es más, el momento elegido para su retorno no podría ser mejor; cuando ha pasado suficiente tiempo para que su obra, construida sobre los vaivenes de la vida sentimental de la primera edad adulta, ya incite nostalgia. Ese es el problema, Jarvis y los suyos tenían media tarea hecha y molesta que se conformen con el camino fácil. Claro que nos alegra poder verlos en vivo, pero ya se sabe que la historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa. Y ya hubo un Glasto ’95. (JRC)

John Cale

Sábado 28, Escenario Rockdelux 17:45

El problema con los clasicistas es que les suele gustar más Lou Reed. Llámenme sacrílego, pero disco a disco, como se suele evaluar a los pesos pesados, Cale tiene una carrera más pareja y llamativa. Es humanamente imposible decir que uno es mejor que el otro, pero el punto es que estamos frente a uno de los compositores más importantes de todos los tiempos. Que tocase Paris 1919 al completo, tal vez su disco solista más notable, era el acabose. Así, eso de plantarse 90 minutos en la cola (junto a músicos de Delorean y El Mató, entre otros) era lo mínimo que podíamos hacer.

En el mejor escenario imaginable para disfrutar un concierto de estas características, un auditorio cerrado que al tercer día de festival es lo más cercano a un oasis en el desierto, Cale salió al escenario ataviado con un kilt y con el pelo bastante más blanco de lo que recordamos, poniéndose a comandar desde el piano a su banda, acompañada aquí por el ensamble orquestal BCN216 y algunas coristas. La propuesta era magnífica y la ejecución resultó impecable, dando cuenta de cada uno de los temas del disco en arreglos prístinos y sobrios, centrados en conmovernos por igual con la letra (escalofriantes “Half past France”, “Macbeth”) que con la música (“Graham Greene”, “Andalucia”). Como extra, suponemos que cumpliendo demandas contractuales, Cale tocó algunas canciones sueltas y hasta un estreno, que sonaron un poco descafeinadas en la estela del songcycle insondable que es Paris 1919.

De hecho, ese libro de viajes a través de la modernidad, repleto de canciones de gélida belleza, ni necesitaba rellenar el tiempo de concierto hasta la hora y media ni esa extraña introducción atonal que tuvo, pues Paris 1919 tal y como es ya resuma vanguardismo (pregúntenselo sino a Cornelius Cardew o Scott Walker). Pero ese tipo de detalles no significan nada cuando podemos escuchar “Hanky Panky Nohow” en directo, saliendo de la garganta de ese hombre que solía responder a los escupitajos punk con las cabezas de los pollos que degollaba sobre el escenario. En otras palabras, habría que estar demasiado amargado para no contar este como uno de los mejores conciertos de tu vida por una canción nueva un poquito trucha. (JRC)

Einstürzende Neubauten

Sábado 28, Escenario Ray Ban 21:15

Mientras el F.C Barcelona comenzaba su camino a la consagración en la capital inglesa, el Parc del Forum recibía a una de las bandas más innovadoras y experimentales de los últimos treinta años. Los alemanes presentaron un programa que se encontraba totalmente coordinado con el atardecer y la apatía de mucha gente que prefería estar al tanto de lo que ocurría en el campo de juego, pero igual se acercaba al escenario en el que se presentaba uno de los reclamos de la noche. Neubauten iban a utilizar taladros, sierras y tubos industriales para la velada.

Los germanos comenzaron su espectáculo demostrando sus raíces dadaístas aplicadas en una tienda de herramientas. La sinfonía que lograba Neubauten rozaba entre el delirio y la genialidad. Entre la idea de música sublime y el taladro del dentista. Recordándonos lo injusto que es que, en algún lugar de la posmodernidad, Alemania haya perdido el trono freak frente al Japón.

Mucho se ha dicho de la música “industrial”, y lamentablemente se ha relacionado las melodías emergidas de fébricas e industrias con el Heavy Metal. Hay mucho de verdad en eso, pero solo ejemplos puntuales como Neubauten pueden combinar de una manera tan lúcida e innovadora. Sólo este puñado de alemanes puede crear verdaderas experimentaciones que pasan más por el pensamiento de Cage que en otros fenómenos denigrantes que han sido mal llamados “música industrial”. (LR)

PJ Harvey

Sábado 28, Escenario San Miguel 22:30

En un acto supremo de papanatismo, algunos rockeros tienen en su cabeza a PJ Harvey como una especie evolucionada, cool y darkie de Alanis Morissette. Nada más lejos de la verdad, pero no por eso es un cliché menos usual entre rockeros ocasionales. Es probable que nunca hayan escuchado más que una canción suya en MTV (apuesto que “Man size”), pero no puedo ni imaginarme lo que le pasaría a sus cerebros de enfrentarse a lo último de esta inglesa. Lo que Harvey ha hecho con Let England Shake es impresionante, más que un gran disco, se trata de un objeto extraño, de perturbadora belleza y tan abstracto que ni los críticos han podido procesarlo del todo; entre el Guernica y Pentangle, Los Desastres de la Guerra y Kurt Weill, una obra de arte por encima de cualquier demarcación temporal o estilística.

Podemos seguir con los elogios, pero está claro que este es un disco dificilísimo de defender en vivo, mucho peor en un festival, (casi) cerrando el evento y a minutos de que el Barça ganase su cuarta Champions. Un reto adecuado para PJ, que tocó 90 por ciento del disco sin que eso significase que los fans de su etapa más cruda se desbandasen decepcionados, ni que se echase en falta los balsámicos hits. De hecho, Harvey volvió la vista a 6 discos distintos, de White Chalk a Is This Desire? sin que los “clásicos” se resintiesen al arreglarse dentro del nuevo discurso sonoro de la de Dorset. Es más, “Down by the water”, “C’mon Billy” o “Angelene” parecen adquirir su forma definitiva abrazadas por la autoarpa de Polly Jean y su trío, liderado por el siempre fiel John Parish.

Incluso, en la canción que cerraba el show, esa versión malévola-feminista de “Addicted to love” que es “Meet ze monsta”, dio la impresión que PJ podía arrasar con todo el festival ella sola, sin pedirle permiso a nadie ni moverse demasiado al aporrear la guitarra embutida en ese corsé victoriano que tanto le gusta usar. Así casi no dan ganas de ver a PJ de otra forma, aunque para todo varón sería un deleite encontrarla en cualquiera de sus encarnaciones anteriores, siempre hipersexuales, sugestivamente violentas y glamorosas; pero si ese raro tocado de plumas significa que va a seguir sacando discos como Let England Shake, creo que podemos llegar a un acuerdo. (JRC)