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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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SOBRE LAS ADAPTACIONES DE THOR

El dios del trueno según Hollywood

El dios del trueno según Hollywood



El estreno en salas locales de una adaptación cinematográfica de un personaje de la Marvel Comics se ha convertido en una especie de rutina. A diferencia de lo que sucede en el norte, cuando el invierno llega a nuestro hemisferio comienza la temporada de películas pipoqueras y, se sabe, algunas de las más esperadas por el público masivo son las versiones en acción real de las aventuras de esos héroes que labraron su leyenda en el llamado “noveno arte”. Ahora el turno le llega a Thor, uno de los personajes más icónicos de la casa liderada por Stan Lee, que aunque su popularidad haya decrecido en las últimas décadas, sigue siendo una de sus apuestas “fuertes” –una de las pocas que le quedan-. A pesar de tener estrechos lazos de filiación, lo que diferencia a este personaje de los X-Men, de Hulk, de Spider-Man, de los 4 Fantásticos, de Iron Man o del Capitán América, es que abiertamente está basado en un ser mitológico, en el dios del trueno vikingo. Creado por ese ser casi omnipresente del universo Marvel llamado Stan Lee, por el guionista Larry Lieber y por el dibujante Jack Kirby, Thor nace por una necesidad muy básica para el mundo de los cómics de superhéroes, necesitaban a alguien más poderoso que cualquier humano, necesitaban a un dios. Lee, con esa capacidad para ser original sin rayar en la excentricidad o la erudición, pensó en echar mano de la mitología nórdica, un poco menos utilizada que la griega o la romana. De manera un poco rústica y cayendo en clichés, reinventaron a la temperamental deidad. Después de eso, grosso modo, la historia es conocida, protagonizó un sinnúmero de aventuras, se hizo miembro de los Vengadores (el equipo de superhéroes all-star de la Marvel, que protagonizará su primer largometraje en 2012) y se hizo parte de la cultura popular. Se sabe que para los historietistas la mitología, la religión, las creencias populares, entre muchas otras cosas, fueron una gran fuente de inspiración. Por ejemplo, se sabe que Jerry Siegel y Joe Shuster crearon a Superman pensando en ése individuo que los judíos esperan todavía y que los católicos creen que llegó hace más o menos 2.000 años. Lo interesante es que Thor es uno de los pocos héroes verdaderamente populares y famosos que fueron tomados de la mitología vikinga, más allá de que se hayan tomado grandes libertades creativas, como ponerle un risible apellido (“Odinson”) o inventarle un alterego alfeñique, el más recordado es Donald Blake, una antítesis de lo que es cuando viste la capa roja y blande su poderoso martillo Mjolnir. Por eso mismo, Thor siempre jugó con una suerte de desventaja con relación a otros héroes, siempre tuvo que debatirse entre la solemnidad que tienen los dioses y los prejuicios étnicos. En otras palabras, a veces es un ser celestial humanizado, otras es un guerrero brutal y un imparable bebedor de hidromiel. Supongo que fue la dificultad de llevar a la pantalla grande a un personaje con cierta complejidad, con múltiples facetas y con muchas interpretaciones posibles, lo que retrasó el interés de los grandes estudios hollywoodenses en el blondo paladín. También supongo que por eso le encomendaron la ansiada tarea al gran Kenneth Branagh, notable actor y director especializado en clásicos, en especial en clásicos shakesperianos –recordemos sus versiones de Hamlet o de Henry V-. Basta leer el argumento de la película para saber que todo está en orden, pues en su versión Blockbuster, Thor es un caprichoso e impulsivo dios que es desterrado de Asgard por su padre, Odín, para darle una lección de humildad. Lo enviará a la Tierra y, después de ese viaje iniciático, deberá vengar su honor y enfrentarse a su maléfico hermano, Loki. Sí, todo es rústicamente shakesperiano. Aunque no fue unánime, la mayoría de los críticos recibieron bastante bien a la película de Branagh. Imagino que vale la pena verla, a pesar de tener que pagar el sobrepreciado y sobrevaluado 3D.

Lo que puedo asegurar es que ver a Chris Hemsworth vistiendo esa rara armadura “vikinga”, hizo que recuerde algunas de las otras adaptaciones, de las otras apariciones, de Thor. Pues aunque sea la primera vez que protagoniza una producción cinematográfica gigantesca, desde hace cincuenta años que hemos podido ver sus distintas manifestaciones en la pantalla grande y en la chica. Una de las más maravillosas e inolvidables fue su segmento en la serie animada canadiense “The Marvel Super Heroes” de 1966, que pasaron en canal 7 durante buena parte de los años ochenta. La animación era precaria, los movimientos de los personajes eran bruscos, poco fluidos, pero el arte y los guiones eran magníficos. Al menos eso es lo que me asegura mi nostálgica memoria. Fue recién en los años ’80 que se pudo ver a los primeros Thor en acción real. La primera vez, si no me equivoco, fue en la modesta película para la televisión The Incredible Hulk Returns, en la que el monstruo verde era interpretado por el siempre recordado culturista Lou Ferrigno y el Dr. David Bruce Banner tenía el rostro de Bill Bixby, ambos retomando los papeles que los hicieron célebres en la serie. Thor fue interpretado por Eric Allan Kramer. En la película los dos titanes se enfrentan en una pelea muy teatral y divertida. Después se alían para vencer a un enemigo común.

Pero, si debo elegir a mi Thor favorito, sin lugar a dudas, es el de la inofensiva pero inolvidable comedia de 1987, Adventures in Babysitting de Chris Columbus (creo que en Bolivia se estrenó bajo el título, Una noche por la ciudad). Producto característico de su época, la película cuenta las aventuras de Chris Parker (la siempre magnífica Elizabeth Shue), una niñera que, por ayudar a una amiga, se mete en un montón de líos y, para empeorar la situación, debe cargar con los chicos que se supone debía cuidar. La menor del grupo, Sara (Maia Brewton) es una fanática del dios del trueno y durante casi todo el metraje está vestida con su característico atuendo. En un pasaje, en medio de uno de los líos, llegan a un taller mecánico, entre los vapores, se yergue un tipo grande, rubio y musculoso que, además, lleva un enorme martillo en la mano. Sara se arrodilla ante Thor. Evidentemente, el mecánico no es la deidad vikinga, pero le sigue el juego a la chiquilla. Lo maravilloso es que el actor que interpreta a Thor es Vincent D’Onofrio, el maltratado y enajenado soldado Pyle de Full Metal Jacket, el repulsivo Edgar de Men in Black, el extraordinario Orson Welles de Ed Wood. Ah… una verdadera epifanía pop.

Finalmente, por razones que me son difíciles de explicar, a veces veo películas del cada vez más estrafalario canal Sci Fi y me topé con un par sobre Thor. La primera, rodada el 2009 y titulada, Thor: Hammer of the Gods, pretende ser más fiel a la mitología escandinava que al cómic, pero me huele a que eso es sólo por cuestión de derechos. Evidentemente, como casi todas las producciones originales que se pasan por ese canal, es una obra olvidable y barata. Aunque, con relación a la otra adaptación que se estrenó este mismo año, Thor: Hammer of the Gods termina siendo algo así como el equivalente vikingo de Touch of evil. Bajo el título, Almighty Thor, es un desastre de proporciones monumentales, en la que el maléfico Loki es encarnado por el insufrible Richard Grieco (sí, sí, la exestrella juvenil de “21 Jump Street”, “Booker” y Espía por error) y el dios del trueno es interpretado por un desconocido que se parece demasiado al Owen Wilson de las películas con Jacky Chan. El patetismo hecho imágenes en movimiento.

Estoy convencido de que lo que convierte a un mero personaje en un auténtico clásico es la capacidad para transformase, para tener múltiples rostros y formas. Un personaje es un clásico cuando seduce a muchos autores, cuando muchos quieren apropiárselo. Más allá de lo que hayan logrado Kenneth Branagh y sus estrellas, Thor, el dios del trueno, que no quepa la menor duda, es un clásico.

tiemporecuperado.blogspot.com

Sobre Thor, en cartelera en el Cine Center

Una deidad mítica bajada a la Tierra

Horacio Bernades

Página 12



La Marvel Comics refuerza el equipo y hace sinergia, apuntando a Los vengadores, megaproyecto que acaba de entrar en rodaje y está protagonizado por un seleccionado de superhéroes, integrado entre otros por Bruce Banner, Iron Man, el Capitán América y Thor. Los primeros dos ya estaban presentados, faltaban los dos restantes. La película del Capitán América se estrena en julio y aquí tenemos la de Thor, que –cuestión de ir calentando motores– incluye referencias a los otros vengadores y personajes que reaparecerán en esa anunciadísima película. La idea es que, cuando el espectador se enfrente a Los vengadores, tenga la sensación de que todos esos forzudos son amigos de toda la vida.

De todos los superhéroes de la Marvel, Thor es el único preexistente. Se trata, claro, del dios del Trueno en la mitología nórdica y germánica, que Lee y Kirby convirtieron en superhéroe pop en los ’60 y ahora Kenneth Branagh (sí, Kenneth Branagh) relanza al mundo en 3D. A propósito, Thor parecería consumar la tendencia más reciente en relación con el 3D, consistente en usarlo no por alguna cualidad inherente (dar mayor relieve o volumen, aprovechar la profundidad de campo o la “cuarta pared”), sino simplemente porque a las películas en 3D va a verlas más gente que en 2D. Algunos dirán que está mal que sea así, que si se usa debería ser por algo, pero en la medida en que de acá a un tiempo lo más posible es que el cine “normal” sea en 3D, tal vez sea lógico que su uso se naturalice y listo.

Protagonizado por Chris Hemworth, rubio lomudo que aparecía en la última Star Trek, en la primera escena Thor es mostrado como un jovencito fanfarrón, que a punto de ser rey celebra, sonríe y saluda a la parcialidad, como si fuera un ídolo de fútbol americano o Kuzco, protagonista de Las locuras del emperador. Pero Thor no será rey, porque se manda una macana y su padre, Odín, dios de dioses en la mitología nórdica (a Anthony Hopkins le da el pinet), lo expulsa del reino mítico de Asgard, yendo a parar directamente a... la Tierra, año 2011. Eso se explica por la existencia de un puente mágico que permite a los asgardianos atravesar el tiempo y el espacio. En el desierto de Nuevo México recibe a Thor un trío de astrofísicos, que estaba investigando tormentas cuando el dios del Trueno se les cae encima, envuelto en uno. El equipo está integrado por la doctora Jane Foster (Natalie Portman, cada día más linda), el doctor Selvig (Stellan Skarsgärd, único nórdico “auténtico” del elenco) y la ayudante Darcy (Kat Dennings).

Mientras tanto hay conspiraciones en Asgard. Los jotuns, gigantes de hielo y enemigos jurados de los asgardianos, han destronado a Odín y a éste lo sucedió Loki (Tom Hiddleston), hermano intrigante de Thor. Motivo para que los mejores amigos de éste se suban al puente y vengan en su busca, para llevarlo de vuelta allí, permitiendo que –después de unos cuantos hachazos y martillazos– la paz y la justicia vuelvan a reinar en Asgard. Si alguien sonsaca componentes shakespeareanos de estas intrigas, suponiendo que tal vez por eso la gente de la Paramount haya convocado a Kenneth Branagh, la película se ocupa de desdecirlo. En tal caso, lo que narra Thor es la fábula clásica del heredero que deberá mostrarse digno de su condición, para finalmente reinar con justicia y sabiduría.

Thor es eso pero también, obvio, una de superhéroes, con elementos mágicos (el puente, los gigantes de hielo que son como capitanes fríos, el martillo Mjolnir que es como la Excalibur del mito sajón, la propia inmortalidad de los asgardianos), escenas de superacción y una comedia bien terrestre, registro preponderante de la estadía de Thor entre los mortales. La caída del musculoso por los pagos de Nuevo México ayuda a bajarle la pompa real y el monumentalismo de masas a todo el sector Asgard del relato, cuyas vastas estancias palaciegas, torres doradas, millares de súbditos digitalizados y puentes con unos colores como de restorán chino hacen pensar en una relectura contemporánea del kitsch bíblico alla De Mille. O, peor aún, en una versión Las Vegas de las sagas nórdicas que en otros tiempos (y otros espacios, por cierto) desvelaron a Borges.

Ver, después de todo ese kitsch mítico y granítico, al six-pack Hemsworth en remerita, aprendiendo a preparar huevos fritos para el desayuno o exigiendo a gritos un caballo en una veterinaria de mascotas, le da a la película una respiración que los otros tramos ahogan. ¿Que el único sentido que tiene la presencia de los tres astrofísicos es que el muchachito se enamore de la chica? ¿Que Thor carece de la duplicidad que marca como maldición a los héroes Marvel? Bueno, tal vez cuando se junte con Hulk, Iron Man y el Capitán América, ese combo le dé otra dinámica al muchacho. O no...