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LETRAS DE LA CUNETA

El dolor de cada día y el insomnio de cada noche

El dolor de cada día y el insomnio de cada noche



Franz Tamayo dijo alguna vez que el mar para Bolivia era insomnio de cada noche y dolor de cada día. Quizá esta afirmación ha dejado de tener pleno sentido para las generaciones recientes. Al parecer, hubo un tiempo en el que vivieron hombres para los que la preocupación radical era siempre el mar porque su patria tenía montañas y no mar. “Olas de trigo y trigales, / no mar /Espuma azul los pinares, / no mar. / Cielos de esmalte fundido, / no mar. / Y el coro ronco del viento sin mar.” (1) Estoy seguro de que este texto de Néstor Taboada Terán puede situarnos, al menos en parte, en el horizonte de comprensión de esos hombres y mujeres para los cuales el mar era el cantar dolido de todos los días. “Montaña de agua herida”, dijo alguna vez Oscar Cerruto.

En marzo de este año el Grupo Editorial Kipus ha publicado la segunda edición de este texto que tiene un título enfático: Salvador Allende ¡Mar para Bolivia! Y casi todo el texto es así: enfático, como don Néstor, como su generación. En él podemos encontrar dos entrevistas que don Néstor tuvo con Salvador Allende, una antes de su victoria electoral y otra después de su posesión como presidente. Las dos fueron transcritas y comentadas por el autor en 1970 y 1971 respectivamente. En sus comentarios don Néstor no se cansa de repetirlo para dejarlo claro: Allende quería mar para Bolivia. Posteriormente en el texto encontramos dos crónicas. Una que relata la ocasión en la que asistió en Santiago de Chile a la entrega del primer monumento del Che que se erigió en el Mundo. Hace memoria de las palabras que en aquella ocasión le dijo Tito Palestro, Alcalde Municipal de la Comuna San Miguel de Santiago: “Prácticamente ustedes los bolivianos, que son nuestros hermanos, son los dueños de la memoria querida y recordada del “Che”. La segunda crónica cuenta la ocasión en la que el autor conoció a Pepo (René Ríos Boettinger), el creador del conocido “comic” Condorito.

En la tercera parte del texto, Taboada Terán entra ya de lleno en el relato de aquellos días, los días Allende. Un sinnúmero de datos y apreciaciones nos dan cuenta del sentimiento que embarga al autor al recordar aquellos años de la historia chilena y su repercusión en Bolivia. Ejemplo de esto es el relato de lo que sintió al salir de la entrevista en la que Allende, le dijo: “En este plan de reparación de agravios, también he resuelto que el hermano país de Bolivia retorne al mar.” Don Néstor relata: “La novedad podría haberme producido un infarto. ¿Qué dirá Ladislao Cabrera? ¿Y Eduardo Abaroa? Salgo maravillado del Palacio de la Moneda de Santiago de Chile. No esperaba esta sorpresa ni por asomo. Nubes, y gaviotas, y mar. Andar por las nubes. ¿Qué es la gloria inmarcesible? Estaba caminando por las nubes. La realidad del misterio. ¿Por qué el presidente Allende no ha transmitido también esta novedad a Ricardo Anaya, a Marcelo Quiroga Santa Cruz, a Simón Reyes y a Jorge Kolle Cueto? ¿Desconfiaba de la ilustre crema marxista? ¿Quería hacer de mí el importante heraldo que anunciara a Bolivia, algo que iba a suceder?”.

En la cuarta y quinta parte don Néstor ha colocado una serie de textos de escritores y políticos chilenos, bolivianos, argentinos, colombianos y cubanos que directa o indirectamente se han referido a los días de Allende y por supuesto al tema del mar. Entre ellos están por ejemplo Leopoldo Lugones, Vicente Huidobro y Fidel Castro.

Podríamos concluir esta pequeña reseña diciendo que el texto de don Néstor nos habla de las pasiones de una generación. Una pasión que habla del mar, de una ausencia que une a los bolivianos. Quizá no es tan rara esta obsesión. Después de todo “no sólo la vida ha nacido de los océanos, sino que la composición química del agua de mar se conserva como medio interno a lo largo de la escala de los seres vivos. Y Aníbal Ponce, en su magnífico libro ‘La nostalgia del mar’, corrobora este enunciado afirmando que la temperatura de los mares ancestrales sigue siendo todavía la temperatura óptima de la vida celular. No es, pues, al azar que el mar encuentra resonancias profundas en nuestra estructura anímica. Porque el mar mismo es el que rueda en nuestra sangre. ¡Llevamos el mar, amigos, debajo de la piel! (2).

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(1) Cerruto, Oscar, Obra Poética, Ed. Plural, La Paz 2007, Pág. 76.

(2) Ibíd. Pág. 273.

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