Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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SOBRE EL SEXTO ANIVERSARIO DE LA RAMONA, QUE SE CUMPLE HOY

Ajjjj, ya van seis años

Ajjjj, ya van seis años



Demasiadas veces se me ha encargado escribir notas del tipo que se supone debería tener esta. Es decir, textos de congratulaciones por los logros de la RAMONA –que, por cierto, la mayor parte de las veces han tenido que ver más con una capacidad de aguante que con logros épicos o con alguna hazaña periodística-. Y, ahora que lo pienso, eso le debe encantar a Sergio de la Zerda, pues su trágico bosterismo militante y su identificación cultural con la Argentina, seguro que lo han convertido en un cultor de esa práctica tan extraña inventada en el Río de Plata que es, justamente, “el aguante”.

Ya lo dijo Ricardo Bajo en alguna nota, a los ramones nos encanta autocongratularnos, organizar nuestras propias fiestas, nuestros propios festejos, nuestros propios homenajes. Tal vez creyendo que en Bolivia sólo se celebra a los muertos, en mayor o menor medida, hemos celebrado todos los números redondos que se nos han cruzado. Sí, es muy boliviano eso de la celebración –aunque también recuerde al lejano Dogma 95-, pero con el pasar de los años, cada vez el cuerpo la resiste menos y los tiempos actuales me hacen enfrentarla con mayor escepticismo. Por tanto, he decidido no enumerar las cosas que me gustan, me conmueven o me emocionan de la RAMONA. Esta vez, no. Prefiero escribir sobre lo que no me gusta de estas ocho páginas que muchas veces llegan a ser una suerte de condena prometeica semanal.

Primero. Anuncié hace poco, tengo la impresión que ayer, que jamás volvería a escribir una editorial aplaudiendo nuestra faena semanal. Con esta nota fallo a medias con lo prometido. Por tanto, aprovecho el momento para decir que no me gusta la falta de consistencia de la voluntad de los editores. Muchas veces hemos dado el brazo a torcer por ser conciliadores. Hemos incluido textos, articulistas y cuestiones que no nos convencían del todo para no generar mucho desmadre o por cuestiones más relacionadas con la piedad cristiana que con criterio periodísticos.

Segundo. Como los miembros de la trouppe nos queremos tanto, pocas veces somos críticos con lo que hacemos. Y no siempre tenemos la puntería afinada. Uf, pocas veces hemos cortado los artículos demasiado largos, pocas veces hemos editado los de poco interés para nuestros lectores o los innecesariamente pretenciosos. Para bien y para mal nuestros criterios editoriales siempre han tenido un importante elemento caprichoso y lúdico.

Tercero. Complementando el anterior punto. Muchas veces hemos abusado de la RAMONA, pues sus páginas aguantan lo que sea. Bajo el pretexto de que todo el quehacer humano es cultura, incluimos artículos sobre fútbol, política, migración, gastronomía o lo que se nos pase por la cabeza. Nunca hemos delimitado lo que nos concierne y lo que no. Muchas veces nos hemos metido en lo que no nos debería incumbir y nos hemos visto obligados a “robarle” el trabajo a otras secciones del diario.

Cuarto. Creo que es de muy mal gusto y un poco obsceno que publiquemos las fotos de nuestros columnistas en toda pose, mostrando sus gracias y desgracias. En especial cuando no hay la menor necesidad.

Quinto. Como ninguno de nosotros es remunerado económicamente, muchas veces, ante la falta de material prometido hemos publicado textos de otros medios o que no merecían un lugar ni en un blog. ¿La necesidad tiene cara de hereje? No creo. Tiene cara de editor boliviano. Es decir, de profesional con muy pocos medios y recursos.

Sexto. Demasiadas veces se nos a acusado de onanistas. Lo que de ninguna manera me parece algo malo. Pero, si hemos pecado de algo, es de a veces hacerlo de manera muy exhibicionista y autocomplaciente. Hay que tener un poco de pudor en la vida. La RAMONA hace gala de todo lo contrario, lo que hacemos lo hacemos en público y con alta voces, ante los ojos de miles de lectores.

Séptimo. Nuestro desenfado no siempre nos ha llevado a buen puerto. Si bien muchas veces hemos dicho lo que se debía decir, a pesar de que no era “políticamente correcto”, otras nuestra lectura apasionada de lo que sucede en el mundo cultural no nos ha permitido ver las cosas con claridad. Muchas veces hemos tecleado textos afiebrados.

Octavo. A veces olvidamos, o simplemente no nos importa, que nuestros lectores más fieles ya saben que, por ejemplo, Santiago Espinoza es admirador de Woody Allen, que Javier Rodríguez es sumo sacerdote de la iglesia de Bob Dylan, que Lucho Rodríguez es punktual y temerario en sus notas, que Lucho Brun ama a Julio Medem, que yo soy devoto de Marlon Brando. Y que todos más o menos compartimos gustos y obsesiones. Sí, solemos ser muy machacones. Este es más un placer culposo y el único punto, que a pesar de incomodarme un poco, espero que jamás cambie.

Ya para terminar. Ahora que lo pienso, cuando uno cumple los seis años o cuando está cerca de hacerlo es un momento muy importante de la vida. Es un momento traumático, ahí comienza nuestra relación con la académica, con las instituciones, con la ley. Es cuando entramos al colegio, a la escuela con todas las de lay. Es decir, a partir de esa edad, alguien que no sea un miembro de nuestra familia, comenzará a imponernos reglas, responsabilidades, códigos de conducta y ciertos valores para convertirnos en ciudadanos modelo e incorporarnos a la vida social. Uf. A los seis años comienza la verdadera castración de la infancia y esa banalizada canción de Pink Floyd se convierte en un generalizado himno de resistencia. Ante eso, me reconforta saber que la RAMONA jamás será escolarizada y se mantendrá en su ley. Con sus cosas malas. Y, claro, con las buenas. Con esas pocas cosas que nuestros lectores conocen mucho mejor que nosotros. Ahora, ¿debo concluir con un “¡Aguante RAMONA!” o algo parecido? No, no, prefiero algo un poco más nietzscheano: querida, queridísima, ojala que seas capaz de superarte a ti misma y de llegar a ser lo que realmente eres.

tiemporecuperado.blogspot.com