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MEMORIALISTAS & VIAJEROS

Georges Perec: “W o el recuerdo de la infancia”

Georges Perec: “W o el recuerdo de la infancia”



La obra de Georges Perec (1936-1982) se halla entre lo más original de la literatura francesa de la segunda mitad del siglo XX, caracterizada en esa época por cierta postración, bloqueada en las trincheras opuestas del compromiso político, las querellas entre vanguardias o los asuntos del corazón. W o el recuerdo de la infancia (1975) es un libro extraño aunque cargado de emociones. Al revés de otros libros de memorias, Perec relata en realidad dos infancias (y tal vez tres). La que tuvo según sus recuerdos, la que hubiera podido tener (y la que descubrió al investigar testimonios). Los textos ficticio y real se alternan (y aparecen analizados en notas). Acaban por converger dramáticamente al final.

Perec fue un experimentador en materia de narrativa. Escribió una novela calificada de “hipogramática”, La desaparición (1969), en la cual no hay ni una sola letra E en más de 300 páginas; pero donde, como el propio Perec lo expresó, hay muchas E. En hebreo (y eso viene del griego), la letra E representa el halo vital. Ese mismo año, Perec publicó su Gran Palindroma, una obra maestra de ese juego del lenguaje al cual algunos escribidores, como vuestro fiel articulista, son aficionados hasta el fanatismo. Aunque nació en París, Perec era de padres judíos polacos que habían emigrado huyendo de las persecuciones. Su padre murió peleando por Francia a los 31 años en el frente de guerra, estúpidamente desangrado en un hospital abarrotado. Su madre fue deportada a Auschwitz por los ocupantes nazis, donde fue probablemente gaseada. Su cuerpo nunca fue hallado. Perec quedó huérfano siendo pequeño y fue acogido por parientes. Ellos lo enviaron a su vez fuera de París, a una especie de orfelinato para salvarlo. Cuenta que su juego preferido eran los soldaditos de plomo, donde su padre perdido hacía de héroe. Varios de sus parientes sucumbieron al fascismo instalado en Francia con ayuda de los colaboracionistas.

El autor ha dicho sobre los relatos paralelos de W: “Uno de estos textos pertenece totalmente al dominio de lo imaginario: es una novela de aventuras, la reconstitución arbitraria aunque minuciosa de una fantasía infantil que evoca una ciudad regida por el ideal olímpico. El otro texto es una autobiografía: el relato fragmentario de una niñez durante la guerra, pobre en hazañas y recuerdos, hecha de retazos esparcidos, de ausencias, de olvidos, de dudas, de hipótesis, de anécdotas raquíticas”.

Me parece un maravilloso programa de escritura. W, donde transcurre la parte de ficción, es un lugar geográficamente determinado, un islote en la Tierra del Fuego, donde el supuesto sobreviviente de un proyecto fascista de construir una sociedad basada en el deporte, cuenta su historia. Una historia de falsa identidad. En tal vena recuerda a Conrad, a Rider Haggard, a Verne... El narrador advierte que él no es el héroe sino apenas un escriba, un amanuense, un testigo carente de epopeya propia. También en primera persona y también desde un cuasi anonimato, se desarrolla el relato autobiográfico. Afirma Perec: “No tengo recuerdos de infancia. Mi historia cabe en unas pocas líneas... Otra historia, la grande, la Historia con mayúscula, ya la había respondido en mi lugar: la guerra, los campos de concentración”.

La narración de aventuras evoluciona desde una clave misteriosa hacia una distopía llena de horror, donde sólo valen los vencedores. La letra W rápidamente se empieza a leer como la svástica en ese universo concentracional en que una sociedad fascista, una dictadura regida por leyes deportivas, organiza las vidas de los habitantes. En algún momento la W degenera en X. La narración autobiográfica, que por su parte también está marcada por el dolor de los campos de exterminio, hace evolucionar la W hacia la estrella de David. Agreguemos que un tercer nivel está dado por la propia revisión que el autor hace del propósito de su texto ficcional y de su ficcionalización de la infancia, invitando al lector a generar una nueva dimensión de lectura, lo que los profesores llaman una hipertextualidad.

Además, una complejidad adicional se da en la revisión que Perec hace de sus recuerdos de infancia al sugerir ecos de lecturas y películas vistas, con citas específicas, las cuales pueden haber influenciado –distorsionado– esas vivencias hasta el punto que en la memoria se confunden lo leído o lo visto con lo ocurrido efectivamente. Intertextualidad dicen los expertos. Otra complejidad radica en la minuciosa búsqueda de precisión de los nombres, como la reflexión que efectúa sobre su apellido Perec, un francesización del polaco Peretz, que a su vez es una transformación del apellido español marrano Pérez, que muchos judíos expulsados de la península ibérica llevaron en sus migraciones.

En ambas vertientes narrativas la exaltación y/o denigración del cuerpo aparece como tema central. Pero también hay una reflexión sobre la escritura autobiográfica y la ausencia de sus añorados padres, sólo conocidos por Perec antes de los seis años, cuando los primeros recuerdos persisten. “No escribo para decir que no diré nada, no escribo para decir que no tengo nada que decir. Escribo porque hemos vivido juntos, porque he sido uno entre ellos, una sombra en medio de sus sombras, un cuerpo cerca de sus cuerpos; escribo porque ellos han dejado en mí su marca indeleble y que la huella es la escritura: su recuerdo muere en la escritura; la escritura es el recuerdo de su muerte y la afirmación de mi vida”.

Nada de eso hace a W un libro árido, para goce exclusivo de académicos. Posee páginas hermosamente escritas. Una reflexión frente a una foto: “Tengo cabellos rubios con una bonita onda sobre la frente (de todos los recuerdos que me faltan, éste es tal vez el que más intensamente desearía tener: mi madre peinándome, haciéndome esa ondulación sabia). Llevo un saco (o una camiseta, o un abrigo) de color claro, cerrado hasta el cuello, con una gorguera alta. Tengo grandes orejas, mejillas redondeadas, un pequeño mentón y una mirada de reojo ya bastante reconocible”. Menciono que Perec fue influenciado por la escuela de moda en la literatura francesa de postguerra, el nouveau roman, y en esa vena le da vida a ciertas descripciones que suelen provocar bostezos en la prosa de sus pares.

Como lo ha dicho el autor, el lugar inicial de donde nace este libro son: “esos puntos de suspensión de los cuales cuelgan los hilos rotos de la infancia y la trama de la escritura”. Pero la dinámica de la realidad nunca deja de transformar incluso los recuerdos mejor asentados. La vida nunca deja de dar sorpresas. Lo muestra la última frase del libro. Dice Georges Perec: “He olvidado las razones que me hicieron escoger, a los doce años, Tierra del Fuego para instalar allí W: los fascistas de Pinochet se han encargado de dotar a mi fantasía de una última resonancia. Hoy varios islotes de Tierra del Fuego son campos de deportación”. El tema del poder, del poder absoluto, del totalitarismo, es lo que está finalmente presente en cada capítulo, en cada frase, en cada palabra, en cada letra de W.

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