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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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DESDE EL OMBLIGO DEL MUNDO

Cositas del Japón

Cositas del Japón



Esa época tenía mi harem. Lo denomine así para salir de la desesperanza, me encontraba en el sur del Japón, para no enloquecer conseguí un cursito tisgra de japonés, pasaba clases con las esposas de becarios extranjeros. Eran 8 chinas, 3 africanas, 2 hindúes y mi persona que repetíamos aioeu, y aprendíamos a ir de compras al mercado. Riiingo…decía la maestra y repetíamos manzana en coro. Ichi, ni, san, ji, coreábamos contando. Mi harem era muy reacio, las chinas eran las más sociables. Las hindúes con sus mantas en el rostro y las africanas, con la paranoia de los celos maritales, ni siquiera saludaban. Entonces alguien le comentó al rector de la universidad local que había un gajin (extranjero) de Minami America (Sudamérica) que cantaba melodías alegres. Así fue que llegó un chasqui con gorrita y con una invitación elegante, de papel biblia con ideogramas finos que hice traducir a la profesora. Era una invitación para que diera un concierto en un pub, totemo takai desu, dijo la profe arrugando sus ojitos y afirmando que el lugar era carísimo. Así fue que me mandaron a recoger en la limousine del rector. Llegué con mi guitarrita, era un pub poblado de espejos y mármoles de lujo, la host principal me condujo en reverencias directo al escenario, el panorama era de ostentación, los japuchos de smoking, ellas con vestidos de gala. El rector me pedía “Bésame mucho”, sus dos chicas filipinas gritaban “La Bamba”, y por supuesto tuve que complacerles. Mi repertorio fluctuaba entre los hits de Los Panchos, “Caminito”, el “Humahuaqueño” y de pronto aquel “Romance Español” cursi para guitarra sola que los hacía lagrimear. Terminaba con una morenada en japonés, con las manos, con los tacos, jora jora odore kio wa matsuri andes no jaru… el rector bailaba feliz en su smoking resplandeciente. En lo mejor de la joda se acabó todo de súbito, me entregaron un sobre con yenes, retornando otra vez a la urgida realidad.

Cuando estaba a punto de renunciar de aburrimiento al curso de las manzanas, llegó a mi mini dpto. otra vez el chasqui de gorrita con otra carta en ideogramas ocultos, mi profesora dijo asustada: ¡Bicrishta! El rector me esperaba en su despacho 15 días después, a las 10.00 en punto. Llegó el día, me recibió dos minutos, samuraimente me entregó una carta y dijo dooozo, que quería decir ándate nomás. Salí con la carta otra vez donde la profe, la traducción indicaba que me habían becado para estudiar japonés en el curso regular de la universidad que costaba 1.000 dólares al mes, y que a cambio me presentara a jugar en el equipo de fútbol. Así fue, hice el curso intensivo de seis meses abandonando mi harem sin despedidas, jugué para la universidad sendos partidos que parecían artes marciales. El resultado del curso fue tener un repertorio de frases con las que me defendí en la vida y en los conciertos, podía mantener una conversación simple y dejarme entender, negociar contratos prescindiendo de un intermediario que me fajaba el 20 por ciento de las actuaciones.

Mis nuevos compañeros de aula parecían los esposos del harem, más un americano que hacía su doctorado en química que era el peor alumno y un filipino simpático, bandido, que se llamaba Mario Flores y era igualito a Speddy Gonzáles. Aprendimos tres tipos de escritura: el hiragana, el katakana y el kanji. Este último era el ideograma chino adaptado a la lengua japonesa, muy difícil de escribir, tenía un orden de trazos estricto. Para leer el periódico se necesitaba aprender mínimo ¡3.000 kanjis¡ Inclusive habían japoneses que no entendían muchos kanjis, para ellos se les creó el hiragana, unos signos silábicos más fáciles que leían los niños y que iban también encima de los ideogramas más difíciles, en una torre confusa de traducción. Y si la palabra era extranjera, utilizabas los signos de katakana, todo un ch’enko total de cifras que casi nos enloquece. En seis meses aprendimos todos los hiraganas y katakanas más 200 kanjis que me permitieron distinguir dónde quedaba el baño, la parada del shinkansen (tren bala), en qué ciudad o pueblito iba a dar conciertos, pues por donde vivía no existía el romanji (esta escritura que lees).

Una noche de esas, Mario Flores, con su sonrisa de caricatura, me llevó al miércoles de gomi day, el día de la basura. Se había conseguido una camionetita en la que fuimos con 4 filipinos más, la parqueó al frente de un condominio japonés clase media poderosa. Afuerita del condominio, en unos cubículos con rejas, se encontraba la basura que habían votado. Antes de que el carro basurero pasara, los cuates treparon la reja, yo me quedé al volante, entonces empezaron a sacar en cadena televisores, sofás, alfombras, computadores, equipos de audio y hasta una heladera. Llenaron la camionetita en unos minutos y nos fuimos cantando la cucaracha. Por haberles acompañado, Mario me dijo que me escogiera como omiagy-regalo lo que quisiera: me alcé un mueble para libros, un sofá de lectura y una olla rosada eléctrica que hacía arroz, en su caja. Eran cosas nuevas que los japuchos botaban sin clemencia para renovarse mensualmente. Acompañé a Mario Flores unos 5 gomi days más armando mi departamentito. Una vez me levanté un koto, arpa japonesa que se tocaba echada en el suelo, me inscribí a un cursito en el mismo local del harem, las partituras eran también en kanjis, se pulsaba con unos plectros de colmillo de elefante que venían en su estuchito rojo tallado. Un día de esos lo vi al filipino con otra camioneta más grande, me dijo que se había alzado de un gomi day especial de barrio top. ¿Y la otra camioneta?, le pregunté. La mandé por barco a Filipinas, para que mi papá reciba todas las cosas que le envío mensualmente de los gomi day, me dijo sonriendo con sus bigotitos de Cantinflas, en un inglés perfecto. Terminando el curso de la universidad, ya no vi más a Mario Flores, luego me contaron que lo habían pillado y expulsado de Japón, junto a sus cositas del gomi day.

*El Papirri es el popular cantautor Manuel Monroy Chazarreta, quien escribe sus crónicas desde Quito, Ecuador.

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