Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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DOMINGO DE CH’AQUI

El Movimiento MAR-TI

El Movimiento MAR-TI

“Tengo arenas en las patas, vengo del mar/ traigo sones de mulatas, arena y cal/ pintan cielos los delfines, todo está en paz/ caballitos de marfiles, conchas de sal… soy boliviano en Chile viendo la mar, ¡qué nostalgia de años miles, quiero llorar!”, dice parte de la canción “Un boliviano en Chile”, compuesta en un cuartito, frente a la Casa de la Moneda.

Era 2007, llegué a Santiago convidado por los cumpas sobrevivientes de la izquierda genuina chilena, que organizaban un Festival de la Canción Latinoamericana dedicado a Bolivia. Fue una estadía y osadía intensa. Cuando llegamos al aeropuerto, dos comitivas esperaban: una oficial, con banda y parada, al Ministro de Defensa de Bolivia; la otra, de ch’askosos ex guerrilleros al Senador Peredo y a mí. Mientras Ministro y Senador al final se iban juntos con sus motos de sirenas, me metieron al minibus con los ch’akosos que me miraban fijamente, como queriendo descubrir algo.

Di recitales en disímiles lugares en una semana de 10 días. En los barrios populares como Peñaloren, Lo Prado, en barricadas universitarias, en teatritos chulos, en cafés anarquistas, en pubs de la “whiskizquierda” de Bellavista, junto a una diversidad de artistas chilenos. Por la calidad, resalta en mi evocación aquel concierto con Pancho Villa en el auditorio de la Universidad Nacional, y la noche dedicada a Brassens con Eduardo Peralta en el Rincón Nerudiano de Bella Vista. Por lo entrañable, el concierto en Peñaloren, donde conocí a María León, enérgica líder barrial que en su  humilde casa dirigía tres reuniones simultáneas: la del sindicato, la del partido y la de la futura feria de navidad. Toqué en el medio de las tres. Al verme medio gordito, la María de Santiago una dieta me ha enseñado, la dieta de la palmera: ¡el tronco pa’ dentro los cocos pa’ fuera! Luego todo el barrio me despidió, tras el coche corrían los chiquillos villeros lanzando besos con las manitos, cantando “Qué tal metal”.

Recuerdo un acto emotivo en pleno comedor popular del mercado de Santiago. Mientras tomábamos una sopita de caracoles, aparecieron los ch’askosos con la alta dirigencia del Movimiento Popular Patriótico Manuel Rodríguez. Luego de discursos nos condecoraron con una medalla al valor, al Senador y a ¡mí! Festejé el inmerecido reconocimiento con vino blanco de damajuana en vasito de plástico. Los dirigentes, Julio, Damián, Marco y Osses, pronunciaron palabras y vivas a la revolución. Fue allí que uno de ellos me obsequió un DVD y me dijo con sonrisa de roto chileno: -Teni que verlo en Bolivia pa’ que no te asustes.

Volviendo a los conciertos, el más grande fue el del Festival, en un coliseo. Había unas dos mil personas, tocamos con Inti Illimani, Pancho Villa y otros cantautores. En el camerino conocí a dos zampoñistas y un charanguero chileno, montamos sobre el pucho mis canciones “Whipala” (1992) y la histórica “Hasta Ahurita”. Salió bien. Allí veías aplaudiendo a  la minoría absoluta  de chilenos que apoyan nuestro retorno al mar.

Recuerdo una visita a Valparaíso, qué lugar hermoso. La casa de Neruda, los cerros con ascensores, las paredes multicolores y… la mar. Recuerdo que Damián tenía una imprenta, y el 50 por ciento de la producción la dedicaba al Movimiento Patriótico haciendo afiches, volantes y panfletos gratis. Ese Chile de Allende y Neruda aun late under, vive en los ojos y la esperanza de estos entrañables compañeros.

Damián agarró su auto y nos llevó hasta la otra casa de Neruda, en Isla Negra, unas cuatro horas de carretera por la costa, mojamos nuestros pies en aquel océano frío y absoluto. Ya en la casa de Neruda me atreví a echarme en su camita, con la almohada parada estallaba el mar al frente. Por supuesto que las guías me sacaron de una oreja.

No puedo olvidar aquella noche de la canción compuesta en un cuarto del dpto. de Ale Stuart, poeta, fotógrafo, militante de la vida, gnomo gigante, personaje intenso que organizó una reunión/cena en homenaje al Papirri con jóvenes poetas y cantautores del Movimiento Kahuin. Cantamos lo más sofisticado de nuestro repertorio, tomamos vino barato pero de calidad, reímos y me enamoré de una dígito dos, cantora de blues que me rechazó pues su pareja estaba al frente, era mujer y cantaba rap. El Ale se reía con sus ojos. Decepcionado, me fui al cuarto a componer la canción.

Una noche de concierto en el café Brasil inventé el pisté (pisco con té), dando una linda audición. Luego del show apareció un joven con lentes, pinta de letrado manchado de barricada, quien hacía firmar un libro de adhesiones a los presentes. Cuando llegó a mí con el libro, pude leer en la tapa del mismo: Movimiento MAR-TI (Mar para Bolivia, Tierra a los Mapuches). Agradecido, firmé el libro, se sentó, se presentó como Marcelo, le invité un par de pistés y, en lo mejor, me dijo: -Tengo que irme, acompáñame que quiero mostrarte mi auto. Salimos y en la puerta esperaban dos carabineros pinochetistas con botas altas, me miraron con asco, le pusieron  esposas y lo metieron al carro policial. Marcelo estaba en su día libre logrando las adhesiones.

Llegando a Bolivia pude ver aquel video que me entregaron en el mercado, era un documental sobre una fuga asombrosa de la cárcel de alta seguridad, los presos eran los cumpas que me condecoraron, habían hecho un hueco desde su celda, luego un túnel laaargo por debajo de un canal brotando en un parque hacia la libertad. Habían estado presos varios años por haber realizado un atentado a Pinochet, donde murió toda la seguridad menos el dictador. El que ideó la fuga fue aquel joven del Movimiento MAR-TI, que no pudo salir pues quedó último de la fila por dar paso a sus compañeros. Con semejantes amigos no veo la hora de volver a Chile y cantar: “porque tengo arenas en las patas, traigo toallas y sanguches, soy del Movimiento MAR-TI: ¡Mar para Bolivia, Tierra a los Mapuches!”.
*El Papirri es Manuel Monroy Chazarreta, compositor y guitarrista boliviano.