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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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LA ANTESALA DE LOS OSCAR

Duelo sin tregua en la cima de Hollywood

Duelo sin tregua en la cima de Hollywood

Los productores Harvey Weinstein y Scott Rudin se enfrentan de nuevo por el Oscar al mejor filme. Ambos suman en sus carreras 400 candidaturas y 76 estatuillas. 



Cuando ambos coinciden, solo hablan de peso. Tanto Harvey Weinstein como Scott Rudin son hombres orondos, judíos, neoyorquinos y cincuentones. También son dos de los productores más pesados de Hollywood y en esta edición de los Oscar, los principales rivales.

Pero de eso no hablan. De hecho, hasta que el domingo coincidan en el teatro Kodak de Los Ángeles prefieren mantener las distancias en su lucha de titanes. Weinstein, 58 años, defiende un total de 13 candidaturas al Oscar, incluida la de mejor película por El discurso del rey, la favorita del año, que aspira a 12 estatuillas, y su firma -The Weinstein Company- está también detrás de The fighter y Blue Valentine. Scott Rudin, 52 años, respalda 18 candidaturas repartidas entre dos películas, La red social y Valor de ley, ambas aspirantes al Oscar al mejor filme, lo que le convierte en el primer productor desde Francis Ford Coppola, en 1974 (con La conversación y El padrino II), que consigue algo así.

Un total de 31 candidaturas entre estos dos hombres cuya carrera conjunta se acerca a las 400 nominaciones y 76 victorias (63 en poder de Weinstein y otras 13, de Rudin). Dos titanes a los que les gusta el buen cine, saben lo que vale un oscar y se odian profundamente. En el último almuerzo de candidatos a los Oscar, Rudin adujo una enfermedad para no coincidir con su rival.

Y es que en el fondo Weinstein y Rudin son demasiado similares para compartir el mismo espacio. Como confiesan quienes les conocen o han trabajado con ambos, como la productora Donna Gigliotti, los dos son “la misma persona”. Una rara avis en una industria dada a secuelas y superhéroes donde ellos se preocupan más por cultivar el éxito con películas de calidad con las que convencer a la Academia para llevarse el honor del Oscar y así poderlas vender entre el público. Y en esta campaña no se detienen ante nada. Weinstein, fundador de Miramax junto a su hermano Bob, y ahora al frente del estudio que lleva su apellido, tiene una larga reputación ganando o quitando la estatuilla a otros, pensamiento que habrá cruzado en varias ocasiones la mente de Steven Spielberg. La fuerza de las campañas de los hermanos Weinstein quedó clara el año que arrebataron lo que parecía una segura victoria a Salvar al soldado Ryan y consiguieron el Oscar para lo que era en apariencia un título menor como Shakespeare enamorado. Tanto se dejaron notar sus presiones que la Academia cambió sus reglas para borrar la idea de que es posible comprar un Oscar.

Las normas solo han conseguido un Harvey más ingenioso, con una campaña que este año incluye sacar de su timidez a Colin Firth para convertirle en el candidato favorito por El discurso del rey a base de entrevistas y encuentros. Los Weinstein se superaron a sí mismos cuando dieron públicamente las gracias a la reina de Inglaterra por “su apreciación” de un filme que se centra en sus padres.

Una campaña con la que Weinstein ha resucitado de las cenizas. Cuando muchos le daban por hundido merced a sus recientes problemas económicos (muy graves en los cinco años de vida de su estudio; con Malditos bastardos se jugó todo su dinero y ha tenido que trampear para seguir en el showbusiness), se colocó como favorito al Oscar en un golpe magistral, dado que hasta, hace un mes, La red social era la favorita de todas las entregas de premios. Ni el libro Sexo, mentiras y Hollywood, de Peter Biskind, que hace cuatro años sacó todos los trapos sucios de Sundance y Miramax (que se alimentaba de ese festival), ha podido con la reputación del productor de poseer un olfato cinematográfico excepcional.

Rudin es igual de agresivo en sus campañas aunque quizá menos visible en sus planes. “Sin lugar a dudas, Scott situó nuestras películas junto al Oscar”, reconoció recientemente el realizador Ethan Coen. Lo dice porque con él en 2008 su No es país para viejos le arrebató la estatuilla principal a Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson, producida... también por Rudin.

Eso sí, cuando Rudin y Weinstein se juntaron fueron materia y antimateria, se anularon y se lanzaron puñaladas traperas, como quedó claro en esos escasos proyectos en los que trabajaron conjuntamente, como La habitación de Marvin, Iris, Las horas y The reader (El lector). En estas dos últimas -las más cercanas en el tiempo- los ganchos ya fueron directamente a los mentones. Entre los golpes bajos se incluyeron un cartón de tabaco que Rudin le mandó a Weinstein como obsequio por el fin de rodaje de Las horas a sabiendas de que su coproductor estaba dejando de fumar, o los codazos de Weinstein a Rudin en The reader, que acabaron con la marcha del segundo de la película y la retirada de su nombre de los créditos.

En la madrugada española del domingo veremos finalmente cómo acaba el combate. Pero en un duelo fajador, cara a cara, sin estilismo ni fruslerías técnicas, sin tener en cuenta la calidad de las películas, Harvey Weinstein es el productor más peligroso y rocoso de Hollywood. Y El discurso del rey, su apuesta.