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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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TRIBUTO A LA MEMORIA DEL VIDEASTA Y ESCRITOR PACEÑO

Francisco Cajías: un ser infinito

Francisco Cajías: un ser infinito


Nació en roma el 19 de mayo de 1951, vivió en el barrio de Sopocachi de Nuestra Señora de La Paz de Ayacucho. Era un mozuelo con golondrinas de pólvora y granadas explosivamente jugosas.

Desde tierna edad tenía encendido el fuego de la rebeldía, que luego fue inmensa hoguera contra las tiranías. Tuvo que huir en edad escolar para proteger su vida del monstruo de la dictadura banzerista.

Fotógrafo desde que los dioses lo trajeron con su sonajera roja al mundo. Gustaba fotografiar las contiendas y las cotidianidades. Caminaba las calles con su máquina de fotos, su melena florecida, sus grandes mostachos y su chiva mosquito.

Crédulo y practicante de la literatura, la que estudió con pasión en la Universidad Mayor de San Andrés. Ganador del concurso “Amalia Gallardo” con su video “De Paso”; también ganó el premio nacional de cuento “Franz Tamayo” el año 2001, con “Delfín del Mundo”. Todo lo confundía con la fábula, con la leyenda, con los mitos; todo lo explicaba con metáforas vivientes y de ardiente vocación de creer que la poesía estaba en las calles, en el taller, en los bares. Toda su memoria era un recurso desesperado de la vida para escapar a la muerte.

Era libre de todo, de comentarios de radio cocina, de los desdenes baratos, del chisme de la opaca sociedad; sus fuerzas del corazón eran más fuertes que los melodramas de la gente “normal” con chatura espiritual.

Dedicó lo mejor de sí a componer y a desestructurar lo real, su afán era perderse más allá del mundo tangible, oscuro, objetivo y hacer con su fuego una ardiente tierra espiritual, una factoría espirituosa. Su conciencia era baudeleriana: ”conciencia del pecado; conciencia de la lucidez, conciencia de la embriaguez, reflexión del vértigo, conciencia de la existencia”.

Su mirada no reclamaba nada, hervía de alegría, fijaba la duración, fotografiando la existencia más allá de lo real posible, buscando lo intangible maravilloso. Guardaba el secreto que luego estallaba en solemne risa. Tenía mirada fotográfica, mente despierta, manos de alfarero, humus poético. Era un creador en perpetuo trabajo. Su fluir era vivo, vencedor, apasionado.

Su accionar en el video y la cinematografía fue fructífero. Fue bendecido con un coral en el festival de Cine y Video de La Habana, Cuba, en 1991, con su video Por las vidas que vendrán, con Néstor Agramont (Japo). Ambos, junto a otros, formaron el Colectivo de Comunicación Antara, allá por los años 80; fue gestor del nuevo cine y video boliviano.

Fue maestro en la formación de comunicadores indígenas en tierras altas y tierras bajas, capacitó a decenas de ellos en el CEFREC, ellos lo extrañan y lo recuerdan vivito y coleando. Es un presente espiritual en esos territorios amazónicos donde fue atacado por un traidor alacrán.

Francisco Cajias de la Vega (Pancho) murió haciendo caminos, construyendo puentes, regando jardines, haciendo crucigramas, escribiendo su tesis-guión: La muerte de Atahualpa. Era un juglar en la vida. Murió en su ciudad natal un martes 18 de febrero del año 2009: un homenaje para su ausencia.

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