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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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SOBRE THE KING OF LIMBS, EL NUEVO DISCO DE RADIOHEAD

Inspiración artificial

Inspiración artificial

A pocos se les escapó el sabor a réplica que tuvo el furtivo anuncio de The King of Limbs, orquestado por los de Oxford mientras el mundo todavía no terminaba de enterarse que The Suburbs había ganado el Grammy al mejor disco del año.

Hace algunos días apareció en Twitter un Ricardo Piglia falso. A pesar de las múltiples invitaciones que decía haber recibido (Harvard, Revista Ñ) y tweets de celebridades, quedaba bastante claro que no podía ser el verdadero autor de Plata quemada. No sólo por su tendencia a llamarnos “putos”, “forros” o “giles” varias veces por tweet, sino por la rotunda imposibilidad que invoca la idea de un Piglia metido en esto de las redes sociales. Tampoco es un asunto de edad o decoro (me imagino a Zizek, por ejemplo, puñeteando en 140 caracteres), sino una cuestión de modus operandi, de elecciones estéticas. Es una consecuencia de los rigores de ser uno mismo. Por eso, cuando el pasado lunes Radiohead confirmó el lanzamiento de The King of Limbs, su primer disco desde In Rainbows, tampoco sorprendió la inminencia o complejidad del anuncio: el disco llegaría en entregas periódicas, alternando formatos, tendría precio fijo y, al parecer, conseguiría eludir el escrutinio de la prensa al dejar para un sábado su presentación. Pero no es todo: en un apropiado giro argumental, la propia banda hizo un “leak” de su disco el viernes, descarrilando la maquinaria mediática/comercial/pirata que se había armado en torno a la fecha anunciada. Otra victoria de los de Oxford en su batalla contra la industria musical, las ambiciones artísticas y el falso fundamentalismo indie; sin embargo, lo que nos interesa es saber si Radiohead ha conseguido un nuevo hito en esa serie de vórtices de transformación creativa que son sus discos, si es que han logrado sacudirse su propia leyenda para entregarle al mundo no un nuevo Kid A u OK Computer, sino otro estupendo disco de Radiohead.

A pocos se les escapó el sabor a réplica que tuvo el furtivo anuncio de The King of Limbs, orquestado por los de Oxford mientras el mundo todavía no terminaba de enterarse que The Suburbs había ganado el Grammy al mejor disco del año. Si bien no hay evidencia de antagonismo entre las dos bandas (indie) más grandes del mundo, las diferencias formales y discursivas entre las generaciones que representan, son profundas. No en vano entre el debut de Arcade Fire y “Creep” hay el mismo tiempo que entre el Verano del Amor y los Sex Pistols. Pero incluso Arcade Fire ya tiene un aura de veteranía, patente al comprobar que la vanguardia del rock la detentan hoy artistas que apenas habían nacido cuando Yorke y los suyos trataban de encontrar un nicho a espaldas del britpop y el rock alternativo. Que nadie esté llamando “abuelos” a Radiohead corrobora el mérito de su agudeza artística, de su capacidad para la reinvención, de su oído fino para las tendencias y la resignificación. Es curioso que dos artistas top de los noventa como PJ Harvey (también con disco nuevo esta semana) y Radiohead hayan terminado cruzándose en 2011 con la curva de aprendizaje/revisionismo del indie, sacando discos que no solamente parecen dialogar con el Dubstep, la estela soul post-punk de The XX o el impresionismo dark de nueva hornada, sino que son extrañamente uniformes en cuanto a sus señas cronológicas. Se puede percibir que estos artistas han vivido una misma época, cosa que sin duda no se puede afirmar al escuchar a TV on the Radio y Girls… ni hablar de compararlos con los Smashing Pumpkins o algún otro de sus contemporáneos.

Con lo que va del año dominado por el retorno del post-rock, no es de extrañar que Radiohead decida regresar aquí al sonido de Amnesiac, aunque lo haga ahora revestida de la calidez emocional de In Rainbows. Esta intención se manifiesta desde la apertura del disco, “Bloom”, una canción construida sobre un loop de piano tan propio del dubstep como del último Robert Wyatt, pero que pronto se desdobla en una amalgama del pop psicodélico de los AnCo de Strawberry Jam y arreglos de acústicos tirados al jazz modal. Un inicio perfecto, una puerta que se abre hacia un edificio de posibilidades infinitas. Y sí, al igual que en In Rainbows, la posta la toma un ejercicio de estilo: “Morning Mr. Magpie” saluda el éxito de los revivalistas soul post-punk LoneLady y Actress desde las hechizantes aguas Radiohead, como queriendo presentar credenciales para los que se hayan preguntado qué estuvieron haciendo desde 2007 estos cinco tipos. Sumergidos en esas corrientes, “Little by Little” se deja escuchar como la más radiohedística de las canciones del disco (ecos de fantasmagórica belleza… infantil, beats alucinados), aunque ciertos toques de psicodelia retro (guitarras invertidas, percusión oriental) juegan a cambiarle el pie a lo que podría haber sido el segundo single del disco, si es que los de Oxford acostumbrasen aplicar esas convenciones.

Thom Yorke afirmó haber estado escuchando mucho a Burial mientras trabajaba en The King of Limbs y esto se nota en un disco al que la sombra del dubstep persigue constantemente, en especial en el “interludio instrumental” de “Feral”, una de esas canciones con las que se solía cerrar la cara de un álbum, pero que no por eso deja de llamar la atención con su compacta y simple belleza. Pero no es tanto que Radiohead esté tratando de subirse al carro del dubstep, sino que se ha propuesto jugar con las convenciones del estilo más innovador que han dado las islas británicas desde… ¿el electro pop? De ahí que las huellas de Burial, The XX, Joy Orbison y el chico maravilla James Blake aparezcan tanto en este disco, al punto que en canciones como “Lotus Flower” parecen querer subvertir las convenciones soul minimalista sobre las que se construye el éxito del autor de “The Wilhelm Scream”. Con un hipnótico groove de contrabajo como base, palmadas orgánicas y una melodía aterciopelada, Yorke consigue ganarle a James Blake en su juego usando simplemente esta canción como arma, aunque tampoco hay que olvidar que éste es un estilo que Radiohead ya había paladeado en los out-takes de sus discos de la década pasada, o hasta en la primera versión de “High & Dry”, armada sobre una base robada a Soul II Soul. Resuelta la papeleta, llega la hora de la inevitable balada de piano (“Codex”), que en este caso descarta la pompa característica de la banda mientras Yorke se calza el traje de John Martyn en lugar del de Jeff Buckley. Parecería que estamos escuchando otro disco, pues el setentero feeling de “Codex” se extiende en “Give up the ghost”, una canción que sólo necesita una guitarra acústica, la voz de Thom Yorke y mucho eco (¿Alguien dijo Bon Iver?) para conmovernos. De ahí al cierre jazzeado de “Separator” hay menos de un paso, que devuelve a la banda a la resaca de soul post-tecnológico con la que cerraron la década anterior, rota por una guitarra que (¿es la única en todo el disco?) en, su simplísimo, dulce riff, produce el escalofrío que sólo lo alienígena o lo sombrío puede conseguir.

Es inevitable pensar que habrá muchos que tomen The King of Limbs como uno de los discos menores de la banda, al tratarse de una colección de canciones que carece del esquema mayúsculo de Ok Computer o Kid A, y que tampoco tiene el momentum de In Rainbows o “The Bends”. Es cierto, pero la consistencia y un expediente tan notable no pueden ser los peores enemigos de una banda que no deja de firmar obras maestras. Es también verdad que el vaivén estilístico de la banda en The King of Limbs los lleva a enfrentarse, tal vez involuntariamente, con la máquina revisionista del indie hipster; si en 2001 fueron los primeros en congelar las guitarras y virtualizar sus preocupaciones existenciales, hoy tienen numerosos herederos dispuestos a seguirles los pasos e incluso adelantarse en sus exploraciones sonoras. Será difícil que Radiohead domine esta década como lo hicieron con los noventa y 2000s, pero, sin duda, la estarán conduciendo desde la obra de aquellos que –tal vez estando todavía en la escuela primaria– se formaron escuchando al quinteto de Oxford. Sí, James Blake grabó The King of Limbs antes (¿y mejor?) que Radiohead, pero sin “Kinetic” es probable que lo de Blake sonase hoy muy distinto. Perder ese halo tampoco es lo peor que le podría pasar a una banda obsesionada con pasar desapercibida, con tener el privilegiado perfil del artista misántropo, blindado por la perfección de su obra. Y en una época en la que el debate artístico lo define el parecido entre “Born this way” y “Express yourself” o cuán cerca del fin del mundo estamos después del Grammy de Arcade Fire… las cosas podrían estar mucho peor.

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