Emilse tiene a sus padres sordos y hoy es intérprete en la Alcaldía
Emilse Quiñones Montaño, de 34 años de edad, tiene 20 años de experiencia profesional como intérprete de Lenguaje de Señas de Bolivia (LSB). Trabaja en la Alcaldía de Cochabamba y es secretaria de Intérpretes de la Asociación de Sordos Cochabamba (Asorco), donde empezó su trayectoria. Expresa su orgullo y alegría por ser parte de ambas culturas Sorda (con mayúscula, por cuestión de identidad) y oyente.
Emilse cuenta que su padre tuvo un accidente de tránsito a los 10 años, que afectó a ambos oídos.
Su mamá, Aida Montaño Vargas, tuvo una caída cuando era pequeña desde una planta alta. Ella jugaba con sus hermanos en una carretilla. Al querer frenar, se volcó.
En muchas familias no platican con sus hijos sobre la discapacidad, por problemas de comunicación o por no sentirse culpables, explica la intérprete.
Aida asistió a un centro de rehabilitación que a la vez era internado. Allí le obligaban a hacer foniatría, a hablar. En esa época, algunos estudios sostenían que las personas con discapacidad auditiva podían hablar, porque tenían las cuerdas vocales sanas. Si no hablaban era porque no escuchan, pero si recibieran estimulación temprana apoyada de la lengua de señas podrían hablar. A los 15 años, retiraron a Aida, porque solo se aceptaba estudiantes hasta esa edad.
En su casa, Aida se sintió incomprendida porque sus padres no le permitían usar la LSB y nadie sabía expresarse con señas. Se fue a La Paz. Allí se conoció con el padre de Emilse y de sus otros tres hermanos. Los abuelos de Emilse lloraban y, después de intensa búsqueda, encontraron a Aida casada y embarazada. Todos sufrían pensando cómo atendería y educaría a la bebé si los papás no escuchaban.
La abuela materna ayudó en la crianza de la hermana mayor. Cuando nació Emilse, una comadre le dijo a la abuela que, si ella seguía ayudando con la crianza de sus nietos, Aida nunca aprendería. “De bebé yo no gritaba ni lloraba, salvo cuando mi madre estaba cerca”. Entonces, Aida veía a Emilse y ella pedía el pecho con señas.
“Mi mamá se preguntaba si yo escuchaba. Cuando ella lavaba platos y cubiertos hacía mucho ruido, pero yo dormía sin problemas”, recuerda. Las tías de Emilse pensaban que era sorda porque podía dormir con bulla. En ocasiones, algunas personas con discapacidad auditiva se alegraban cuando tenían un hijo sordo, porque decían que podrían comunicarse. Hoy piensan que tener un hijo con discapacidad en esta sociedad es muy difícil, porque a diario sufren de todo tipo de discriminación. Hay barreras comunicacionales, no hay inserción laboral, la educación no es con lenguaje de señas, no están informados de lo que ocurre en el país porque no cuentan con intérpretes ni se cumplen las leyes vigentes.
“No es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino el pensamiento y las acciones de los demás”, dice la intérprete.
Desde pequeña, Emilse escuchaba por sus padres. Cuando Aida intentaba esconder algo, Emilse la descubría de inmediato, por el ruido. Tampoco dejaba pasar al heladero sin tomar un helado. Como Aida no escuchaba, le decía no hay, pero su hija la arrastraba hasta la puerta para comprar.
“Mi madre descubrió así que yo escuchaba bien y que le podía ayudar como intérprete. La discapacidad no es mala, no es como la gente piensa o dice que es ‘castigo de Dios’ o que debemos buscar un remedio”, reflexiona.
Emilse no se dio cuenta de que sus padres no escuchaban hasta que fue al colegio. Sus compañeros le preguntaban “¿Por qué tus papás no hablan ni escuchan?, ¿Por qué hablan con las manos? En principio, es un golpe muy fuerte para los hijos. “Ahí empieza el rechazo o que asumas una responsabilidad de que te tienen a ti para ayudarles. Eso me pasó”, confiesa. Algunos días, cuando Emilse tenía 7 años, no aceptaba que sus papás no escuchen. Ella aprendió a rezar y pedía a Dios que sus verdaderos papás aparezcan. Cuando se enojaba con su madre, le decía que sus verdaderos padres aparecerían para llevarle.
“Pensaba que me cambiaron y que llegué por error a esa familia. La sociedad te hace pensar y actuar de esa manera”, dice.
En el colegio, Emilse sufrió bulliyng. “Me formé de una forma distinta: más libre, decía lo que pensaba, era independiente, a veces dura. Si alguien me insultaba y decía ‘tus papás son unos opas’, yo reaccionaba a golpes. Muchas veces fui a la dirección. Al principio, la directora me castigaba, pero después entendió. Cuando volvía a la dirección, era para la reflexión. “La Directora me hablaba sobre la discapacidad de mis padres y también a mis compañeras. No se conocía del tema de la discapacidad y se los trataba de sordomudos o muditos, hasta algunos decían opitas”.
Emilse no quería ir a las reuniones de padres de familia, porque tenía que estar interpretando y todos quedaban observándole. Si la profesora quería quejarse, era imposible que se entiendan sin ella. Emilse aprovechaba para hablar cosas positivas, solo para que su madre no se enfade. Las tareas las realizaba sola y ayudaba a sus hermanos, porque sus padres no sabían leer ni escribir perfectamente. Las personas Sordas tienen su propia cultura, distinta a la de los oyentes. “Ellos escriben como las señas, escriben al revés, parecido al inglés. Su cultura es más visual. En el centro de la mesa no puede haber un florero, porque quita visibilidad, tampoco botellas de refresco, porque incomodan y los timbres son focos de luz.
Ventaja de la agudeza visual
Las personas que no escuchan tienen la vista muy desarrollada, porque ven todo su alrededor.
El esposo de Emilse es Christian Arteaga M., también con discapacidad auditiva. Trabaja como guardia de tráfico y vialidad, en una empresa contratada por la municipalidad y es uno de los que más infractores capta, por la circulación de las placas restringidas, gracias a su buena vista.
Antes se dedicaba a la serigrafía, pero dejó esa labor por falta de equipo y material.
La mamá de Emilse, que era evasiva a un yerno que no escuche, ahora apoya esa nueva relación y es “como toda suegra” cuando se comunica con él. Los dos hijos de Emilse saben Lenguaje de Señas deBolivia (LSB) y se comunican muy bien en su familia.
Los sordos son muy unidos, porque sus pares conforman su primera familia. “ Yo me siento parte de ella. Amo mi labor y a todos mis amigos Sordos, por eso ayudo en la Asociación de Sordos de Cochabamba (Asorco) 20 años de forma voluntaria”, dice Emilse.