Juan: “Amo a mi esposa y ahora le pido conversar”
Juan, de 44 años, se gana la vida como agricultor en un municipio de la provincia de Quillacollo, y aceptó recibir terapias luego de que hace varias semanas estallara en ira y agrediera a su esposa.
Ella lo denunció ante el Servicio Legal Integral Municipal (SLIM), pero no existían suficientes evidencias del maltrato para canalizar el proceso penal.
Los profesionales del SLIM le recomendaron a Juan que acuda al Centro Hombres de Paz para cambiar sus pensamientos y conductas, porque, si no lo hacía, tarde o temprano terminaría en la cárcel por violencia intrafamiliar.
Con el antecedente de la denuncia, el proceso se activaría nuevamente si su esposa llamaba a la Policía. La convivencia en su casa se hizo insoportable porque cuando a él se le salía un grito, ella le advertía con avisar a la fuerza antiviolencia.
Juan se sentía amenazado en su propia casa, no podía hablar siquiera. Llegó a Hombres de Paz enojado y relató que no tuvo una vida fácil, pues había trabajado desde que tenía memoria para ayudar en su casa.
“No he podido estudiar porque mi papá no tenía dinero. Hubiera querido ser algo más, estudiar alguna carrera, es doloroso para mí recordar que no se pudo”. Además, los padres de Juan peleaban todo el tiempo y ambos se golpeaban, aunque el varón, por su fuerza física, era quien más daño causaba. “Ese fue otro motivo para que yo no estudiara. Luego de sus peleas yo tenía que trabajar el doble”.
Hace 22 años, Juan se enamoró y se casó casi de inmediato, pero, al irse a vivir juntos, trataba ásperamente a la madre de sus hijos, tal y como había visto hacer a su padre. Hasta el día en que lo tomó por sorpresa que su esposa lo denunciara. “Ella me golpeaba también, pero yo tengo más fuerza, obviamente”.
Juan aún está en pleno tratamiento. Ha asistido a seis sesiones grupales, y a dos sesiones de terapia individual, una vez por semana. “Desde que vengo al centro terapéutico algo ha empezado a cambiar conmigo. La veo a mi esposa de manera diferente. El otro día estábamos en mi cuarto y ella se estaba peinando. Yo la miré largo rato, y me he dado cuenta de que es bonita, de que me gusta y la amo. Le he dicho que se veía bonita y que le quiero. Hace más de 20 años que no le decía. Ella se acercó, me ha abrazado y se ha puesto a llorar. Yo le volví a decir que la amo y que no quiero pelear más. Un ratito más estuvo así, pero luego me ha soltado y me preguntó por qué le estaba diciendo eso, que seguro quería algo de ella”. Juan ha entendido que es natural que su esposa desconfíe, después de todo lo que vivieron. “Todavía no me cree, pero algo está cambiando y quiero salvar a mi familia. Ahora cuando empezamosa discutir, yo le pido que conversemos, ya no quiero lastimarla”.