“Soy delincuente desde los 12 años”
Tiene la mirada perdida. Sus manos y su cuerpo tienen un ligero temblor. Se acerca algo temeroso. Luego de responder al saludo (me da la mano) se sienta en una especie de gradas de madera ubicadas en el interior de una cabina telefónica de uno de los penales de Cochabamba.
Es Carlos, un privado de libertad chileno, cuyo nombre se mantiene en reserva a pedido suyo.
Hace más de cinco meses está detenido en un recinto carcelario. Está acusado de robo agravado. Aún no tiene sentencia, pero está “seguro” de que pronto saldrá libre.
Hace frío en el lugar. El reloj marca las 16:30 horas. El extranjero está bien abrigado, pero con ropa vieja que “alguien” le regaló.
Con mucha timidez, pregunta: “¿Qué destino tendrá la información que me está pidiendo?” Es un trabajo para un periódico, le respondí y se quedó tranquilo.
“Ya me iré del lugar”, dijo como queriendo justificarse.
“Comencé a delinquir cuando tenía solo 12 años”.
Añadió que tenían necesidades. “No había dinero y mi madre no sabía qué hacer para darnos de comer a mi hermano menor y a mí”.
Su padre era un conocido delincuente chileno. Es más, en esas época en que Carlos era casi un niño y se inició en la delincuencia, su progenitor estaba preso.
Lo que comenzó como una “travesura” para llevar algo de dinero y ayudar a mantener a su familia fue un camino sin retorno.
El interno, cuyo nacimiento se dio en un hospital de Santiago hace 38 años, nunca más dejó de delinquir. Fue creciendo y los delitos eran cada vez más graves.
No solo los cometió en su patria, sino que también salió de su país varias veces y también delinquió en otras naciones de Sudamérica, Centroamérica y hasta en Europa.
“Hace dos años me detuvieron en Ginebra (Suiza) y las autoridades me deportaron, pero no a Chile, sino a Panamá, porque tenía documentos de ese país”, recordó.
Su penúltima “parada” antes de ser detenido fue Argentina, donde también se vio obligado a robar para sobrevivir.
Ingresó a Bolivia a inicios del presente año.
En sus planes estaba solo usar el territorio nacional como tránsito, ya que planeaba llegar a Perú, según la versión del detenido.
Pero, sus proyectos se vieron truncados, ya que una madrugada, cuando descansaba en un alojamiento del centro de la ciudad, fue detenido junto a su hermano menor de 36 años.
“No entendemos por qué nos trajeron presos. No hicimos nada. Solo por ser extranjeros nos detuvieron, pero no han logrado probar nada en nuestra contra”, dijo.
DEUDAS
Carlos y su hermano están solos en Cochabamba. Su familia está a miles de kilómetros.
Apenas lograron avisarles que están detenidos en una cárcel de Cochabamba. Sin embargo, pese a la precariedad en la que están y al total abandono en que se encuentran, se resisten a pedir ayuda a su consulado para que los trasladen a su tierra natal.
La razón es solo una: tienen deudas pendientes en su país de origen, condenas que deben cumplir y que, según el hermano mayor, no están dispuestos a hacerlo. Es por eso que prefieren esperar a que se entable el juicio y mantiene viva la esperanza de recobrar su libertad.
DE TODO
Carlos y su hermano, al igual que muchos detenidos que no tienen familiares que los apoyen hacen “de todo” para ganarse unos centavos y sobrevivir.
Si bien reciben los 8 bolivianos de prediario, es insuficiente para pagar su alimentación y otros gastos básicos.
“Limpiamos baños, celdas, lavamos ropa, pero ni así podemos pagar lo mínimo”, sostuvo.
Añadió que es muy complicada su vida en el penal, más aún porque cuando ingresaron al recinto se les “ocurrió fugarse”.
“El hecho de ser chilenos y el intento de irnos nos tiene condenados a ser maltratados siempre”.
Antes de terminar la charla, reiteró que tiene problemas económicos y me pidió que le “colabore” con una moneda para solventar el pago de la cena de ese día (lunes).
4 Hermanas
Carlos tiene cuatro hermanas.
Ellas y su mamá tienen una vida “normal” y sin problemas con la ley.